Una calle, a oscuras. Un hombre alto, desgarbado, con una botella en la mano y una navaja en la otra, amenaza a un chico joven. Parece que va a atracarle cuando, de repente, ese niño sonrie. Es entonces cuando el cielo se vuelve rojo, y una ansiedad enorme me domina.
—¡No lo hagas!—le grito.
Pero no me oye.
El chico golpea al borracho. Una patada terrible. Caja torácica, pulmones, corazón; todos destrozados. El hombre sale disparado contra el escaparate de la tienda, atravesando el cristal y destrozando el interior, pero yo lo veo todo a cámara lenta. Es entonces cuando oigo un susurro que se apaga, y desaparece.
El cielo, antes rojo, se vuelve negro. Todo se oscurece, hasta que sólo puedo ver al atracador, con el pecho hundido y totalmente inconsciente... y a un hombre debajo de él. Un rostro mayor, con una buena cabellera y un ligero bigote, sangre salpicando sus ojos cerrados.
La vista se acerca, se oscurece aun mas el entorno, hasta que solo veo el rostro del hombre.
—Tu me mataste—sus ojos ahora estan abiertos, sin pupilas, blancos como la nieve— Tu me mataste.
..............................
Abrí los ojos, con esfuerzo. Como pasa siempre que tengo ese sueño, me costó un poco darme cuenta de que no era real. Parecia que la cabeza me iba a estallar. Creo que nunca había tenido un dolor de cabeza mas fuerte que este. Con esfuerzo intenté recordar que había pasado.
—¿Donde estoy?
El techo que tenia sobre mi cabeza era de roca, y a los lados habia varias máquinas que no tenía ni idea de para que servian. Entonces intenté mover los brazos.
No podía.
Luego intenté mover las piernas.
Tampoco podía.
Estaba recostado sobre una cama metálica, con argollas en manos y pies. El corazón empezó a latirme a mil por hora.
—¿Dónde estoy? ¡Soltadme!
Nadie contestaba. Estaba solo. Cada vez estaba mas asustado, hasta que caí en la cuenta:
«Soy el Guardián, uno de las personas mas fuertes del mundo. ¡Puedo romper esto!»
Estaba muy lejos de estar bien, me dolia demasiado la cabeza, pero eso no me impidió darlo todo para salir de ahi.
«¡Clang, clang!»
Las dos argollas que me retenian las piernas saltaron por los aires. Con un golpe fuerte rompí la cama metálica y conseguí liberarme completamente. Apenas podía mantenerme en pie, el mundo me daba vueltas. Afortunadamente aún conservaba el traje del Guardián, y mi casco estaba al lado de la cama metálica.
«Seguro que me han drogado, por eso me duele tanto la cabeza.»
Tenía que salir de aquella sala, de este lugar en el que me habían encerrado, antes de que la persona que me había encadenado a aquella mesa volviera. La puerta de la habitación estaba cerrada, y de una patada saltó por los aires.
No hay tiempo para ir de sigilo, tengo que escapar de ahi. Salí corriendo a toda velocidad, aun a pesar de lo que me habían drogado. Si no lograba escapar de ahi pronto mi padre no tardaría en preocuparse.
El lugar era como un gran pasillo, con el techo de piedra. Desde luego algo tan amplio no podía estar dentro de un edificio, así que deduje que debía estar bajo tierra. De todos modos daba igual, lo único que importaba era salir de ahi cuanto antes. A lo largo de aquel pasillo eterno empezaron a aparecer puertas. Detrás de ellas, buscando una salida, encontré un montón de instrumentos y máquinas científicas. Algunas las reconocí de fotos de redadas que mi padre y sus compañeros hacían en los laboratorios de cocaína de Alcentar. Otras maquinas, de aspecto mas siniestro, no las había visto jamás. Salí de esas habitaciones y seguí recorriendo el pasillo, corriendo tanto como me lo permitía el dolor de cabeza. Sin embargo, por mucho que corriera, todo parecía igual, el mismo suelo y las mismas paredes empedradas.
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El Guardián
AcciónEn la España de la actualidad, una rafaga de meteoritos cae sobre el país, dando poderes espectaculares a los que son afectados por estas piedras. Jaime, un chico de 15 años, deberá elegir que hacer con esos poderes cuando un dia su vida se cruza co...