Tres

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Mi amistad con Taka venía desde casi ocho años atrás. De hecho, mi amistad con mi cuadrilla nació en un foro de mangas japoneses. No sé muy bien cómo puedes llegar a congeniar de ese modo personas que nunca se han visto en la vida. Supongo que esos lazos se crean por la necesidad de querer pertenecer a algo diferente y especial. Para mi el foro se convirtió en un refugio en el que poder cobijarme de la mierda y de las oscuridad que tenía en mi vida entonces.
En realidad, a todos les pasaba más o menos lo mismo. Teníamos problemas, fuera o dentro de casa, y el foro sirvió para que unos nos apoyáramos en los otros y encontráramos el hogar que habíamos perdido en nuestra realidad.
Taka me ayudó mucho, por eso valoro tantísimo su amistad. Y no sólo su amistad, sino su inteligencia; estoy enamorada de su cerebro.
—¿Has crecido? —me preguntó poniéndome la mano sobre la cabeza.
Se la aparté de golpe. Lo hacía para picarme.
—Deja de meterte con mi estatura. Soy más alta que la media de las chicas de tu país.
—En eso tienes razón. Pero tienes los pies más grandes.
—Solo porque no me los vendaban para convertirme en geisha como a las japonesas.
—Solo se lo hacían a algunas.—Taka..., veo que llevas el pelo de otro color. —Observé detenidamente—.¿Que pasó con el amarillo pollo?
—Me aburrí de el y me apetecía ponerme otro.
Lo entendía. Para Taka lo normal era aburrido, por eso probaba con todos los colores habidos y por haber.
—¿Ya te has registrado? —le pregunté.
—Sí. Estoy en la habitación de debajo de la tuya. —Miro la mía de arriba abajo y añadio.
—La mía no tiene escalera, y en la pared hay escueto en español: «¿Pol que lo llaman amol cuando quielen decil sexo?»
Me eche a reír. Me gustaba escuchar a Taka intentando farfullar el español. Entre nosotros nos comunicabamos en inglés, por eso oírlo hablar en mi lengua paterna me parecía divertido.
— Di «rollito de primavera». —Alcé mi ceja izquierda para tomarle el pelo.
—Corta el rollo, friki.
— ¿«Y el perro de san Roque no tiene rabo»?
Taka parpadeó muy serio y no movió ni un solo músculo de la cara. No entendía nada de lo que había dicho.
—Aguafiestas —me rendí—. ¿Sabes algo te Thais?
—Que se hospeda en la habitación de al lado y que nos espera en el café de la plaza. Al menos, eso me ha dicho por WhatsApp.
¿Como no? Mi amiga Thais, la tercera pieza del tridente, no era nadie sin un café en las manos. Era adicta a la cafeína.
—Entonces, vayamos a su encuentro. Y así nos cuentas de una vez por todas eso que decías que ardías en deseos de contarnos.
En nuestro grupo de WhatsApp, Taka había estado muy emocionado semanas atrás diciéndonos que tenía algo increíble que contarnos, y que nuestra estancia en Lucca iba a ser inolvidable. Yo ya sabía que iba a ser increíble. ¿Cómo no iba a serlo si íbamos a estar rodeados del mundo de los animales, los cómics y los videojuegos y, además, íbamos a estar los tres juntos? Ese iba a ser el mejor viaje de mi vida.
Sin embargo, con Taka nunca se sabía, y tonto Thais como yo intuíamos que nuestro japo la había liado bien gorda.
—Me muero de ganas —aseguró esperando a que cogiera la llave de la habitación y me colgara el bolso al hombro—. ¿Vas a ir así? — añadió estudiándome de arriba abajo.
—¿Qué pasa? —pregunté mirándome el atuendo.
Llevaba unos tejanos Levi's desgastados, una camiseta de tirantes negra y unas deportivas Adidas de Rita Ora que me parecían fascinantes. Sabía que eran muy raras, pero me daba igual.
— ¿Cómo que qué pasa? Estás en Lucca rodeada de héroes de Marvel, héroes de videojuegos, y personajes manga, y ¿no te vas a meter en el papel?
— Ah... ¿Acaso vamos a ir ya cambiados?
—Por supuesto. —Se sacó una gorra negra detrás del cinturón y se la puso. Después, cubrió su rostro con un pañuelo que llevaba al cuello, como si fuera un ladrón, y añadió:
—¿Eres una Watch Dog o no?
Yo asentí, emocionada. Taka no quería perder el tiempo.
Nosotros íbamos a ir durante todo el festival disfrazados de Watch Dogs: unos personajes de videojuego que se encargaban de proteger la ciudad hackeando la Red para que la mafia y los poderosos no se salieran con la suya.
Saqué la gorra azul oscura y desgastada que había guardado previstamente en el cajón. Cambié el bolso por mi mochila Eastpak negra, y me la colgué a la espalda.
— ¿Éstas lista para Lucca? —me preguntó, expectante.
—Claro que sí lo estoy.
—Entonces... —Dio un paso atrás y salió de la habitación. Extendió el brazo hacia delante, señalando el pasillo, y añadió:—Después de ti.

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⏰ Última actualización: Mar 13, 2016 ⏰

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