-Scarlett-
Me desperté en un cuarto totalmente blanco, en la habitación reinaba el olor de medicamentos.
Mi vista estaba un poco nublada, como cuando te levantas de golpe y tu visión se torna borrosa. Conforme mi vista se aclaraba, el dolor en mis sienes se intensificaba a tal grado te sentir mi cabeza explotar.
Quise tomar mi cabeza entre mis manos pero una incomodidad en mi brazo izquierdo me lo impedía. En una de mis tantas venas se encontraba incrustada una aguja de liberaba suero –siempre odié las agujas- y podía ver una diminuta gota de sangre asomarse.
Tocaron la puerta y mi vista rápidamente se dirigió hacia el doctor que venía entrando.
-Buenas noches señorita Scarlett, soy el doctor Ben. ¿Cómo se siente?- preguntó, anotando unas cosas en la hoja que cargaba.
-Tengo un tremendo dolor de cabeza, ¿por qué estoy aquí?- el doctor me miró con incertidumbre, dirigiendo la pluma a la hoja para anotar algo.
Recién llegaba una enfermera para inyectar un medicamento al suero.
-La enfermera acaba de aplicarte un analgésico para tu dolor, en unos minutos ya no dolerá. Estás aquí por qué sufriste una crisis nerviosa que te colapsó, ¿no recuerdas lo que pasó?- dicho estas palabras, mis recuerdos se reprodujeron como un video.
*Flashback*
Cuando estaba justo al lado del accidente reconocí el carro que estaba en malas condiciones y me paralicé.
Bajé del carro sin importarme que estuviera encendido y corrí lo más rápido que pude, en mi mente sólo estaba Sam.
Las lágrimas caían como cascadas y sabía que no cesarían pronto. El dolor era lo que dominaba mi cuerpo en esos momentos y mi garganta ardía por mis gritos ensordecedores.
Cuando estuve a punto de llegar a los destrozos que solían ser un carro, unos brazos grandes me detuvieron y supe que se trataba de un policía, sin embargo, para mí eso no sería un impedimento. Grité, rasguñé, golpeé y pataleé pero eso de nada sirvió.
Pronto quedé aturdida y no pude escuchar nada. Veía a las personas hablar pero no los podía oír, personas corrían de un lado para otro pero yo no podía moverme. Sentí mi cuerpo caer y antes de que mi cabeza golpeara el suelo, alguien la sostuvo.
Pude ver unos ojos verdes llenos de preocupación y sus rizos. Me hablaba pero no entendía ni una sola palabra, lo único que podía oír era un pitido constante.
El chico de ojos verdes me sostuvo en brazos y corrió conmigo pero ahí todo se tornó negro y me desvanecí.
*Fin de Flashback*
Cuando me di cuenta, mi rostro estaba bañado en lágrimas y mis sollozos eran incontrolables.
El pitido de la máquina que marca mi ritmo cardiaco se había disparado y su sonido me alteraba más.
-Scarlett debes tranquilizarte. Enfermera, necesitamos 10 ml de calmante y colóquelo cuanto antes- en seguida la enfermera inyectó algo en mi brazo derecho y el efecto fue instantáneo.
Me sentí relajada y un poco adormilada. Ya no podía llorar y solo quedaban los espasmos en mi cuerpo pero dentro de mí estaba rota. Sentí que mi vida no valía la pena.
Me mantuve recostada en la camilla con los efectos del medicamento y así pasaron las horas. Poco a poco el efecto iba disminuyendo pero no del todo.
Escuché que alguien entraba a la habitación pero ni siquiera me inmute. Arrastraron una silla a mi lado y se sentaron.
Era mi madre. Llevaba su vestimenta negra y sus ojos estaban enrojecidos con lágrimas acumuladas. Jamás había visto a mi madre lucir tan mal y eso aumentaba mi dolor.
-Mi niña- pronunció antes de soltarse a llorar nuevamente.
Mis ojos escocieron y nuevamente me encontraba llorando.
-Mamá- dije entre sollozos -¿Qué ha pasado? Dime que Sam está bien-
Mi madre sólo bajo la cabeza dando a entender todo. Sabía que ella también estaba rota.
No podía creer que él ya no estuviera y tampoco quería aceptarlo. Él se había vuelto una parte de mí y ahora estaba incompleta. ¿Mi vida tendría sentido ahora que mi más grande amor se había ido para nunca volver? Fue en ese momento que deseé poder decirle un último "Te amo".
