19. Demasiados secretos

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|| Julieta ||

Las nubes cargadas de agua empezaban a cubrir el cielo. La copa de los árboles se movía suavemente por la brisa fría que soplaba. Mi cuerpo titiritaba, pero no era por el frío.

Retiré el dedo antes de tocar el timbre por tercera vez, a cada segundo me estaba arrepintiendo más de haber llegado de improvisto a la casa de los Henderson. Mi parte racional me decía que me retirara, pero había una parte que seguía queriendo a Sam, y esa me gritaba con más fuerza. Hundí mi dedo en el timbre y su sonido hizo que se hiciera un nudo en mi garganta.

Me giré y puse la vista en la calle desierta, pensando en correr. El ritmo de los latidos de mi corazón incrementaba con anticipación. Ni siquiera sabía qué le diría a Sam, solo tenía la imperiosa necesidad de verle y escucharlo.

«Solo una vez más», me dije.

Escuché la puerta abrirse, sentí los pasos de alguien tras de mí, pero no me moví. Cuando estuvo más cerca, percibí su aroma. Después de tanto, su presencia me hacía sentir de la misma manera. Crucé mis brazos sintiendo que todo dentro de mí cosquilleaba.

―Braden―dijo en voz baja.

―Julieta―me giré hacia él―, ahora soy Julieta.

Sus ojos marrones examinaron todo mi rostro con lentitud, como si intentara encontrar respuestas. Seguí abrazándome a mí misma porque si dejaba mis manos libres, estaba segura que ellas terminarían tocando a Sam.

Noté detalles diferentes en él, como su pelo que iba más corto de lo que solía llevarlo. Su postura antes desgarbada, ahora era segura y confiada. Su mirada era severa, y no la del chico dulce que conocí.

El tiempo parecía haberse suspendido. Nuestras miradas se cruzaban, expresando lo que nuestros labios intentaban callar. Los recuerdos invadían mi mente, reflejando momentos fugaces de nosotros que alejaban los deseos de alejarme de él. Sam colocó sus manos en los bolsillos de sus pantalones, al igual que yo, conteniendo los impulsos que podían perjudicarnos.

―¿Qué haces aquí? ―preguntó.

Pasé la mano por mi cabello, buscando las palabras precisas para no revelar mi necedad por verle. Había pasado la tarde diciéndome a mí misma que debía verlo para aclarar mis dudas, pero lo único que pensaba estando cerca de él, era en cuánto lo había extrañado.

―La noche que nos encontramos, dejaste claro que tenías algo que decirme.

Me erguí tratando de restar al hecho de que mi corazón quería salirse de mi pecho.

―Debiste llamar antes de venir.

Asentí comprobando que fue un error ir tras él. Sam extendió su mano hasta tomar la mía. Con un movimiento de cabeza me indicó que entrara a la casa. Me quedé pegada al suelo.

―No hay nadie―dijo―. Ven.

Me solté de su mano y entré junto a él. Cerró la puerta tras nosotros y siguió caminando hasta las escaleras. Lo seguí con pasos vacilantes, ya no me sentía bienvenida en su casa. Mucho menos, segura entre las paredes donde habitaba Henderson. Bajo ese techo estaba mi miedo, y también mi tranquilidad.

―He pensado tanto estos días―empezó a decir cuando entramos a su habitación―. Y ahora que estás aquí mi mente se ha quedado en blanco.

―Yo solo quiero respuestas―negué con la cabeza cuando él me invitó a sentarme―. Hay tantas cosas que no comprendo, tantas dudas y miedo que me resulta casi imposible dormir.

La locura de JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora