Lo que se olvido

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-Maldita mortal-. Dijo él ángel antes de caer al suelo intentando curar su cuerpo.

Cabe mencionar que los ángeles no son mortales, de hecho desprecian a quienes lo son, por ello, en ser herido de esa manera no era algo de preocuparse.

-Yo no soy ninguna mortal.- dijo Marian furiosa.

-Tu naturaleza es de una mortal-. Dijo sonrriendo -en verdad no recuerdas nada?-

-Recordar que?-

-Tu pasado.-

-En realidad no se nada de mi pasado antes de esto- dijo señalando su cristal.

-bien esta vez te ayudare solo por que me gusta verte sufrir- dijo parándose y sacando de su saco algo así como una perla color similar al anaranjado solo que muy oscuro y tenia un lado filoso con una gran punta.

-Què piensas hacer con eso?- pregunto sin respuesta alguna. Aquel ángel incrusto la punta de aquel objeto en él cuello de la azabache.
Marian sintió su pulso detenerse por un momento y un gran dolor la invadió. No podía respirar bien, comenzaba a perder todas sus fuerzas algo ardía dentro de ella. No podía soportar mas.

Antes de que perdiera él conocimiento algo paso. Grandes marcas comenzaron a brotar en su piel. Eran quemaduras que ardían demaciado, como si se las estuvieran haciendo en ese momento. Cada que una terminaba de forjarse un recuerdo llegaba a su mente y la torturaba. Ojos grises y cabello palido, una sonrisa que inquietaba era la misma mujer que soñó horas atrás.
Cabello rojo, gafas, un llanto, un abrazo. Era Jhonas, aquel que compartía en nombre de su maestro, al que vio en él funeral.

Que era ese recuerdo que tanto le dolía ver? no solo en forma fisica. Él alma comenzaba a doler fuertemente . Marian comenzaba a llorar entre mas recuerdos que no podía distinguir.

-Es hermoso él verte retorserte de dolor- dijo él ángel. -Si tan solo pudiera matarte seria exquisito-

Así como los ángeles eran inmortales. Los shinigamis eran casi iguales, con la diferencia que estos podían morir a manos de ángeles pero solo con ellos. Claro es que los ángeles solo podían terminar alguna vida por razones muy especiales.

-No pienso hacerte otro favor asi que retirate. Él cristal te llevara a tu casa de mortal.- dicho eso, él ángel se retiro.

No paso mucho para que Marian se calmara y saliera del enorme llugar,
era muy grande, con un toque barroco que daba a notar lo hermoso que era.

Tras perderse un par de veces la joven encontró la salida y su cristal comenzó a brillar como si mostrará a donde ir. Marian seguía muy confundida por lo sucedido. No sabia en que pensar.

Tras razonar unos minutos, su curiosidad hizo que buscará él camino a "su hogar de mortal".

-yo humana?- seguida dudando. -Pero si soy una recolectora de almas-

De pronto su cristal comenzó a brillar con mas fervor. En cuestión de minutos llegaron. La caballa que había soñado.

La cabaña, ya muy descuidada por él tiempo, era la misma que soño. Él mismo color, los mismos detalles, él mismo calor.

-Aquí es-. Dijo con cierto miedo.

Marian se acerco y vio la puerta habierta. Decidió entrar. No sin antes tomar su forma humana que era algo menos alta y con un aspecto mas joven.

Vio a una joven de espaldas con un vestido color blanco muy viejo, bastante sucio y con ciertos orificios hechos por él paso del tiempo.

-Bu... Buenas tardes.- dijo algo tímida.

No consiguió respuesta.

-Disculpe-

Esta vez la joven volteo incrédula.

-Tu... Puedes verme? No eres humana verdad?

-Yo? Verte?- comenzaba a creer que fue una mala idea ir a aquel lugar.

-Tu eres un shinigami?

-Yo...- dudaba en sus palabras. -Si.- dijo por no encontrar una mejor respuesta. -Tu no eres humana ¿verdad?-

-Fui una humana pero ya no. Un gusto soy Dhamar. Soy un alma en pena.- dijo con una sonrisa. Sólo entonces Marian la reconoció. Era la misma de sus recuerdos, era esa sonrisa que causaba mucha inseguridad en la azabache. Una sonrrisa que te daba a mostrar alguna traición pero al mismos tiempo seguridad. Ella era una pieza clave en su busqueda

Mi hermosa maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora