La apuesta-[Capítulo 3]

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  Capítulo 3

—Bien... Yo... debo irme —dije, evitando su persistente mirada sobre mí.
—Oh, permíteme acompañarte.
—Ehm, claro... —acepté, insegura.
Comenzamos a caminar en dirección a mi hogar en completo silencio. Sólo podía oír nuestros pasos y sentir que él todavía mantenía la vista fija en mí.
—Y... ¿qué haces en tu tiempo libre? —interrogó. Parecía una entrevista.
—Paso mis tardes investigando la actividad celular. Es realmente interesante —respondí, con total seriedad marcada en mi rostro.
Él abrió los ojos estrepitosamente, tuve que controlar mi risa.
—Oh, sí... Debe serlo —puso atención en el camino que tenía frente a él.
—Kyungsoo, era broma —solté una carcajada.
—Debí imaginarlo —sonrió y volvió a posar la vista en mis ojos— y Por favor dime, Kyungsual
—Bien, Kyungsoo—su expresión se ensanchó aún más.
Seguimos avanzando a un paso intermedio, mientras le relataba lo que realmente me gustaba hacer y luego, continuamos hablando de otros temas.
Mi vista pronto se posó en un grupo de chicos que venían en nuestra dirección. Oh genial, los idiotas amigos de Kyungsoo.
—Kai, ¿qué haces por aquí? —cuestionó mi acompañante, cuando ellos estuvieron lo suficientemente cerca.
—Eso es lo que yo debo preguntarte... —llevó su mirada hacia mí—. ¿Ya tienes otra? Eres increíble —me sonrió con malicia y procedió a abrazar a su amigo, en forma de saludo.
Hice unas extrañas y torpes señas a Kyungsoo, dándole a entender que lo esperaría más adelante. No quería escuchar la conversación que esos tendrían.
Era de esperarse, ser otra en su vida, pero jugaría al igual que él. Eso le enseñaría.
Kyungsoo apareció nuevamente junto a mí unos minutos después y seguimos camino a mi casa. El corto trayecto que quedaba fue silencioso e incómodo. Ni una mísera disculpa por lo que había oído, nada... Absolutamente nada. Bien, no me sorprendía.
Pronto nos hallamos en la puerta del frente de mi casa.
—Bueno... aquí es. Gracias por acompañarme —iba a girar, pero tomó uno de mis brazos.
— ¿No vas a despedirte? —sonrió de una forma tan... encantadora.
—Oh, claro —me acerqué y posé sus labios sobre su mejilla—. Listo, nos vemos, Kyungsoo.
—Oye, espera. Falta mi saludo —comenzó a acortar la distancia entre nuestros cuerpos. Iba a besarme, pero, claramente, no se lo permitiría.
Lo frené colocando mis manos sobre su pecho.
—Adiós.
Giré y me adentré a mi hogar, dejando fuera a un Kyungsoo totalmente atónito. Esperaba con eso haber bajado de un hondazo su gran ego, que de seguro se encontraba por las nubes.
Suspiré al encontrarme dentro. Había sido una tarde realmente larga.
— ¿Quién era ese? —interrogó con tono sobre-protector, mi hermano Kris, apoyado en el umbral que daba a la sala. Había espiado por la ventana, no lo dudaba.
—Nadie. Un... amigo —siquiera eso era. Una buena definición: mi ególatra compañero de Matemáticas.
— ¿Desde cuándo te llevas con Do Kyungsoo? —lo miré sorprendida. ¿Acaso lo conocía?
—Sí sabes quién diablos es, ¿para qué me preguntas? —dije de mala gana—. Además, ¿cómo lo conoces?
—Porque la hermana de Lay muere por él. Le ha roto el corazón varias veces ese idiota —contestó con seriedad—. Siquiera se te ocurra tener algo con él —no veía la hora en que fuera a estudiar a la Universidad, a pesar de que tenía conciencia que lo hacía para protegerme.
—No te metas en mi vida, Kris. Sé cuidarme sola —puso sus ojos en blanco.
Comencé a subir las escaleras que me llevarían hasta mi cuarto. Estaba devastada, necesitaba dormir.

Al día siguiente, algunos rayos de sol en mi cara anunciaron que ya era hora de despertar. Maldición. Me levante a regañadientes de mi cómodo lecho y me dirigí a mi guardarropas. Opté por usar una falda corta de jean, la primera blusa que encontré entre todo el gran desorden que había dentro de mi ropero y mis tenis preferidos. Me adentré a mi baño para asearme y colocarme las prendas que había escogido. Una vez lista, bajé para desayunar ligeramente. A esa altura de la mañana, nunca tenía demasiada hambre. Al finalizar, y después de despedirme de mis progenitores, me encaminé hacia la secundaria. Allí como siempre me esperaba Jeanette.
— ¡______! —exclamó al verme. Poseía una gran sonrisa en su rostro.
— ¿A qué se debe tanta emoción? —pregunté, luego de saludarla.
Comenzamos a caminar por los pasillos hasta llegar a nuestros casilleros.
—Hablé con Luhan ayer en la noche. Creo que haces bien las cosas, Kyungsoo está loco... por ti, claro está —intenté ocultar mi sorpresa.
— ¿Ah sí? No he hecho la gran cosa... —comencé a sacar los libros necesarios.
—Conociéndote, de seguro no has hecho nada... Pero eso es genial, te querrá por lo que eres —era increíble, pensé que me regañaría.
—Sí, como digas, Jeanette —dije, sin interés alguno.
Kyungsoo nunca me querría, sólo era una más en su gran lista.
—Uhm, mira... Viene directo a ti, mejor me voy. Nos vemos en clase ______— ¡Genial! Me dejaba sola cuando eso era lo que menos deseaba.
—Oye, chica afortunada, ¿cómo te encuentras hoy?
Sé tolerante, por lo que más quieras resiste a tus ganas de querer golpearlo, suplicaba una voz en mi mente.
¡Cielos! ¿Es que nunca desaparecería su gran ego?
—Oh, perfectamente —hice un intento de sonrisa—, ¿y tú?
—Genial. Todo mejoró ahora que te veo...
Cuando quise notarlo, estaba entre el frío metal de los casilleros y el formidable y musculoso cuerpo del idiota de Kyungsoo.
— ¿Sabes? Ayer me dejaste con ganas de hacer algo... —susurró en mi oído. Cuando su aliento golpeó contra mi piel, un escalofrío recorrió todo mi ser y no entendía como aún estaba de pie. Mis piernas flaqueaban, traicionándome, de esa forma.
Comenzó a rozar sus tibios labios por la tez de mi rostro hasta llegar a la comisura de mis labios. Eso causó que me estremeciera de pies a cabeza y una extraña sensación fluyó por el torrente de mi sangre. ¡Diablos!_____, debes detener esto, oí a mi conciencia, y tenía razón. Con demasiada fuerza de voluntad logré apartar un poco a Kyungsoo de mí, antes que concluyera su acto al capturar mis labios.
Llevé mi dedo a su tentadora boca.
—No conmigo, Kyungsoo—musité y conseguí escabullirme de entre sus brazos. Luego pude notar como todos los allí presentes, nos observaban.
Agaché mi mirada, aferré los libros en mi brazo y me dirigí a mi próxima clase: Física. Llegué al salón correspondiente y ocupé mi lugar junto a Jeanette, a quien no mire con buena cara, precisamente.
—Gracias por dejarme sola, amiga —dije con sarcasmo, mientras comenzaba a abrir mi cuaderno de apuntes.
—Oye, intento ayudar —se defendió con tono angelical.
—Bien, si miro el lado bueno... Pude darme cuenta que si quiero, tengo fuerza de voluntad —confesé clavando la vista en mi libro. Tal vez Jeanette no cuestionaría acerca de eso.
— ¿A qué te refieres? —en mis mejillas se aglomeró sangre. Oh no, se daría cuenta— ¡¿Intentó besarte?! —exclamó con desmesurado entusiasmo, lo que provocó que todos voltearan a vernos. Gracias a Dios, la profesora hizo presencia allí y todos sacaran su enfoque de nosotras.
—Voy a matarte —susurré antes de intentar prestar alguna mínima pizca de atención a la señora Stone. Fue en vano, en mis pensamientos revivía una y otra vez la situación ocurrida con Kyungsoo. Estuve ambas dos horas haciendo garabatos sobre una hoja para disimular mi distracción, mientras que mi mente sólo se concentraba en la sensación que provocaba su aliento sobre mi piel y... Oh, ¡Ya para! Debía sacarlo de mi cabeza.  

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