El comienzo de la pesadilla

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Abro los ojos y despierto sudando copiosamente, enredado entre mis sabanas.

El sol había comenzado a brillar en el cielo hace un par de horas, era fácil saberlo, por la luz que entraba por entre las rendijas de la madera que había clavado hace días en las ventanas de la casa.

Me senté y miré a mi alrededor para cerciorarme de que todo estaba tal y como lo dejé antes de acostarme a dormir. (Diablos como extrañaba despertar sin miedo alguno).

Me dispuse a salir de mi cama.

El ambiente estaba caliente que hasta era desagradable, por lo cual me propuse a tomar un sorbo de agua de una botella que tenía al lado de mi cama.

La miré, aun sentado en un extremo de mi cama, y noté que apenas me quedaba agua para un pequeño sorbo.

Hice un gesto con la boca y la tomé. Ésta estaba tibia, pero al sentir como pasaba por mi garganta me hizo sentir un tremendo placer.

Salí del cuarto y bajé las gradas para llegar al primer piso, no sin antes cerciorarme de que todo estuviera en orden.

Al llegar a la planta baja, noté como todo estaba en completo silencio, eso no era de extrañar por esos días, al fin y al cabo creo que era la única persona que estaba con vida en miles de kilómetros a la redonda.

Caminé un poco para llegar a la ventana(que igual a las demás estaba tapiada, pero estratégicamente dejé un espacio entre tablón y tablón para mirar para afuera) me asomé y noté que el sol estaba radiante allí afuera.

El vecindario lucía desordenado como desde que comenzó todo; Basura por allá y por acá. Los pocos autos que habían estaban abandonados en media calle algunos con sus puertas abiertas, y las fachadas de las casas... Bueno éstas no habían sufrido muchos daños pero pareciera que éstas me miraban en silencio escondiendo quien sabe que secreto dentro suyo.

Sin previo aviso divisé uno de ellos a lo lejos en la otra acera cruzando la calle. Era torpe al caminar, y arrastraba los pies como si lo pesaran toneladas.

De pronto mi estomago rugió reclamando alimento, obligándome a posar una mano en la barriga.

No puse mas atención al "podrido" y me dediqué a seguir mi vida. (Si así se le podía llamar a mi diario vivir).

Volteé la mirada a la cocina que estaba pasando la pequeña sala, y decidí prepararme un bocadillo.

Caminé la distancia que me separaba de la alacena para darme cuenta de que la gran putada estaba vacía. (Que tonto había sido).

Me acerqué a la refrigeradora, la abrí velozmente y asome la cabeza para descubrir como una bofetada que apenas quedaba una lata de melocotones en conserva.

- Tendré que salir a buscar comida - me dije mientras sacaba la lata de la refri. Pero en todo mi ser se formaba un miedo imposible de describir.

Los podridos era un sobrenombre que de adolescentes, les habíamos puesto mi mejor amigo Brian y yo a los zombies, pues era un tema recurrente a discutir cuando nos juntábamos a conversar sobre esas cosas (conversaciones de adolescentes)...

Llevaba años desde la ultima vez que vi a Brian,
Y no había pensado en él hasta que me acordé de ese detalle mientras terminaba de comer mis melocotones en conserva.

- Bien... Llegó la hora! - me dije nervioso mientras tiraba la lata al basurero.

- Pero si voy a salir, no puedo salir desarmado. ¡Seré presa fácil! - exclamé mirando alrededor.

- Tiene que haber algo por aquí...

Busqué por toda la casa y puse todo lo que encontré sobre una mesa de madera pequeña que había en medio de la sala.

Entre las cosas había

Un martillo.
Un palo de escoba.
Un desatornillador.
Un cuchillo de cocina.
Un bate de baseball.
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Te gusta?... Quieres que siga? Bien, puntúa y comenta que arma debería llevar con sigo el personaje... Solo puede llevar una.

Los PodridosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora