Prólogo

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Era una mañana soleada de julio. Un parque, vacío salvo por una niña de 7 años, sola, de pelo negro azabache y pequitas en las mejillas, que se balanceaba en un columpio. Parecía estar pasándoselo muy bien, hasta que oyó una voz a su espalda.

-¿Niña, que haces en mi columpio? ¡Bájate de ahí!

Un niño, dos años mayor, acababa de entrar al parque. llevaba una camiseta de manga corta, de color negro, con una calavera blanca.

La niña, obstinada, negó con la cabeza y contestó:

-¡No quiero irme! ¡Este no es tu parque!

Pero eso no iba a ser suficiente para que el abusón se fuera.

-¡Pues si no te quitas tu, te quitaré yo!

El niño empezó a tirar del pelo de la chica, con fuerza. Ella se agarró a las cadenas del columpio y empezó a gritar con fuerza.

-¡Déjala en paz!

La niña y el abusón se giraron, sorprendidos. Otro niño,de pelo rubio y ojos de un brillante color verde, estaba frente a ellos, jadeando. El abusón se asustó por un momento, pero enseguida se tranquilizó. el niño era mucho mas bajito, pequeño y delgado que él. Sin ambargo, eso no detuvo al niño pequeño, que cargó decidido contra el abusón.

Cinco minutos después, el niño pequeño yacía en el suelo, un ojo morado, con cortes y con un hilillo de sangre saliendo de su nariz. El abusón, que sólo tenía la marca de un puño en la mejilla derecha, se preparaba para dar otro golpe cuando oyó a un hombre gritar desde lejos:

-¡Guardia Civil! ¿Que esta pasando ahí?

El abusón, asustado, salió corriendo a toda velocidad. Para cuando el guardia llegó, se encontró a la niña sentada al lado del chico, mientras éste se despertaba. La pequeña, al ver al joven guardia, se asustó, dió un beso en la mejilla al niño y salió corriendo antes de que el guardia pudiera pararla.

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Un coche de la Guardia Civil recorría una de las calles de Alcentar, muy concurrida.

-¿Jaime, así que acabaste pelando con ese chico por ayudar a la niña?

El pequeño Jaime asintió con la cabeza.

-¡Muy bien hecho hijo!- rugió Cesar Castillo, el guardia que había encontrado a Jaime despues de pelear con el abusón- ¡Fuiste muy valiente!

Cesar era el joven padre de Jaime, y eso era algo muy evidente con verlos a los dos. El mismo pelo rubio, los mismos ojos brillantes y la misma sonrisa.

-Papa- respondió jaime- ¿Algún dia me enseñarás a pelear?

-¡Claro, chaval!- dijo César mientras le guiñaba un ojo- ¡Aunque primero tenemos que conseguir que tu madre nos deje!

15 minutos después, César aparcaba el coche al lado de donde vivian los dos con su mujer y madre de jaime, Verónica. Era una mujer delgada, de pelo castaño largo y ondulado.

-¡Vero, tenemos un pequeño héroe en la familia!- dijo César al abrir la puerta de la casa, con el pequeño Jaime detrás-¿Vero?

Nadie respondió a la llamada.

César, extrañado, fue a la salita buscando a su mujer, y estaba desierta. Fue a buscarla a la cocina, y ahí la encontró. Estaba en el suelo, inconsciente. César, con pánico en el rostro, intentó reanimarla un millón de veces, pero ella no respondía. Al final rompió a llorar desconsolado. El pequeño Jaime, que apenas entendía nada de lo que había pasado, observaba la escena totalmente en shock.

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-Un cáncer en fase terminal, muy agresivo- le dijo el médico a César- Es extraño ver casos tan brutales como este. Su mujer esta en las últimas.

-Entiendo- dijo César, estoico. Años despues, Jaime admiraría mucho como su padre era capaz de aguantarlo todo- ¿Como se encuentra ahora?

-Consciente- respondió el doctor- Si quieren despedirse ahora, sería un buen momento.

César le dió las gracias con una sonrisa triste y buscó al pequeño Jaime.

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-¡Hola Jaimito!- dijo Vero que, aun estando tumbada y entubada conservaba la sonrisa- ¿Como estas?

-Bien mamá- contestó Jaime- ¿Que son todos estos tubos?

A César, que observaba la escena de pie al lado de la ventana, se le escapó un pequeño sollozo.

-No te preocupes por esto, cariño- contestó Vero, acariciando la mejilla de su hijo- no me hacen daño. Escuchame bien hijo mio, mamá se va a ir pronto.

-¿Adonde?- preguntó Jaime.

-Mamá se irá a dormir pronto, y no despertará.- una lágrima corrió por su mejilla- Tienes que prometerme que serás un buen chico, que ayudarás mucho a tu papá. Tienes lo mejor de nosotros dos hijo, eres duro y valiente como tu padre, y a la vez cariñoso y comprensivo como yo. Serás un gran hombre, y harás muchas cosas buenas. ¿De acuerdo?

César se llevó una mano a la boca y salió de la habitación.

-¡Si mamá!- dijo Jaime con una sonrisa.

-Muy bien hijo. ¿Puedes llamar a tu padre?

-¡Si mamá!

Jaime salió de la habitación, y se encontró a su padre con la cabeza agachada y los ojos rojos. Cuando le dijo que su madre quería verle, César entró en la habitación. Y esta fue la última vez que el pequeño Jaime Castillo vió a su madre con vida.

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