s i e t e.

66 12 1
                                    

  "Grαcє αυ ciєℓ".

  Mijail se pasea en el segundo piso observando la ridícula estructura; sus pesados pasos hacen eco en todo el piso mientras abrocha los botones de su chaqueta. No busca nada, sólo necesita un tiempo a solas para pensar en cómo encontrar a su princesa.

  Andrómeda le había dicho que la piedra sólo lleva a los lugares deseados, o con las personas buscadas, pero si Mijail no desea con todo su corazón encontrarla, la piedra los transportará a un punto muerto.

  Él está seguro que la quiere encontrar, pero hay demasiadas ideas en su mente aturdiéndolo, sólo quiere encontrarla sana y salva, también tiene la preocupación de que algún enemigo la alcance, o la lastime, la sola idea de ella sintiendo dolor lo ponía con los nervios de punta. Él pone ambas manos en sus caderas mientras baja la mirada y frunce el ceño.

  Mientras tanto, Glacis cierra su mochila, la pasa en su hombro y grita:

―¡Mijail, vámonos!

  Ella camina lento hacia una de las ventanas rotas. Silba una tonada tranquila mientras cruza ambos brazos esperando a su compañero y observa el desierto a través de la ventana. La arena se levanta en una tormenta bastante violenta, así que ella entrecierra los ojos y divisa con dificultad sombras negras. Pierde el aliento y abre los ojos amplio para luego gritar:

―¡Mijaaail!

  Él levanta la mirada del suelo y frunce el ceño para luego correr rumbo a las escaleras; toda la estructura se sacude y él cae al suelo, luego frunce el ceño y aprieta dientes murmurando:

―Carajo...

  Afuera en la tormenta, tres hombres de piel grisácea y demacrada, están observando el edificio. Sus dientes sobresalen y giran sus cabezas provistas con cabelleras largas y negras, escuchando todo tipo de sonidos provenientes de la estructura. No tienen ropa, su estructura corporal es delgada, sus pies están al revés y sus ojos son completamente negros. Ellos abren sus bocas al mismo tiempo y sombras negras con rostros confusos salen disparados de éstas, chocando contra el edifico como masas de humo, que flotan sin emitir sonido alguno; pero que impactan con violencia en la vieja estructura.

  Dentro, Glacis está tirada en el suelo, cubriéndose los oídos con el ceño fruncido; los sonidos que escucha y que los seres provocan, la están lastimando. Son gritos que piden auxilio y la aturden; no sabe lo que está pasando a su alrededor, mientras pedazos de madera caen en cantidades preocupantes.

  Ella se arrodilla con dificultad mientras arruga la nariz, soportando los chillidos en sus tímpanos. Baja su mochila y la abre con dedos temblorosos, mientras Mijail baja de un salto y corre hasta ella en el derrumbe.

  Pone sus manos en los hombros de la chica, y la sacude diciendo:

―¡Tenemos que irnos!

―¡Yo me encargo de ellos, toma la piedra!

―¡No hay tiempo, sólo larguémonos de aquí!

―¡Nos perseguirán si no nos deshacemos de ellos! ―Grita Glacis zafándose de su agarre mientras corre rumbo a la puerta. Mijail frunce el ceño y maldice mientras baja su mochila y desliza la mano en el interior buscando la piedra.

  Ella se recuesta en la puerta observando una de las ventanas, respira profundo y levanta una barra de metal brillante parecido al oro, con una cuenta de perlas rodeándolo; ella lo sacude con fuerza y éste se extiende en un arco de cristal con la cuerda violeta.

Observa la ventana y divisa a los seres, así que frunce el ceño y piensa bastante molesta:

"Quiero encontrar a la princesita para partirle la cara por exponernos a esto..."

Descendencia©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora