Capítulo 1

97 4 0
                                    

Bien, aquí estaba.
Observé la casa frente a mí y no pude evitar estremecerme. Tomé mis cosas y bajé de la vieja camioneta que había comprado y reparado durante el último año.

Había regresado, aunque dije que no lo haría. Había vuelto solo porque Amy, mi hermanita, me lo había pedido día tras día durante el último mes. Ella sonaba nerviosa y preocupada durante nuestras llamadas. Ella me necesitaba.

No quería regresar a Madison, el lugar me traía recuerdos que ahora eran amargos. Pero hace tres días Amy llamó con verdadera desesperación en su voz, rogando para que viniera en su ayuda. Había tomado un día para empacar mis cosas y despedirme de mi tía en California, y otros dos días para llegar hasta aquí. Ahora estaba a punto de entrar en el infierno, o más bien conocido como La casa Harrison.

Toda la finca seguía exactamente como la recordaba; el paisaje del campo verde extendiéndose más allá de lo que podía ver, el granero, los establos, el jardín y la casa blanca que se erguía en medio. Una casa bastante grande con un estilo elegante y rustico a la vez, una casa que mi padre había construido especialmente para mi madre como regalo de bodas.

Entré en la casa en silencio empujando la gran puerta de madera principal. El vestíbulo estaba silencioso pero seguía igual a como lo recordaba; la misma alfombra café, los mismos muebles de estampado floral elegante, la pulcra chimenea, las enormes ventanas con cortinas de seda, la mesita de centro con un jarrón rebosante en flores, el candelabro en el centro y el mismo cuadro encima de la chimenea, el cuadro donde aparecíamos mamá, papá, Amy y yo.  

Me acerqué para contemplar mejor el cuadro; un cuadro que había detestado durante mi adolescencia porque me mostraba usando un vestido con encaje y tonos pastel. Miré a mi madre, una mujer hermosa tanto por fuera como por dentro, y la tristeza y el dolor afloraron en mí como el primer día de su pérdida.

Mi madre había muerto hacía más de un año pero el dolor era agudo y profundo como ese mismo día. Ella se había llevado algo vital de nuestra familia con su partida, algo que jamás íbamos a poder recuperar.

Las lágrimas estaban a punto de caer por mis mejillas cuando el repiqueteo de unos tacones viniendo por el pasillo me alertó. Me pasé las manos por el rostro y me compuse el cabello revuelto por el aire de la mañana, intentando dar una buena apariencia a quien supuse era alguna ama de llaves nueva.

-¿Elsa?-preguntó  una voz familiar y yo volteé para ver a una joven y hermosa mujer usando un vestido elegante y formal de color verde. 

Me tomó un segundo salir de mi sorpresa, un segundo para reconocer a mi pequeña hermana, y entonces corrí hacia ella y la estreché en mis brazos con todos los sentimientos agridulces que cargaba en mi alma. 

Ambas comenzamos a llorar y reír como locas mientras le repartía besos por las manos. No nos habíamos visto desde hacía casi un año y era seguro que la había extrañado todo ese tiempo.

-Estás aquí... te extrañé tanto, Elsa-dijo Amy separándose un poco de mí. Me tomó la cara entre las manos y me miró con amor.-Sigues igual de hermosa y fresca, como una flor en primavera.

-Gracias, Amy. Yo también te extrañé, mucho mucho-le susurré antes de dar un paso atrás para seguir admirando su atuendo. El vestido se complementaba con un par de tacones negros y un peinado completamente recogido y perfecto.-Tú si has cambiado mucho-no había más palabras para eso, un año atrás había dejado una joven en shorts de mezclilla, camisas y botas y ahora tenía enfrente a una mujer en vestido, tacones y joyas.

-Todo aquí ha cambiado,-dijo con un suspiro y me volvió a abrazar-pensé que no vendrías-murmuró contra mi pelo, su voz vacilante.

-Tú me pediste que volviera y vine, hermana-terminamos el abrazo y nos limpiamos las lágrimas-. No te iba a fallar esta vez.

Véndeme tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora