Le lancé al cielo una mirada furibunda y bufé. ¿Por qué, de entre todas las personas, me tenía que pasar esto a mí?
Eché a andar, resignada. Hacía frío, la mochila pesaba como si llevara piedras dentro y había cuarenta minutos andando hasta el instituto. Definitivamente, este no era mi día.
Por descontado, mi sentido de la orientación era terrible. A los cinco minutos de echar a andar ya no sabía por dónde ir. Tenía dos obciones, tirar por la derecha o por la izquierda. Justo en ese momento vi pasar a dos personas jóvenes con mochilas a la espalda. Eran un chico y una chica vestidos con ropas oscuras, como todos en el instituto. Giraron a la derecha y desaparecieron en la esquina. Yo me mordí el labio, dubitiba. Había un puñado de institutos en el pueblo, y yo no tenía ninguna garantía de que fuéramos al mismo. Pero, por otro lado, no tenía nada que perder.
Les seguí. Pero, cuando doblé la esquina, me encontré con que la calle estaba desierta.
Eso te pasa por lenta.
Avancé con rapidez hasta el final de la calle, pero tampoco los encontré. Así que seguí avanzando por donde me guiaba mi intuición. Las calles con cuesta hacia abajo las hice corriendo, y las demás a paso rápido (que con mi altura equivale al paso relajado de alguien). Respié aliviada cuando por fin llegué a una cuesta particualrmente larga y empinada. Ya estaba. Al menos, desde allí estaba segura de que no me perdería. Sólo tenía que subir la cuesta y girar en la rotonda.
Ya más relajada, me atreví a mirar la hora.
Grave error.
Mierda. Llegaría tarde aunque me teletransportara hasta la mismísima puerta del instituto. Aún así hice un vano intento de acelerar aún más el paso para llegar antes.
No funcionó.
Cuando finalmente llegué al instituto estaba agotada, sudada y jadeaba. Avancé pesadamente por el recreo hasta la puerta de entrada a los edificios. Traté de abrirla con todas mis fuerzas, pero ésta no cedió.
Me iba a perder la primera hora, sí o sí.
Al menos quizá pudiera entrar al edificio. Fuera hacía frío. Rodeé el recreo hasta llegar a una de las puertas traseras. Agarré con cuidado el manillar, giré, empujé y... Nada. Estaba cerrada. Pero realmente hacía frío fuera. Cerré los ojos y traté de normalizar mi respiración, agitada por el frío.
Tenía que entrar.
Con los ojos cerrados, intenté visualizar la puerta abriéndose. El color de la pintura resquebrajada, la fuerza necesaria para abrirla, el movimiento deslizante que producía al abrirse... Todo. Agarré el pomo con una mano y volví a reproducir mentalmente el movimiento. Giré la muñeca y empujé. La puerta se abrió con un chasquido. Me colé dentro sigilosamente y, sin que los conserjes se dieran cuenta, entré en un pasillo bastante solitario.
En ningún momento me percaté de los peligrosos ojos que me vigilaban de cerca.
N/A:
Holaaaa!
Ya estoy de vuelta, y quería sobre todo agradecer los casi 400 leídos. Muchísimas gracias a todos, no sabéis lo feliz que me hace decir esto.
Para este capítulo, +7 comentarios y +10 votos. Si no, no subo el siguiente.
(Soy mala, lo sé)Pregunta:
¿Quién creéis que sigue a Trish?
Yo creo que es Fernando, el pandicornio que tiene como mascota.
Nah.
Bueno, recordad las normas para que suba el siguiente capítulo.
Bye.
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Un encuentro inoportuno© [PAUSADA]
Teen FictionTrish es una adolescente normal. Buen comportamiento, buenas notas... Ella y su mejor amiga Lisa forman parte del consejo escolar, y... Vale, no. Trish y Lisa, dos adolescentes locas, gamberras y peleonas, cometen la imprudencia de enfrentarse (acci...