Capítulo 33

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—¿Cómo es posible que en tu estado hagas tantas locuras, eh?
Austin comenzó a carcajearse y a doblarse en el suelo de su recamara, mientras yo lo observaba furiosa desde el marco de la puerta. El recorrido desde el club hasta su casa había sido un infierno, gracias a sus ronquidos me provocaban un horrible dolor de cabeza. Ni siquiera me dio tiempo como para derretirme con su cercana presencia.
—No estoy bromeando, Austin. ¿Por qué te metes en tantos problemas? ¡Y por favor ya deja de reírte! —Le grite refunfuñaba y golpeaba duramente mi pie izquierdo contra el suelo. No era muy fanática de utilizar los berrinches para conseguir algo, pero en este caso, me resultaba inevitable el no hacerlos—.
—Cálmate un poco, bebe —Dijo él, balbuceando y riéndose más. Gruñí y me acerque más a él—.
—¿Qué me calme? ¿Quieres que me calme? ¡Cálmate tú! —Volví a gritarle, esta vez con más rabia y enojo. Odiaba cuando se ponía ebrio y comenzaba a decir incoherencias y estúpideces tan propias de él—. … ¡Y no me vuelvas a decir bebe! ¿Me entendiste!
—Ya, deja de rezongar. Haces que me duela la cabeza —Dijo él, incorporándose del suelo con una increíble lentitud. Se tambaleo un poco y cayo sentado sobre la cama—. Me duele todo —Froto con rudeza su frente y después su semblante se torno distante. Me asuste—.
—¿Te encuentras bien? —Dije yo repentinamente, dejando el enojo por un lado y arrodillándome sobre el suelo, a un lado de la cama para tener una mejor visión de él. Lleve una palma hacía su frente y el asintió—.
—Estoy perfecto.
«Eso es más que obvio. Cualquiera se podría dar cuenta de lo perfecto que eres».
«Perfectamente ebrio y tarado, sin escrúpulos y un ego odioso que me hace, literalmente llorar».
Sacudí mi cabeza, alejando los pensamientos negativos por un momento. Mi atención se volvió a centrar en Austin.
—No te muevas, ¿vale? Te traeré algo de medicina y un vaso con agua. Júrame que no saltaras por la ventana o pondrás tu vida en peligro —Le ofrecí mi meñique, para que el enlazara el suyo con el mío y formáramos una “promesa”. Sabía que era una tontería, y que si a él se le pagaba la gana, saltaría de donde quisiera—.
—Vale, pero no te tardes, bebe.
—Eres imposible —Le dije, alejándome de él y recorriendo el pasillo con rapidez. Baje trotando las escaleras y en menos de lo que canta un gallo, tome una jarra de agua con hielo que se encontraba en el refrigerador y una caja de pastillas blancas que servían para desaparecer los dolores y espasmos del cuerpo. También aproveche para apagar las luces de toda la planta baja, cerrar las cortinas y la puerta de la entrada y del patio trasero. Corrí de nuevo hacia arriba, atravesé el pasillo en un dos por tres, y volví a entrar al cuarto.
—Tiempo record, ¿uh? —Pregunto él con una sonrisa surcando su cara. Tomo con una mano dos pastillas y bebió agua de la misma jarra, ya que se me había olvídalo llevarle un vaso. Hizo una mueca extraña, ya que se había tragado un hielo entero y después coloco las cosas sobre la mesilla de noche—.
—¿Te sientes mejor ahora? Debí de haberte hecho un café, lo siento. Ojalá que la migraña de mañana te quite las ganas de beber por un buen tiempo —Bromee mientras volvía a sentarme a su lado, sobre la cama. El giro su cabeza en mi dirección y sentí como sus ojos pálidos intentaran ver más allá de mí. Un temblor sacudió mi cuerpo y sentí la necesidad de acercarme más a él—.
—____, yo sé que ya he hecho esto antes pero… —Se detuvo, intentado pensar como continuar. Me paralice, creyendo saber hacía donde se dirigía—. Bueno, antes que nada, no estoy ebrio, ¿ok?
—¿Qué?
«Eso podría explicar la conversación tan realista y coherente que estamos teniendo en estos momentos».
—Simplemente fingí estarlo para poder tener un tiempo a solas —Dijo él, volteando hacia adelante y jugando nerviosamente con sus muñecas. Lo mire como si estuviera demente—.
—¿Por qué fingiste todo eso? ¡Sabes lo mucho que me molesta que me mientas! ¿Verdad? —Le grite, recobrando el enojo de hace un par de minutos. Austin se levanto con rapidez y se volvió hacía mi, visiblemente enojado—.
—¿Ah sí? ¿Y tú crees que a mí no me molesto el que me mintieras? —Vale, el tenía un punto. Pero aún así, no tenía el derecho para hacer eso. El continuo, gritando —. ¡Te odie en esos momentos ___! Maldita sea, ¡me sentí horrible!
Lo mire culpable. Abrí la boca para hablar—. Austin, lo siento, yo…
—No. Déjame hablar, antes que me arrepienta —Paso las manos por su cabello castaño y mordió su labio inferior. Respiro hondo y continuo de nuevo—. Me engañaste todo ese tiempo. Pensé que había algo entre nosotros. Por lo menos eso me diste a pensar la primera vez que me besaste, ¿o ya se te olvido?
«¡Míerda! ¿Cómo sabía el de aquella vez que casi lo violo dormido? ¿Qué demonios? ».
—Había pasado muchísimo tiempo desde que no me había sentido así, con nadie. ¡Incluso cuando aún tenía vista! —El rio, sarcásticamente—. Solo que olvide, que la última vez que había querido a alguien tanto como a ti, esa persona me fallo. Já, por dinero, igual que tu. Que coincidencia, ¿no? “Yo solo hablo con él porque usted me paga”. Eres una hipócrita. ¿Significa que también aquel beso fue por dinero? ¿Qué demonios pretendías?
—Austin, te equivocas, enserio… —Le dije al borde del llanto. Si oía algo más, estallaría en lagrimas—.
El me volvió a interrumpir—. ¿Enserio qué? —Me grito, más enojado aún—. Eres patética. Oh, ¿y quieres saber por qué fingí el haber estado ebrio? Porque sabía que me traerías a casa y pasaría todo eso. Alex me conto que estabas en el mismo lugar que nosotros y no quise desaprovechar la oportunidad para enfrentarte. ¿Ahora estas contenta?
Bien, finalmente estaba llorando. Y mucho. Pero no iba a dejar que el me hundiera así, oh no señores. No me iba a quedar callada.
—Estas muy equivocado, Austin. Admito que al principio lo hacía por dinero, pero, Hey, ¡era mi trabajo! No es mi culpa que desde tu accidente te hayas vuelto tan cerrado y amargado. Tu madre se preocupo por ti y yo fui la única que podía con esto. ¡Por lo menos agradéceme que no salí corriendo como todos los demás! —Me incorpore y me pare enfrente de él—. ¿Y te digo otra cosa? ¡Ya no me importa! ¡No quiero volver a verte nunca! ¡Eres un estúpido egoísta que solo piensa en si mismo! No te importan mis sentimientos ni los de nadie más. Solo tú, tú y tú. Y si, aquella vez te bese cuando dormías. Y también te bese ayer, más bien ¡tú me besaste! ¡solo que estabas demasiado borracho como para recordar algo! Yo te odio más por eso. Por ilusionarme y tratarme como tu novia, para después tratarme como tu criada. ¡Te odio, Austin! ¡Te odio por ser como eres! ¡Y te odio más por enamorarme de esta manera y romperme el corazón! ¡Por mi puedes quemarte en el infierno! —Le grite mientras las lágrimas corrían por mis mejillas, humedeciendo mi ropa y estropeando mi maquillaje. Me limpie con la muñeca y me dispuse a salir de la casa cuanto antes.
Austin no dijo nada con mi reclamo. Simplemente se quedo ahí, meditando en silencio. No quise esperar a que dijera algo más y tome mis cosas, y camine a través del marco de la puerta de su habitación. A medio recorrido, en el pasillo, sentí la mano fría por el agua sobre mi antebrazo, deteniéndome. Me di la media vuelta, preparándome para estamparle una cachetada que marcara su bello y odioso rostro, pero Austin me detuvo antes de hacerlo.
—No me dejes, ___. Hoy no —Y dicho esto, me beso. Y fue mucho mejor que las veces anteriores. Coloco sus brazos sobre mi espalda baja y yo sobre su cuello y hombro. Sus labios fríos se sentían maravillosos contra mis labios calientes. Mordisqueo con delicadeza mis labios a medida que me apretaba más contra él. Me empujo contra la pared, enlazando sus piernas contra las mías y apoyándome en su muslo izquierdo. Sus manos recorrieron desde mis pantorrillas hasta mis caderas, deteniéndose cada vez justo antes de llegar a mi trasero. Solté un gemido, que provoco un ligero temblor en Austin. Después, el cambio de lugar su boca, besándome en las orejas, en los parpados, en la nariz, en el cuello…
Y de nuevo me sentía en el paraíso.

~Corazón Ciego~ Austin MahoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora