7. Confesión.

293 30 9
                                    


  Realmente fue incómodo. No sé cuánto habré estado mirándolos, pero sentía como si me hubieran dado un fuerte golpe en el pecho dejándome inmóvil. Él la tenía acorralada contra la pared y sus cuerpos estaban lo suficiente apegados, incluyendo sus labios, los cuales se besaban como si no hubiera un mañana.

  Volví a la realidad cuando me percaté de que me ambos tenían sus ojos clavados en mí, carraspeé y miré hacia el suelo. No quería que vieran a través de mis ojos como me estaba despedazando por dentro.

—Lo siento, estaba buscando un baño.

—Holly... —Sus brazos abandonaron el cuerpo de Stacey y dio unos pasos hacia mí.

—No, Mark.

  Él se detuvo y Stacey nos miró con el ceño fruncido. Yo comprendía la razón de su expresión, porque ni yo entendía lo que pasaba entre nosotros. No nos entendía.

—Siento interrumpirlos, nos vemos luego. —Mis labios se curvaron formando la sonrisa más falsa de mi vida, di la vuelta y bajé las escaleras lo más rápido que pude. Necesitaba salir nuevamente afuera y procesar lo que acababa de pasar.

  Me dirigí al jardín delantero y al salir la piel se me puso de gallina ya que las madrugadas de otoño eran bastantes frías. Me crucé de brazos con la esperanza de que eso me iba a brindar un poco más de calor y suspiré con pesadez.

  Me sentía mal, no como para llorar, pero si me sentía bastante angustiada. Quizás era porque aquella noche que Mark aceptó acostarse conmigo sentí que entre nosotros había una conexión más allá de una amistad, ya sea por la forma en la que me acariciaba el cabello o por cómo me miraba directo a los ojos, haciéndome sentir como si un tornado estuviera dentro de mi estómago. Y pensé que quizás, solo quizás, el pudiera sentir lo mismo que yo.

  Sentí una mano reposar sobre mi hombro y miré sobre mi hombro para verificar quien era.

—¿Podemos hablar?

  No sé si tenía ganas de aguantar la irritante personalidad de Edmond, pero supuse que si el me pedía hablar era por algo importante.

—Sí... ¿Qué pasa? —Fruncí el ceño a la vez que giraba completamente mi cuerpo para poder mirarlo de frente.

—Te quería preguntar si... —Observó a sus costados verificando que nadie estuviera lo suficiente cerca para oír nuestra conversación y cuando estuvo seguro prosiguió: —...no te ha pasado algo raro, ya sabes, como lo de ayer. —Rascó su nuca demostrando incomodidad. Al parecer no estaba acostumbrado a hablar sobre esto con nadie y le estaba costando.

—No, pero necesito que me des respuestas, Edmond.

—No es de tu incumbencia.

—¿Que no es de mi incumbencia? —Sentí como la ira se iba acumulando en mí. La verdad es que no podía creer que dijera eso. —¿¡Cómo puedes decir eso después de lo que pasó ayer!? —Tomé una bocanada de aire antes de que explotara por completo y comenzara a gritar como loca. Edmond lograba sacarme de mis casillas de un segundo a otro. —Creo que estoy en todo mi derecho de saber toda la maldita mierda que estás ocultado y me metió en esto. —Hablé entre dientes.

  Adiós cordura.

—Hey, tranquila. —Rió entre dientes, aparentemente desorbitarme le divertía. —Deja de hacer berrinches de niña de cinco años que vas a llamar la atención de los demás.

  Puse los ojos en blanco. Él no era sólo idiota, era triplemente idiota. Idiota, idiota, idiota.

—Voy a dejar de hacerlos cuando te dignes a contarme lo que está sucediendo.

Seducción CriminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora