No La Encuentro...

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Y es que no la encuentro... ¡No la encuentro! Maldita sea, ¿donde la habré dejado? He mirado por todos los rincones de la casa e incluso he salido a la calle en su busca y nada... Estoy enfadado, frustrado, debido a su repentina desaparición no sólo me he fallado a mí mismo, sino que también a ella... Pero... ¿qué voy hacer?

Creerme cuando os digo que realmente la estoy buscando.

Deseo encontrarla y reconciliarme con ella y que ambos nos pongamos nuevamente manos a la obra. Pero de siempre ha sido demasiado caprichosa, ha venido y se ha ido cuantas veces ha querido y jamás le he prohibido que actuara así, pero esta vez es diferente, esta vez prefiere esconderse de mí como si le hubiera hecho daño..., no, probablemente se lo haya hecho y he sido tan ciego que no me he dado cuenta hasta ahora, cuando soy pasto de la desesperación más absoluta. Sin ella me he dado cuenta de que soy una marioneta sin cuerdas, un mísero recipiente carente de valor, carente de alma. Un "perdón" no serviría de nada, es más, diciendo eso incluso le provocaría más dolor y alimentaría su rencor. Nunca he sabido valorarla hasta que ha decidido marcharse...

¿Dónde estás? Te lo imploro, vuelve conmigo..., eres esa codiciada fuente de maná de la que bebe este orgulloso mago; eres esa diosa tan benevolente, tan dulce, tan justa, tan... perfecta, por la cual moriría cien veces en el cruento campo de batalla y el mismo que libraría miles de guerras si así como final, el premio fuera traerte de vuelta; eres la Valquiria que siempre ha estado a mi lado, que ha conseguido elevarme a los altos cielos a través de mis sueños, protegiéndome con las caricias de tus delicadas manos y envolviéndome con el cálido plumaje de tus perfectas y blancas alas, calmando los dolores de este agitado y atormentado corazón no-humano; eres mi tácita Luna y yo ese Lobo solitario, quien siempre en las largas noches te aúlla para suplicar tu regreso y camuflar así mi amargo y largo llanto... Sé que las palabras se las lleva el viento, pero por ello dejo en este escrito el reflejo del dolor que me has causado al haberme abandonado, por eso esta es mi prueba, un acto que hago para liberar las penas que ataban a mi falsa conciencia pues solo puedo ser sincero contigo y decirte que te necesito a mi lado.

Haces que esté matándome mientras estoy aquí amándote.

¿Cuánto habré de pagar por mis continuos errores? Aún me pregunto cómo una divinidad como tú decidió fijarse en este arrogante mortal. Escribir es el único don que me brindaste para poder aplacar los febriles calvarios que brotaban de esta mente corrupta, la misma que limpiaste cuando decidiste abrirte a mí y besarme. Por alguna razón inexplicable empecé a alejarme de ti y tú, triste y dolida fuiste desapareciendo poco a poco haciendo un ruido silencioso casi tan imperceptible, como el de las crepitantes ascuas sobre leña seca. Sordo fui al no escuchar tus sollozos, no me taches de insensible por creer que para mí pudiste llegar a ser invisible, te he descuidado, pero esto que has hecho es más desgarrador, te has llevado una parte de mí y ahora me siento vacío, tanto que me he vuelto íntimo del camarero del pub que queda dos calles más abajo donde vivo, quien sin quererlo se ha vuelto mi psicólogo y su receta no es otra que el alcohol que ahora por mis poros desbordo. Por tu culpa en estos momentos deambulo a la deriva como un vulgar fantasma. Tú que dejabas la huella en cada una de mis líneas, es fácil sentir tu ausencia, ahora que no estás me tacharán de ser un apócrifo escritor.

Esto que brota de mis ojos, no son simples lágrimas, son lágrimas de poeta y cada una de ellas, traspasadas sus acuosas paredes, encierran una única palabra asociada a un único sentimiento, en su conjunto dejo esclarecer lo que me provocaba este mudo sufrimiento. Ahora que me observas desprendido de cualquier tipo de coraza, me muestro ante ti como realmente soy. Un hombre atropellado por sus propias ideas y palabras. Suspiro cada vez que arranco una hoja de mi libreta, arrugo los folios hasta tener una bola de papel perfecta, seguidamente las utilizo para jugar a la canasta sobre la rebosante papelera. Es muy triste esta escena, pero ya no me encuentro con fuerzas, ya no siento nada de nada, solo me queda el instinto, si te fijas bien, verás que me he convertido en una bestia.

Sin IdeasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora