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Ayer te dibujé.
Cada pequeño rasgo de tu cara, cada color que se mezcla entre tus cabellos y con las tonalidades de tu piel, esa mirada fiera que te caracteriza, llena de tristeza y melancolía, todo tú me inspiras.

Ayer, que te vi, de perfil, con la mirada gacha, los ojos mas brillantes que nunca, con los labios rojos e hinchados, y los finos rayos de luz entrando por la ventana, pegando en tu rostro, volviendo tu iris aún más claro, y dejando ver tus pupilas dilatadas, entendí, lo que es la inspiración.

No pude sacarme tu imagen de mi cabeza durante todo el maldito día, y a medía madrugada, con el insomnio de tu mirada, comprendí, al fin, lo que es tener esa necesidad repentina y enfermiza a medía noche que alguna vez tuvieron los poetas, pintores y escritores, de hacer algo tan digno como un poema, un cuadro, o una canción.

Por primera vez en mi vida, sentí un tipo de complicidad, como un secreto compartido con los más grandes. Me sentí pura, llena, como si estuviera descubriendo el universo.

Y de algo no cabe duda. Tú, eres como el océano azul, las olas golpeándolo y el olor a sal. Eres cómo el bosque lleno de árboles verdes. Eres como los campos dorados de trigo, bailando al son del viento. Eres esa noche estrellada y de Luna llena, que, alguna vez, y hace bastantes años, inspiró a Beethoven, a Mozart, a Shakespeare, a Lennon, a Da Vinci.

Y es que eres el secreto más grande del arte.

DESTROYADonde viven las historias. Descúbrelo ahora