Capítulo 50

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Un escalofrío recorre mi espalda causado por el camino de besos que Dylan está creando en ella.
Llega a mi cuello y se tumba a mi lado en esta gran cama del hotel.

-Buenos días, princesa.

-Buenos días, maridito.

Hemos pasado un maravilloso mes en las islas del Caribe como luna de miel pero hoy hay que volver al mundo real, y tengo planeado desde hace tiempo lo que voy a hacer primero.

Ya es mediodía y hemos mandado nuestro equipaje al Amazonas, allí lo guardarán en la cueva hasta que volvamos.
Salem está en la selva al cuidado de Cristine.
Cojemos un avión a Africa, sin avisar a nadie ni pedir permiso a ningún anciano pero con una gran ilusión por tener entre mis garras al traidor.

Cuando llegamos a Marruecos, diviso a una persona: varón, treintaycinco años, color de piel negro, sin latidos,..¡Bingo!

-Perdone. Le toco el hombro para que se voltee a verme. ¿Dónde está Darcof?. Le convenzo con una gran amabilidad.

-Bajo la gran mezquita de la capital. Frunce el ceño para mostrar su desacuerdo con mi pregunta y hago que lo olvide.

Llegamos a la mezquita después de habernos comido un Kebab para almorzar que, por lo visto, aquí es la comida habitual y puedo asegurar que está buenísimo.
Merece la pena ponerse perdida de salsa de yogur.
En la capital han reconstruido algunos edificios, pero siguen viéndose las pasadas consecuenvias de la bomba rusa.
El pueblo está desolado y pobre.

Antes de entrar, nos topamos con un gran hombre negro en la entrada que nos impide el paso...¡Otro ropero empotrado!
A diferencia del chico del aeropuerto, este tiene la piel de un negro intenso, de los que solo se les distingue el blanco de los ojos y los dientes.

-Llévanos con Darcof, es urgente. Le ordeno y le seguimos a través de unos pasillos decorados de una forma curiosa.

En el centro del edificio hay una gran alfombra y en ella se encuentran unas doce personas sentadas sobre sus tobillos y estiradas completamente hacia delante, murmurando palabras en otro idioma, rezando a un dios que, al igual que el cristiano, tiene demasiadas peticiones acumuladas.

Dylan me agarra del brazo para detenerme a tiempo de que colisione con el guardaespaldas que nos hace de guía turístico.
El hombre baja un candelabro de una pared y se abre un muro, dejando paso a otro largo pasillo que atravesamos en cuestión de segundos.

-Señor, tiene visita urgente. Le dice a regañadientes a una silueta de espaldas a nosotros al final de la sala que, tras esto, levanta la cabeza.

Yo le lanzo una mirada al hombre que nos ha conducido hasta aquí para que no se mueva de donde está.

-¿¿Humanos aquí?? Grita enfurecido y se da la vuelta pero, cuando nos reconoce a Dylan y a mí, se le abren los ojos como platos y titubea. ¡Tú!

-¿No te agrada nuestra visita? Me hago la sorprendida y luego me río. Verás, he tenido un encuentro com un chico que afirmó ser tu espía en la Casa Blanca. Comienzo a caminar por la habitación.

-No lo has traído para que testifique. Sonríe, creo que porque piensa que tiene posibilidades de salir airoso de esto.

-Te iba a traer su cabeza pero incluso estaba peor que el resto de su desmembrado cuerpo.

-Si lo has matado, la que será juzgada serás tú, imbécil.

-No lo creo,es más, no creo que vuelva a ser juzgada nunca. Cambio de apariencia y elimino la barrera de mi mente para que Wilson pueda observar dónde estoy y todo lo que hago.

Bienvenida Al InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora