Astuta, bella, inteligente, y letal. La combinación perfecta para convertir a ____, con tan solo 26 años, en una de las agentes de S.H.I.E.L.D con mayor rango.
Tras 4 años fuera de casa, está lista para volver a la rutinaria S.H.I.E.L.D, y reencontr...
-¿Qué pasó?- preguntó mi padre un poco asustado cerrando la puerta con seguro, yo me encontraba demasiado perturbada por lo que había descubierto, y ya no debía fingir un estado de tranquilidad, de manera que sin decir ni una palabra, le entregué el pendrive. Él lo conectó a la pantalla donde varios archivos se abrieron instantáneamente, una foto mía, de hacía ya muchos años, encabezaba uno de estos.
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"Galla..." no podía seguir leyendo, las lágrimas nublaban mi vista
-Me están buscando- dije susurrante
-¿Cómo es posible?- su voz denotaba angustia y preocupación mientras seguía leyendo, yo me limité a temblar levemente
-No lo sé... no... no pude leer todo, parece un archivo viejo, de antes de S.H.I.E.L.D, no se lo sacaron a Fury- un lágrima gruesa surcó mi mejilla.
Mi vida se dividía en dos, siempre fue así, tengo mi vida feliz desde el momento que me topé con Coulson y Fury, y otra, un poco más... desastrosa, antes. Pero ahora, esos primeros años de mi vida me venían a perseguir, tantos esfuerzos tratando de escapar habían sido en vano.
-Encontraron registros tuyos y de tu entrenamiento, _____ esto es grave- una foto mía, pero hecha por computadora se presentó en la pantalla –Deben de haber pasado tu foto por algún programa de envejecimiento, Harrison ya lo sabe, por lo que Hydra también- sollocé en silencio, recientemente supe que mi pasado se entrelazaba con ellos –Por dios, menos mal que nunca te tuvimos en los archivos de S.H.I.E.L.D- murmuró esto con cierto alivio, disipado automáticamente -Te van a querer de vuelta, no te van a dejar de nuestro lado- su voz cada vez sonaba más lejana para mí, me estaba desesperando, tenía la sensación de que en cualquier momento, entrarían a buscarme.
-No puedo, yo... ¡No puedo volver!- chillé aterrada –No puedo papá...- remarqué la última palabra mientras las lágrimas salían sin contención alguna, me calmé un poco al sentir que me abrazaba, pero aún estaba agitada y con el terror de volver a mi pasado corriendo por mis venas.
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En algún punto nos sentamos en el sillón y me dio varios vasos de agua para que me calmara, una costumbre que con los años absorbí de él.
