Uno

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La combinación de la brisa fría y húmeda del invierno y el humo de cigarro era una esencia bastante particular. La caja de cáncer estaba resguardada en su bolsillo derecho, y la apretaba, no con fuerza, pero sí la mantenía bien sujeta. En el otro bolsillo, acariciaba el encendedor con el pulgar, frío al tacto.

Gerard soltó una bocanada de vapor, vio las estrellas a través de él, y cómo desaparecía al continuar caminando con paso lento. Le gustaba hacer eso. Siempre le gustó desde pequeño, y eso no había cambiado en lo absoluto.

Sintió una punzada de dolor en su pómulo, en el moretón que le había dejado su padre.

"¡No te atrevas a contestarme!" Vociferó balbuceante, escupiendo y liberando un terrible hedor a alcohol.

Dejó caer la botella, que sorprendentemente no se rompió, se encaminó a Gerard, levantó la mano y descargó una fuerte bofetada en él. Gerard volteó la cara involuntariamente al recibir el golpe, y como movimiento automático llevó su mano a su mejilla, que latía con insistencia. Miró al monstruo a los ojos, y en ellos estaba plasmada la furia.

Un dolor, un cigarrillo.

Corrió hacia la puerta, tomó su abrigo del suelo, aferró el picaporte y salió de ese infierno. No por mucho, por supuesto.

No se dió cuenta que había detenido su caminata, mirando a la nada. No era la primera vez que terminaba fuera de casa por la noche, ¿pero por qué se quedó pensando en eso, reflexionándolo?

Recordó que aferraba la caja de cigarros, y la sacó del bolsillo, junto con el encendedor, que ya no estaba tan frío.

Se sentó en el primer lugar que encontró, junto a un árbol casi sin hojas, con ramas delgadas, empobrecido. Se sintió identificado, pero no sabía por qué. Era una extraña y gustosa comodidad, como si ya la tuviera incorporada desde siempre.

Extrajo un cigarrillo, guardó la caja, y acercó el encendedor a él, bloqueando el leve viento con una mano. La nicotina invadió sus sentidos, literalmente todos. La veía, la sentía, la saboreaba. Con sus cigarrillos, Gerard se sentía completo, a gusto. Por eso la implementación de la regla ya mencionada.

Un dolor, un cigarrillo. Y así poco a poco. Le encantaba la muerte lenta. Cada personaje que moría luego de una agonía era apreciado por Gerard. Las muertes rápidas no se disfrutan tanto, no se sienten amenazantes. Una anunciada, por más leve que fuera su advertencia, se aumentaba su sospecha gradualmente, y se gozaba cada palabra de ésta.

Y eso quería él. Una muerte tan lenta, agonizante y poética como las que leía en los libros. No quería ser un simple chico que había muerto por ser víctima del cigarrillo. No. Él quería ser recordado por alguien, quien sea, por la forma en la que vivió, pero más por la poética manera en que murió.

Sí, su muerte no estaba asegurada tan pronto, pero así era la agonía en un mundo masoquista.

La espera. Podía enloquecer o fortalecer a la persona. Gerard no se decidía.

No quería seguir siendo parte de esa realidad que lo ponía a prueba, que sólo servía para hacerlo sufrir.

Inhaló por segunda vez de su cigarro, cerró los ojos en el acto. Exhaló, mirando al cielo. Deleitaba la vista.

El frío y el humo, una sensación regocijante. Murmullo del viento y silencio humano. Excepto por...

"Las estrellas se ven más frías en estos tiempos." Dijo con solemnidad una voz junto a Gerard.

Se volteó con rapidez, para encontrarse con un facial perfecto, de labios humectados, nariz peculiar y ojos avellanados.

Era atractivo, eso no había que negarlo, y despertó un sentimiento indescriptible en el pecho de Gerard, como si también hubiera sentido su mirada impactar palpitantemente.

So Many Stars In The Sky [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora