Los tres detectives tenían muchos detalles en los que reflexionar; por que lo que retorné solo a nuestro modesto cuartel en la posada del pueblo.Pero antes de hacerlo tomé un paseo en el curioso jardín del mundo antiguo que flanqueaba la casa. Filas de tejos muy ancianos cortados en extraños diseños rodeaban todo a su alrededor. Dentro había un bello ámbito de césped con un viejo reloj de sol, dando un efecto tan aliviante y descansado que fue bienvenido por mis nervios alterados. En la profunda y pacífica atmósfera uno puede olvidar, o recordar solamente como una fantasiosa pesadilla, ese oscuro estudio con la extendida, ensangrentada figura en el piso. Y aún así, yo mientras vagabundeaba por ahí y trataba de empapar mi alma en ese suave bálsamo, un singular incidente aconteció, lo que me trajo de vuelta a la tragedia y dejó una siniestra impresión en mi mente.
He dicho que una decoración de tejos circundaba el jardín. En el final más alejado de la casa se engrosaban en una continua barrera. Al otro lado de este vallado, oculto de los ojos de cualquiera acercándose desde la casa, había un asiento de piedra. Mientras me acercaba al sitio distinguí voces, algunos comentarios en los tonos graves de un hombre, replicados por un pequeño murmullo de risa femenina. Un instante después había llegado al final de la barrera y mis ojos divisaron a Mrs. Douglas y al hombre Barker sin que se dieran cuenta de mi presencia. Su apariencia me provocó asombro. En el comedor había sido modesta y discreta. Ahora toda presencia de dolor se había alejado de ella. Sus ojos brillaban con la alegría de vivir, y su cara se estremecía con gozo a las palabras de su compañero. Él se había sentado hacia delante, con sus manos apretadas y sus antebrazos en sus rodillas, con una demostrativa sonrisa en su audaz y atractivo rostro. En un instante, pero fue uno que llegó demasiado tarde, volvieron a ponerse sus solemnes máscaras a la vez que mi figura entraba en su vista. Una palabra apurada o dos se pasaron entre sí, y tras ello Barker se levantó y vino hacia mí.
- ¿Excúseme, señor - refirió -, pero me estoy dirigiendo al Dr. Watson?
Le hice una reverencia con una frialdad que mostraba, puedo decirlo, muy claramente la impresión que se había producido en mi mente.
- Pensamos que tal vez era probablemente usted, pues su amistad con Mr. Sherlock Holmes es muy conocida. ¿Le importaría venir y hablar con Mrs. Douglas un instante?
Lo seguí con una rigurosa cara. Muy claramente en mi mente podía ver a esa figura destrozada en el piso. Y aquí pocas horas después de la tragedia estaban su esposa y su amigo más cercano riéndose detrás de un arbusto en el jardín que había sido suyo.
Saludé a la señora con reserva. Me había apenado con su desdicha en el comedor. Ahora veía a su atenta mirada con un ojo divagante.
- Me temo que me crea usted una persona insensible y de corazón de piedra - manifestó.
Me encogí de hombros.
- No es mi asunto - alegué.
- Quizás algún día me haga justicia. Si sólo supiera...
- No hay necesidad de que el Dr. Watson sepa nada - interrumpió Barker rápidamente -. Como él mismo dijo, éste no es un posible asunto suyo.
- Exacto - repliqué -, y siendo así les pediría que me permitan proseguir con mi caminata.
- Un momento, Dr. Watson - gritó la mujer en una voz suplicante -. Hay una pregunta que me puede contestar con más autoridad que nadie en el mundo, y podría hacer una gran diferencia para mí. Conoce a Mr. Holmes y sus relaciones con la policía mejor que nadie. Suponiendo que un suceso fuese llevado confidencialmente a su conocimiento, ¿es absolutamente necesario que se lo pase a los detectives?
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El Valle del Terror - "Sherlock Holmes"
Clásicos"El Valle del Terror" es la última novela sobre Sherlock Holmes escrita por Arthur Conan Doyle (su 4º novela y su 7º libro). Esta novela fue publicada por primera vez en el Strand Magazine entre septiembre de 1914 y mayo de 1915. La historia tiene l...