Don't you know I'm alone whitout your love?

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- Carlos, –Dice con voz rota.– voy a dejar Auryn.

- ¿Cómo que te vas de Auryn? No puedes irte siempre ha sido tu sueño vivir de la música.

- Sí, puedo y lo voy a hacer.

- Pero... ¿Por qué?

- Por ti, Carlos, no ves que estoy loco por ti. No quiero seguir en el grupo viéndote cada día y saber que nunca más podré volver a besarte, que nunca escucharé un "te quiero" de tus labios, que nunca vas a quererme como yo te quiero a ti. Mañana se lo diré al resto. Buenas noches, mi vida.

Me quedo mudo ante su confesión. ¿Cómo he podido llegar a hacerle tanto daño como para que quiera abandonar su sueño? Me siento la peor persona del mundo.

Oigo que cierra la puerta de su habitación y apago yo la televisión y me encierro en la mía.

Sé lo que es que la persona a la que quieres no te corresponda. El recuerdo de Edward vuelve a mi mente. Nos conocimos un verano que él y su familia pasaron en Alicante. Siempre me llamaba Charlie y decía que le resultaba muy mona la manera que yo tenía de decir su nombre. A mí me impresionó con su acento extranjero y su don de volar sobre las olas en vez de surfear. Ni siquiera me acuerdo como nos dimos el primer beso pero lo que si recuerdo son las noches hasta muy entrada la madrugada (todo lo tarde que me permitían llegar a casa mis escasos diecisiete años) tirados en la arena viendo estrellas y besándonos.

Sin darme cuenta soy un mar de lágrimas. No puedo permitir que Blas eche su sueño, por el que ha luchado muy duro, a perder por mi culpa.

Cuando consigo dejar de llorar, me lavo la cara para quitar todos los restos de maquillaje corrido y me pongo uno de los pijamas que Andrea me ha traído. Ahora que soy una chica no puedo dormir sin ropa y que entre alguno de mis compañeros de piso.

Salgo de mi habitación y cruzo los escasos 150 centímetros del ancho del pasillo hasta la puerta del cuarto de Blas.

Llamo suavemente con los nudillos. No oigo ningún sonido de vuelta, ni si quiera oigo a Blas. Abro con cuidado por si estuviera dormido y le veo tumbado en la cama con la cara escondida en la almohada. Me siento en el borde de la cama y, al notar que esta se hunde, levanta la cabeza. Tiene los ojos hinchados y a pesar que no entra casi ninguna luz, se nota que está llorando. Yo solo le acaricio la mejilla sin saber que decirle.

- Lo siento. –Son las primeras palabras que puedo articular tras un tiempo que para mí se me hace infinito en que sólo se escuchan nuestras respiraciones. La de Blas más irregular que la mía.

- No tiene que sentir nada.

- Blas, antes no fui totalmente sincero contigo. Sí que salí una vez con un chico pero me hizo daño. Tú no te mereces salir lastimado por mi culpa. Te aprecio, Blas, eres una muy bella persona y encontrarás a alguien que te ame tanto como tú eres capaz de amar.

- No quiero a nadie, yo te quiero a ti. Déjame intentarlo.

Se me parte el alma verlo así. Tan vulnerable, tan frágil.

- ¿Y si sale mal? ¿Qué pasaría con Auryn?

- ¿Y si sale bien? Además, de todos modos Auryn ya está roto.

- Si... Si yo te doy una oportunidad, ¿tú no te irías?

- No quiero que estés conmigo por interés, pero supongo que no me iría.

- No es solo por Auryn, démosle a esto una oportunidad y veamos qué pasa.

Blas sonríe tras esa cortina de lágrimas que empapan sus mejillas. Le limpio los restos de llantos con los pulgares. Me acerco lentamente a él y le beso. Despacio. Ninguno de los dos tiene prisa por terminar este instante eterno. Blas tira de mi cuerpo haciendo que me tumbe en la cama. Nos separamos del beso sonriendo los dos.

- Siempre has tenido una sonrisa preciosa, pero saber que yo soy el motivo la hace todavía más bonita para mí

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- Siempre has tenido una sonrisa preciosa, pero saber que yo soy el motivo la hace todavía más bonita para mí.

Nos quedamos así, simplemente acariciándonos sin prisa. Solo iluminados por la luz de luna que quiere colarse en ese momento tan íntimo, tan nuestro.

Oímos la puerta de casa abrirse y varias risas, entre ellas alguna femenina. Parecen que hoy alguien va a tener una noche movidita.

Me llevo un dedo a los labios y me levanto de la cama despacio. Le doy un beso en la frente y susurro bajito para que nadie nos oiga.

- Buenas noches, chiqui.

- Buenas noches, mi vida. –Me responde en mi mismo tono.

Abro la puerta con cuidado, cruzo el pasillo y me meto en mi habitación.

Me tiro en la cama y abrazo a mi almohada. Enseguida se escuchan ruidos de la habitación de Álvaro que está pegada a la mía. Lo peor de nuestra casa es que las paredes parecen de papel.

Me levanto de la cama, de nuevo, y me recojo el pelo. Llamo a la puerta de Blas y me abre con cara de medio dormido.

- ¿Te he despertado? Lo siento mucho, chiqui.

- No pasa nada, mi vida.

- ¿Puedo quedarme a dormir aquí?

- Pues claro que puedes. –Se aparta de la puerta para dejarme pasar y cierra tras él.– Pero me tienes que dar un besito para ello.

Pone morritos. Me acerco despacio a él y le doy un corto beso. Me tiro encima de su cama tal cual estoy.

- Oye, ¿por qué tu cama es más blandita que la mía? –Protesto.

- Porque yo no traigo ningún ligue a casa.

-Ni yo lo hago. Oye, una pregunta. –Me giro quedando bocarriba.– ¿A ti te gustan solo los chicos o también las chicas?

- Eres la primera chica a la que beso posiblemente desde que tenía catorce o quince. Asique sí, soy gay. ¿Y tú?

- No sé, pero algo tengo claro, los mejores besos y con diferencia que me han dado en la vida, son todos besos tuyos.

- No me digas cosas tan bonitas. –Le veo que se tapa la cara con las manos. Parece un bebé.

- Anda, vamos a dormir, chiqui. Que ha sido un día muy largo para los dos.

Se tira en la cama a mi lado. Me abraza por la cintura y apoya su cabeza en mi pecho.

 Me abraza por la cintura y apoya su cabeza en mi pecho

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- Que duermas bien, chiqui. –Le doy un beso en la frente.

- Sueña conmigo, mi vida. –Me deja un suave beso cerca del corazón.

Wow, ¿que os parece el capítulo? ¿Creéis que lo de Blas y Carla durará?

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Carlos... ¿o Carla?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora