Manualidad

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Había estado bastante callado desde que Marion cayó del cielo: sólo había dicho "eso", escondido tras la voz de Bri. Nunca he sido muy sociable; quizás se deba a que jamás tuve tiempo de socializar.

Aún así, sabía que eso tenía que cambiar, para bien o para mal, durante esta ronda de relatos. Había estado preparando que y como lo iba a decir; esperaba no ponerme nervioso (no tenía, para nada, la experiencia hablando en público de Marion). Me aclaré la garganta y dije, bien alto para que me oyeran:

- Mi turno- todos, antes concentrados en una rencilla (a mi parecer, sin sentido), se giraron hacia donde yo estaba. Entonces tragué savia y empecé a narrar:

《Soy de esta mañana; lo sé, él más joven de los cuatro. Era un montón de palillos, de distintos países y árboles; si me pusiera a nombrarlos todos, creedme si os digo que no acabaría nunca, o al menos antes de que nos chamusquen. Mi hogar era una cafetería/panadería. Si me preguntáis como se llamaba, os diré que no sé leer, así que ni idea.

A la hora del desayuno ha venido una pareja con su hija. La niña respondía al nombre de Adela.

Cómo las tortitas de la pequeña Adela tardaban en llegar, la niña se aburría mortalmente. Sacó una caja de su mochila verde. En ella guardaba pegamento, purpurina y ojos saltones en un frasco.

Cogió un puñado de palillos y los pegó con cuidado, dándome forma. Aplicó una capa fina de purpurina sobre mi ser utilizando un delicado pincel.

Su desayuno hacía rato que había llegado, pero ella continuaba concentrada en su proyecto. Hasta que colocó un par de ojos saltones en mi, bueno, en mi cara Adela no levantó los ojos de mí. La niña tenía potencial de artista, en mi modesta opinión- seguro que todos pensaban que lo decía por decir, como cuando un niño dice que su madre es la "mejor"; pero yo hablaba desde el corazón. En verdad creía que Adela Ramírez tenía un talento oculto para el arte-. Lástima que la señora Ramírez no pensara igual.

Al volver de la cafetería, Adela mostró con orgullo a sus padres su nueva creación; Elías, la estrella celestial. El señor Ramírez la felicitó, le dijo que era precioso; la señora Ramírez, en cambio, permaneció con una expresión fría hasta llegar a casa. Allí, regañó a su hija por gastarse su paga en algo tan "inútil" como el arte. Esa señora es un monstruo, si se me permite decirlo- los demás juguetes asintieron-. Después, me cogió de una pata y me lanzó al cubo de la basura.

Adela llevó a cabo bastantes intentos de rescate aquel mediodía, todos en vano. Cada vez que me sacaba de entre las porquerías y me limpiaba, la señora Ramírez me devolvía a aquel horrible lugar.

Finalmente, el señor Ramírez sacó la bolsa de la basura, ajeno a la voz de su hija, que le gritaba desde el otro lado de la puerta de su habitación, pues su madre la había castigado por desobediencia, que no lo hiciera.》

Callé un segundo y me sequé las lágrimas; aún me dolía recordarlo (no en vano; he contado TODA mi vida en cinco minutos y el 90% de ella es tristeza). El resto se acercó y Marion puso su mano articulada en mi hombro de palitos. Aquel gesto me hizo sentir menos sólo.

Había que darle la razón a la marioneta; contar historias había sido una estupenda manera de pasar nuestras últimas horas de vida. Yo pensaba que moriría antes de hacer amigos (la verdad, tenía la más absoluta certeza de que ni siquiera tendría tiempo de conocer a otros seres; casi acierto, pero bueno), pero las narraciones nos habían ayudado a abrirnos y unirnos (no sé vosotros, pero a mí explicarlo así me ha recordado a una tirita). Eso era lo que importaba; fuera cual fuera el destino, me había agradado el viaje. Lo que está por venir, pues vendrá y nos enfrentaremos a él.

El suelo del camión empezó a inclinarse. "¡Vaya!", pensé yo, "¡el futuro no sé hace esperar!".

LÁGRIMAS DE MADERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora