Capítulo 6. Una noche para no olvidar

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   En el transcurso de la noche de hoy, he descubierto que no solo puedo leer mentes sino que también puedo comunicarme a través de estas, esa practica me deja agotada ya que no me mandan solo a comunicarme con uno sino con todos, es complicado y consume gran parte de mi energía, lo cual me genera más sed y es bastante tedioso pero lo paso porque admito que me entusiasma la idea de que mi habilidad vaya más allá de lo que pensaba y porque realmente quiero tener un dominio completo de mi, pero es por el mismo consumo de energía que he llegado a tirarme en mi cama, necesito descansar.

— ¡Hoy no es noche de quedarse en cama! —exclama Alec jalándome por los tobillos hacia el pie de cama, quedando así mis piernas alrededor de sus caderas.
— ¿Por qué no lo es? —pregunto en un tono obstinado colocando los ojos en blanco mientras me apoyo en mis brazos.
— Porque lo digo yo —responde mirándome a los ojos.
— Esa no es respuesta —suspiro mirándolo también— Espero que lo que tengas en mente sea algo interesante porque de lo contrario juro que te clavo una estaca en la pierna —
— ¿Me vas a clavar una estaca en la pierna? —pregunta acercando su rostro al mío— Tengo planeadas varias cosas... —sonríe dejando un beso pequeño sobre mis labios.
— Si, lo haré y sabes que si soy capaz de hacerlo —afirmé sonriendo un poco.
— Correré el riesgo entonces —dice soltando mis piernas— Ven, vamos —toma mis manos y me levanta de la cama.

   Alec me ha hecho subir unas cuantas escaleras que ni sabia que existían, al llegar al último tramo me cubrió los ojos, subimos dicho tramo y pasamos por una puerta, sentía la brisa fría en mi piel mientas me hacían caminar un poco más. Al hacer que me detuviera procedió a descubrir mis ojos, no sabía que se podía acceder a la azotea del instituto, no sabía que desde aquí se tendría esta vista de Londres, es asombroso lo que veo. 

— Wow... —digo sonriendo amplio— La vista es hermosa desde aquí —me acerco hacia el borde y me apoyó en el muro admirando la vista.
— Me alegra que te gustara —dice colocándose a mi lado— Muy poca gente sabe como llegar hasta acá, antes de que vinieras me la pasaba aquí y alguna veces todavía vengo, no se porqué pero estar aquí me trae paz y mientras más admiro la vista y veo a la gente vivir una vida normal mantengo el recuerdo de mi vida anterior —
— Creo que eres de los pocos que quiere mantener ese recuerdo —comento volteando a mirarle.
— Tu sabes como me siento respecto a mi familia y eso pero yo no se como te sientes con la tuya —
Frunzo los labios escuchándolo y regreso mi mirada a la vista delante de mi— Trato de no pensar en ellos, no porque no los quiera recordar, mis recuerdos están intactos, sino porque soy una decepción para ellos por esto en lo que me convertí, en lo que me convirtieron, de hecho dejé de intentar contactarlos porque cada vez que lo hacía me ignoraban o daban respuestas secas y cortas, es por eso que he entendido que para ellos yo ya no existo —
— Eso me molesta un poco, ellos tienen la oportunidad de seguir viéndote y deciden no aprovecharla mientras nosotros o al menos los que son como yo con esto no la tenemos —suspira volteando a mirarme— Creo que es bueno que sepa eso ahora —dice tomando mi mano— Ven, vayamos a otro lado —
— ¿Por qué crees que es bueno saberlo? —pregunto entrelazando nuestros dedos a la par que comenzaba a caminar junto a el.
— Porque así voy conociéndote más —responde levantando nuestras manos para dejar un beso en la mía.

   Son esta clase de pequeños detalles los que siempre, por alguna razón, he apreciado más. Parece que alguien se ha salvado de que le clave una estaca, habíamos bajado de la azotea y ahora estábamos camino al lago de las sirenas, de algún modo parece que Alec sabe que me gustan esas criaturas.

— Ven, vamos a sentarnos por allá donde ellas no nos vean, no falta mucho para que empiecen a cantar, les gusta hacerlo cuando no hay nadie —me dice en voz baja mientras nos sentamos entre dos rocas a lo alto de donde está el largo, podemos verlas entre el medio de estas y quizás alguna de ellas pueda vernos pero lo dudo por dos razones: la distancia y que ellas se meten mucho en sus cantos.
— Mira, está comenzando —digo emocionada en un susurro mirándolas, nunca las había escuchado cantar, siento que tengo seis años de nuevo y que escucho las historias de mis padres por la noche.

No puedes huirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora