capítulo 1

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El lago ondeaba sus aguas tranquilamente. El reflejo de el cielo le hacia ver como sí estuvieran revueltas y espesas, pero lo único que estaba así eran las nubes.

La niebla baja deambulaba sombría y pesada al rededor de el pequeño muelle, una vieja construcción forjada en madera, ahora medio podrida de algunas partes, y otras infestadas de musgo mohoso.
Beth colgaba sus pies perezosa, sentada ahí donde el puente termina para dar paso al esplendor de el claro. Al otro lado el bosque.
Suspiró con añoranza, viéndolo con anhelo, sentía un cosquilleo juguetear entre sus costillas hasta inundar su pecho. El aire frío se alojaba en sus pulmones. Sentía la punta de su nariz fría, como un cubito de hielo.
El viento pintaba con un aroma salado.
Se quedó ahí, vigilando, esperando...
Pero no sabia exactamente qué, de hecho no tenía una idea en concreto de algo.
Era solo que le gustaba la sensación que le daba al observar todo aquello.
Imagina una pequeña corriente de aire filtrándose a través de ti, y luego envolviendo y estremeciendo tus fibras más delicadas y entusiastas. Con tanta calidez pero a la vez como una brisa fresca, llevándote a un lugar desconocido, pero que pereciera el lugar donde perteneces. De donde siempre as sido.
Eso le pasaba a ella.

Suspiró una vez más, solo que ahora más fuerte.

Saco el celular del bolsillo, al ver la hora se dio cuenta de el tiempo que había perdido, aunque no se atrevía a reconocer que realmente era tiempo mal usado, nunca le perecería. Era un lugar especial. No es como sí ahí hubiera dado su primer beso, o donde su padre solía llevarla de niña. No. Nunca le paso ninguna experiencia relevante, siempre le gustaba ir sola. Siempre, y hasta ese día, había sido así. Hacía que se olvidara un poco de sus problemas, de su vida tan agría y vacía —como ella la llamaba—, incluso de si misma. Esa era su parte favorita.

No queriendo se puso de pie, sabía que era hora de regresar, o alguien se molestaría mucho.
Se quedo viendo todo el panorama, intentando guardar la postal en su memoria, trato de memorizar bien el color de el agua, el de las nubes, el espesor de la niebla entre sus pies, el viento que iba aumentado cada vez más en su intensidad. El danzar de las ramas de los pinos, frente de ella, al otro extremo, donde el agua ya no llegaba. y como es que no había ningún sendero para atravesar el terreno atiborrado de árboles.
Recordó como era un sueño añejo el aventurarse en esas tierras, pero no se atrevía.
Cobarde.
Así se sentía al respecto.

Su cabello ondeaba rebelde, cubriéndole en ocasiones la cara.  Inhaló profundamente, su corazón se ensanchaba eufórico por la sensación que le producía.
Casi pudo escuchar que alguien le gritaba desde la otra orilla, ¡ven!
Pronto —Prometió.

                         ***

Llegó a su casa, entrando fue golpeada por una oleada de olor a huevo frito, proveniente de la cocina.
El televisor estaba encendido pero nadie lo veía, sintonizando un canal de noticias, el reportero alegaba sobre una de esas manifestaciones de jóvenes universitarios, y como afectaban a los demás civiles inocentes, de como alteraban el trafico y el orden público, etc. No le dio importancia.
Una vez que cerro la puerta cuidadosamente, avanzo igual por la sala. Sin hacer ruido. Ya que nadie se había percatado de su llegada aún. En gran parte fue gracias a el televisor y el alegato que tenía, el sonido amortiguó el de la puerta abriéndose.
Se escucho el abrir y cerrar de la nevera. Después el de unos cubiertos chocando sobre alguna superficie de vidrio, un plato o un vaso, quizás.
Beth apresuró el paso, llegó a la escalera, se dispuso a subirla dando grandes zancadas, cuando escucho a su madre:
—¿Beth? —se giro a verla, ahí frente el primer escalón, una mujer de casi 50 años, de piel bastante morena, y su cabello peinado en un chongo, viéndole con una mirada muy acongojada—. ¿Cuándo pensabas a avisarme que habías regresado?, ¡¿Es que no ves que me tienes muerta de la preocupación?! —su voz se escuchaba pesada, pero floja y angustiada.

Secretos De BethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora