capitulo 4

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Cuando mamá comenzó a conducir mire que tomo otro camino, no me había dicho nada todavía sobre que le había dicho la psicóloga de la sesión que tuvimos.

-Hija, iremos donde el Dr Lombardi, no lo conoces es amigo de el futuro esposo de tu hermana, tiene  34 años y es muy bueno, según lo que investigue y me han dicho, es nuevo en la ciudad, pero tiene mucho prestigio, quiero que te comportes Cleo- mamá estaba muy nerviosa, no entendía porqué.

-Lo siento, haré lo que pueda.- No quería preguntarle porqué íbamos donde un doctor, me estaba asustando- ¿No estoy enferma verdad?- pregunte con la esperanza de que me dijera lo que le había dicho la Lic. Castellon.- esta bien no me respondas, no importa- saque una goma que tenia en mi bolso y comencé a masticarla, mamá me miro con desaprobación. 

Cuando llegamos al edificio, subimos hasta el sexto piso, y ahí nos esperaba una recepcionista, joven como de unos 25 años, pelo negro y piel morena, su cara estaba adornada con la sonrisa fingida que todos los recepcionistas tienen a la hora de saludar, mi mama fue hasta donde ella y dijo que teníamos cita, la recepcionista nos hizo señal de que la siguiéramos. Nos llevo hasta la oficina del Dr Lombardi, y a lo largo del pasillo había unas sillas en donde nos hizo la señal de que nos sentáramos a esperarlo. Cuando nos dejo solas mire a mamá que estaba sacando su vanidad del bolso y comenzó a pintarse la cara hasta que quedo mas pálida de lo que estaba.

-Te cambiaras de colegio la próxima semana, iras a San Louis, después que salgas de la sesión te llevare a comprar tu uniforme y...- en ese momento la interrumpí.

-Es una buena idea.

La recepcionista regreso con unos papeles en las manos y nos hizo la señal de que podíamos entrar después de ella. Cuando abrió la habitación, la luz no me dejaba ver que había, estaba el resplandor obstaculizado mi vista y solo escuche a la recepcionista dar los papeles e irse. Mi mama saludo como de costumbre y mientras amasaba mis ojos para que mi pupila volviera a su tamaño normal y  pudiera enfocar, escuche la voz del Dr, era dulce en su punto y muy grabe que le  daba el toque a masculino y hombre mayor, me lo imaginaba con barba y lentes viejos, uniformado correctamente y  recio. Era todo lo contrario.

-Buenos días igualmente a ustedes, un placer poderles servir- dijo el hombre con su voz grabe.

Comencé a verlo desde los pies hasta llegar a la cabeza. Era alto como de un metro con ochenta centímetros, obviamente mas alto que yo,  su cuerpo era simétrico, sus brazos y ante brazos estaban llenos de venas resaltadas, sus músculos no eran exagerados, su labios  parecía como si recién le hubieran quitado un labial,  un rosado natural y llamativo, podía ver en sus mejillas un color rosado gracias a la piel pálida, sus ojos eran color celestes y sus cejas eran gruesas y castaño oscuro al igual que su cabello que estaba peinado formalmente hacia el lado derecho, como si recién acababa de peinarlo con sus dedos. su pantalón era azul y llevaba puesta una camisa de vestir color blanca que acompañaba a una corbata color azul con negro, la camisa blanca estaba fuera del pantalón y su saco estaba tirado en el escritorio, daba la impresión de que estaba acomodando sus cosas.

-El placer es de nosotras, mi nombre es Mariam Soiledis y ella es mi hija Cleo-  mi madre le lanzaba una sonrisa coqueta al Dr, yo todavía no podía creer que ese hombre tan apuesto iba a saber todo de mi o que ya sabia la mayor parte. 

El Dr Lombardi volvió su mirada hacia mi, yo estaba con la boca abierta viendo los cuadros y cajas que habían el la habitación,  las pinturas eras espectaculares, eran abstractas y tenían colores muy llamativos y al mismo tiempo simple, estaba todo iluminado por las grandes ventanas y había un manta gris cubriendo lo que a simple vista pude deducir que era un piano.

-Mucho gusto señoritas Loiledis, creo que ya nos habíamos visto algunas veces en casa de Jake, pero nadie nos había presentado.- cuando volví la vista hacia el rostro que me hablaba, me encontré con sus ojos hermosamente color cielo, su cara estaba muy cerca y su mano estaba ocupada con los papeles que le había entregado la secretaria. Me quedo viendo con una sonrisa en su cara, su piel estaba fresca y por primera vez la sonrisa que me regalaba era la mas sincera que había podido verle a alguien, ademas de la de papá. No se nada sobre el amor  a primera vista, pero me ponía idiota al verlo, estaba tan idiota que ni siquiera podía quitar mi mirada de la suya, era como si me estaba absorbiendo o como si sus ojos color cielo me estuvieran mostrando el reino de los Dioses de todo el mundo. 

Inconsciente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora