Capítulo 36 (REESCRITO)

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Capítulo 36

Gala

El tiempo pasa más deprisa según creces, pero creo que es a partir de los veinte años cuando empieza a correr del todo. Siempre he pensado que vivimos con mucha ansia de cumplir la mayoría de edad para hacer lo que nos dé la gana, y es por eso mismo por lo que el tiempo se pasa muy lento hasta llegar a esa edad. Después, una vez de has acomodado en tu independencia y en tu potencial de ser adulto, la vida empieza a pasar sin escrúpulos. Y te lamentas.

Por aquel entonces para mí el tiempo pasaba a ritmo medio, pero desde el momento que empezó mi relación con Derek, todo empezó a ocurrir deprisa. De golpe y porrazo nos habíamos plantado en febrero, habíamos formalizado la relación hacía ya un mes y teníamos una fecha de aniversario para celebrar. Éramos muy jóvenes y a los dos nos parecía divertido recordar que cada día veinticuatro, sumábamos tiempo.

—¿Sabes que día es hoy, princesa? —preguntó en un susurro y levantando una de sus preciosas cejas. Estábamos en la cama después de una de nuestras noches locas. Y si, sus cejas también me parecían preciosas.

Desde aquel día en el que él y mi odiado exnovio se enzarzaron en una pelea de palabras en el vestíbulo de mi casa, el idiota de Derek había decidido llamarme princesa de vez en cuando y en tono burlón. Resulta que le había mucha gracia el tonito que Nicolás utilizaba para decir esas palabras, y después de imitarlas, siempre decía que le parecía ridículo. Cuando yo le contestaba que él era un chulo muy parecido, él me replicaba que con la chulería había que nacer para que te quedase bien. Era cargante, ¿verdad?.

—Claro que lo sé —respondí riéndome como una tonta—. Y deja de llamarme princesa.

—¿Por qué, princesa? —volvió a preguntar retirando el pelo de sus ojos.

—Porque...¿pareces tonto?

Riendo se levantó de la cama y caminó hacia la mesa blanca que había debajo de mi habitación, abrió el cajón y cogió mi fonendoscopio negro.

—¿Tonto, muñeca? —levantó las manos y con una en cada extremo del aparato, lo colgó en su cuello—. ¿Y ahora?

—Ahora más. Pero estás muy sexy.

Sonrió de medio lado. Negarlo era una tontería, porque Derek era sexy en sí mismo. Era algo intrínseco en su persona, pero verle sin camiseta y con un fonendoscopio colgado del cuello, era la viva imagen de un calendario para mujeres de la tercera edad.

—¿Muñeca? ¿Ahora también muñeca? Estás perdiendo todo tu encanto.

—Bah —gesticuló tirando el fonendo encima de la mesa y volviendo a la cama—. Eso es imposible.

—¡No tires así el fonendo!, es carísimo, cretino.

Derek miró primero al aparato y después volvió a mirarme.

—Patosa, te he pillado.

—¿Me has pillado? ¿En qué?

—Pues que estuve a punto de comprarte uno de esos por San Valentín y los había por cuarenta eurillos.

—¿Te parece poco? Los hay más caros.

—Pues gastándote más de quinientos euros en unas alianzas y llevando un escucha corazones de cuarenta. Qué tacaña, ¿no?

—¿Tacaña yo? —pregunté indignada—. Además, ¿Quién regala por San Valentin un fonendo?

—Lo regalo yo, que tienes uno negro...como las señoras mayores.

[COMPLETA] No lo llames amor, llámalo Derek.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora