Capítulo 8

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Se supone que el día de su boda para una mujer, es el día más especial, importante y feliz en toda su vida, pero en mi caso no es así.

Se supone que te miras en el espejo de manera radiante y chillas de emoción al verte el vestido puesto. Que estas rodeada de abrazos y felicitaciones, de besos y de lágrimas de felicidad. Que tus seres queridos están contigo para entregarte a ese hombre, ese que tú elegiste, ese que amas y vas a amar para siempre, porque bueno, por algo te vas a casar con él.

Pero yo no tenía a nadie conmigo, me daba igual mi apariencia y en definitiva no amaba a ese hombre que sería mi esposo.

Cuando desperté esa mañana, prácticamente me arrastré al baño para tomar la ducha más helada que pudiera.

Luego me quedé en mi cama llorando hasta que llegó una mujer de unos treinta años aproximadamente, sonriente, llevando un equipo de maquillaje y una bolsa con el nombre de una reconocida boutique de vestidos de novias.

-Vamos, cariño, ve a verte en el espejo-me dijo cuando terminó de maquillarme y peinarme. De mala gana caminé hacia el espejo grande que tenía en mi habitación.

Llevaba un maquillaje bastante sencillo pero elegante,y el cabello me caía en ondulaciones perfectas.

Diane, la maquillista, me puso una corona de flores blancas y rosas en la cabeza y me arregló el cabello en silencio.

-Tal vez si sonrieras te verías más bonita-dijo mientras iba por la bolsa con el vestido a la cama.

Me limité a asentir con la cabeza y dejé que ella me ayudara a entrar en el vestido.

Actuaba automáticamente pero en realidad quería tirarme en la cama y no volver a levantarme nunca más.

El vestido era sencillo, completamente blanco, con un escote corazón recatado y con un largo suficiente. No tenía adornos, ni era exagerado, y agradecí que así fuera, nunca me había imaginado casarme con un vestido de princesa y hoy no me sentía con ganas de andar arrastrando metros de pesada tela.

Diane me entregó unos zapatos de pequeño tacón, cerrados y con algunos pliegues elegantes, me los puse y cerré la cremallera del vestido. Caminé hacia el espejo con los ojos cerrados y cuando los abrí me vi por primera vez.

Me veía hermosa, en realidad, me encantaba el maldito vestido, y el maquillaje y el peinado quedaban perfectos, todo estaba bien excepto yo.

Mis ojos estaban algo hinchados, y a pesar de la gran cantidad de corrector que Diane me había puesto eran evidentes los grandes círculos negros debajo de ellos. No había una radiante sonrisa en mi rostro, y en vez de parecer mi boda, parecía mi funeral.

-Eres la novia más bonita que he visto-Diane aplaudió mientras me veía de pies a cabeza-, pero también la más triste-me miró compasiva y yo le dirigí una diminuta y torcida sonrisa.-Buena suerte, niña-comenzó a guardar sus cosas en silencio y cuando acabó, me miró por última vez.

-Gracias por todo-le dije tratando de sonar tranquila, ella asintió con la cabeza y luego salió, cerrando la puerta detrás de ella.

Me miré en el espejo nuevamente. Creo que nunca fui una adolescente romántica que soñaba con el día de su boda con el hombre perfecto, y me alegra que fuera sí, porque si no, esto sería peor.

Golpearon la puerta, y luego se abrió, dejándome ver a Nathaniel en un traje negro impecable. Él estaba sonriendo, pareciendo increíblemente feliz. Al parecer los eventos de ayer habían desaparecido por completo de su mente.

-Qué bueno que ya estás lista, Elsa, no queremos llegar tarde a tu boda, ¿verdad?-dijo mi padre mientras se frotaba las manos. Se veía mil veces más emocionado que yo. Por supuesto, estaba a punto de firmar el negocio que le aseguraba la vida llena de dinero que siempre soñó.

Véndeme tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora