Capítulo 40

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Conduje de muy mal humor hasta llegar al aeropuerto internacional de los Ángeles. Gracias Michele y a el internet inalámbrico de mi celular, me había enterado de algunas cosas de la tal novia —de la cual yo no tenía ni idea que existiera— de Austin.
Su nombre era Lila Hastings, tenía dieciocho años y odiaba a todo mundo. Había salido en un sinfín de películas británicas, modelado en las pasarelas más famosas de todo el planeta e incluso se rumoraba que alguna vez había sido novia de Hutch Dano. Y créanme, yo amaba a Hutch Dano.
Por lo que había leído, también era una pequeña gata rubia caprichosa y creída que pensaba que las morochas eran personas estúpidas, cuando la única estúpida era ella.
Quería verle la cara para escupirle en el ojo y golpearla con mi bolso.
Pero no, yo no era tan salvaje. Simplemente me quede ahí, sonriéndole como si fuera mi amiga de toda la vida mientras caminaba hacía mí por los pasillos del aeropuerto. Me lanzo una mirada extraña, como diciendo “¿Y esta quién es?”. Me acerque a ella, y con la fuerza de mi interior, la salude.
—Hola —Me impresione de lo buena que era fingiendo mi voz de felicidad—. Tu debes ser Lila, ¿no? Michele me pidió que viniera por ti…
—Oh, ¿Ella a mandado a la sirvienta? Perfecto. Recoge mis maletas, rápido. ¿Y qué demonios estas vistiendo? —Ella siguió su paso, dejándome ahí parada en medio del trafico de gente. Cerré mis ojos y los apreté. No me pagaban lo suficiente para esto—.
Después de haber tomado sus mil baúles, que eran más pesados que yo, y haberlos subido en la cajuela del coche de Michele —Realmente, no tengo la menor idea de cómo pudieron caber—, conduje de regreso, mientras ella hablaba con alguien desde su celular y yo me concentraba en las calles pavimentadas, tarareando canciones de The Beatles.
Pronto, en la casa, Michele, Austin y un muchacho de cabello corto y músculos marcados se encontraban en el exterior de la casa, llenando otra camioneta con mochilas, comida y edredones. Si tuviera un mejor humor, me reiría de ver a Michele y a Austin, siendo tan normales y haciendo actividades de madre e hijo. Era una lastima tener a Lila a mi lado.
Se bajo sin decir nada y corrió directamente hacia los tres, dejándome con sus maletas sola.
Perfecto.
Desde la distancia, pude ver a Austin claramente sorprendido, mientras Lila lo abrazaba y Michele chillaba de emoción, literalmente. Me baje del coche mirando la escena, metiendo las palmas de las manos en los vaqueros. En serio no podía creer lo ingenua que había sido con Austin. Suspire y me puse a trabajar, intentando bajar las pesadas maletas de la cajuela, sin ayuda de nadie. Sentí que iba a desfallecer mientras aventaba la primera al suelo, hasta que sentí a alguien ayudándome.
Me gire para ver quien era tan gentil y bondadoso como para echarme una mano, y contemple al muchacho que hace apenas unos segundos había estado con Austin y Michele. El me sonrió y estiro una mano hacía mi.
—Hola, tu debes ser ___, ¿no? —Yo asentí, mirando a sus grandes ojos azules, hipnotizada—. Mamá me conto mucho sobre ti.
“Mamá me conto mucho sobre ti”.
¿Qué demo… Oh, oh.
—¿Tu eres hermano de Austin? —Pregunte sorprendida. El apretón duro más de lo normal, así que fui yo quien tomo la iniciativa de separarme. El me sonrió, mostrándome su perfecta dentadura—.
—Así es. Lucas Mahone, para servirte.
“Mamá me conto mucho sobre ti” Y no Austin. Me gire para contemplarlo discretamente, sin ser grosera con Lucas, frente a mí. El seguía pegado a Lila. Me volví hacia Lucas, de pronto sintiéndome maravillada al notar sus esculpidos pectorales que se marcaban a la perfección contra su camiseta. Puse la sonrisa más seductora que tenía, mientras me ayudaba con las maletas. Me sentía tan patética, pero ¿y qué?
Mi venganza seria perfecta.

~Corazón Ciego~ Austin MahoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora