Capítulo 4

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Luego de la sorpresa inicial, me concentré en el resto de la apariencia del hombre que hasta este momento había imaginado como viejo y calvo. Sí, todo él gritaba heredero de una gran fortuna.

-Esto es una verdadera casualidad, justo íbamos a verte-dijo mi padre, estaba muy sonriente.

-¿Íbamos?, ¿quiénes?-preguntó, tenía una profunda voz. Sus ojos se desviaron hacia mí pero solo un momento antes de volverlos a mi padre.

-Sí, te presento a mi hija mayor, Elsa Harrison-informó mi padre mientras me señalaba con un gesto satisfecho-. Elsa, este es Sebastián Hudson.

-Un placer-mentí con facilidad. Le extendí la mano y luego de dudar él la estrechó. Un apretón seguro y cálido que acabo demasiado rápido, afortunadamente.

-¿Por qué querías presentarme a tu otra hija, Harrison?-cuestionó Hudson. Actuó como si yo no estuviera más allí y eso le ganó mucho odio extra.

-Será mejor que se lo preguntes a ella, a esta chica testaruda se le ha metido un idea absurda en la cabeza-dijo mi padre, cruzándose de brazos con indiferencia.

-¿Te puedo ayudar en algo?-preguntó Hudson mientras me veía con una ceja enarcada.

-La verdad es que si, en mucho-respondí mientras me ordenaba no sonar vacilante. Intenté parecer lo más confiada posible-. Necesito hablar con usted...

-No cuento con mucho tiempo, necesito conocer a tu hermana Amelia-replicó, con una voz de absoluta autoridad.

-Creo que eso no va a ser necesario-respondí. Él enarcó ambas cejas.

-¿Puedo saber de qué quieres hablar conmigo, entonces?

-De negocios, señor Hudson, de negocios-desafié sus ojos grises con los míos.

-Acabas de atrapar mi atención. Empieza a hablar, por favor-se cruzó de brazos.

-¿Le importaría entrar a la casa?-pregunté yo. Él negó con la cabeza. 

Lideré el camino hacia el vestíbulo y dejé mi bolso en la mesa de entrada.

-Siéntese, por favor-pedí, cuando él paso a mi lado. Sebastián obedeció.

-Empieza a hablar-dijo. Mi padre también se sentó en el otro sofá de la sala y nos miró atento.

-Me he enterado del negocio que ha hecho con mi padre-me estremecí al decir negocio.-, y quiero ofrecerle ero una nueva negociación.

-Explícate-pidió él. Decidí ser directa.

-Quiero que deje libre a mi hermana, y en su lugar, yo me casaré con usted-dije haciendo un esfuerzo enorme para no parecer asustada. Mi padre me miró como si no me creyera capaz de haberlo dicho y Hudson ni se inmutó.

-No veo en que salgo beneficiado yo-y sí, desde ya tenía que admitir que el hombre no entraba en mi lista de personas gratas. Acababa de conocerlo y ya sabía que se trataba de un hombre arrogante, exasperante, terco, soberbio...

-Ganará una esposa más adecuada-respondí mientras soltaba un suspiro-, soy mayor que mi hermana, creo que cuento con más madurez para afrontar esta situación...

-Mmm, no, no me convences... Elsa, ¿verdad?-de acuerdo, en ese momento me di cuenta que el tipo era simplemente un idiota.

-Está bien-asentí, pensando en qué hacer a continuación-quiero, no-me retracté y cerré los ojos. Esto era por Amy, mi maravillosa hermana-. Señor Hudson, necesito que mi hermana sea libre, ella es solo una niña y no estoy de acuerdo que siendo tan joven viva algo así...

-Te estás desviando, Elsa-reprendió él. Mi padre soltó una risita tonta que me hizo apretar los dientes-; no quiero saber lo que necesitas, si no lo que yo puedo ganar.

-Usted me ha dejado solo está alternativa-hablé claramente. Hudson me miró sorprendida.-No sé si lo sepa, pero lo que ustedes dos...-los señalé a ambos-piensan hacer, es un delito, y lo que usted quiere,-señalé a Hudson-es aún más grave, Amelia es menor de edad.

Hudson abrió los ojos ampliamente y asintió con la cabeza.

-Tu hija tiene agallas, Harrison-dijo Hudson mirando a mi padre, ignorándome una vez más-. Sí, tienes una buena hija por aquí.

-Lo sé, hombre, lo sé-respondió mi padre, sin quitarme los ojos de encima.

-Necesito hablar a solas con Elsa-dijo Sebastián Hudson luego de unos segundos en silencio.

-Podemos hablar en el despacho-intervine yo. Hudson y mi padre se pusieron de pie.

-Elsa, quiero hablar un segundo contigo-dijo mi padre.

-Esperaré en el despacho-dijo Hudson mientras caminaba casualmente hacia allá. Noté que conocía el camino así que supuse que él y mi padre se había reunido algunas o varias veces allá.

-¿Qué quieres, Nathaniel?-pregunté con molestia.

-Te aconsejo que no hagas nada de lo que te puedas arrepentir...

-No des consejos que no sigues-respondí.

-Está bien-se acercó a mí-. Tienes que saber, que ante cualquier cosa, te quiero y me importas, no sé porque estás haciendo esto pero reconozco que eres una mujer valiente y que vales mucho.

Si mi padre me hubiera dicho eso hace dos años, hubiera llorado de agradecimiento. Pero justo ahora, esto no hacía ninguna diferencia.

-No sé qué buscas con esto, Nathaniel-dije cortante-pero no me interesa lo que pienses o sientas. Estoy haciendo esto porque yo sí amo a mi hermana y deseo verla feliz y libre, lejos de tu maldad-tragué la bilis que me causaba pensar en esto-. Ahora, si me disculpas, tengo que negociar.

-¿Algún día dejarás este resentimiento en mi contra?-preguntó cuando emprendí mi camino hacia el despacho.

Me detuve pero no me giré a verlo. Luego dije lentamente:-Ni en tus mejores sueños, amado padre.

Y lo dejé atrás.

Véndeme tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora