Aquí se termina, mi cabeza ha dejado de echarte de menos hace ya semanas, creo que se ha dado cuenta de todo el daño que nos has hecho. Aún me acuerdo de todo, las noches llorando, los días escribiendo interminables textos con más sentimiento que el corazón de un enamorado, escribiendo para ti, para conseguir nada más que desprecio. Entonces llega ese momento en el que te cansas de hacer todo para recibir nada, de mover montañas por alguien que jamás daría ni la mitad de lo que tú estarías dispuesta a dar por él/ella. Te das cuenta de que todo lo malo supera lo bueno con creces. Y llega la gota que colma el vaso, porque aún a pesar de haberle perdonado hasta lo imperdonable, repite sus actos una y otra vez, sin descanso, aprovechándose de que tú siempre estarás para recibir otro golpe. Llega el momento en el que explotas, lloras de rabia y abres los ojos, de forma tan fuerte que parece que se te van a salir de las órbitas, ¿cómo pude estar tan ciega? y maldices todas las cicatrices que te ha dejado, que tú has consentido. Intentas salir de ese laberinto, salir sin perder a nadie más, que ya ha sido suficiente todo lo que ella te ha quitado. Pero cómo conseguirlo si te han dado mil motivos para irte y decidiste quedarte, pero justo el momento en el que decides huir las razones no son suficientes, y todos se preguntan por qué coño no lo hiciste antes y sí ahora, que se han acostumbrado a vivir con tu dolor. Y por el camino te pierdes a ti misma, pero ya es demasiado tarde para recuperar todo lo que se ha ido. Es entonces cuando te arrepientes de el día en el que empezó todo, el día en el que cruzasteis la primera palabra o el primer abrazo, maldices haber comenzado la conversación, haberla hecho parte de tu vida para que se dedicara a destrozarla.
Toca comenzar de nuevo, reparar lo antiguo y mirar hacia delante, recuperar el optimismo y las ganas de vivir que te han quitado, curar heridas y volver a reír por todo, por nada.
