Apuñalada a traición

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¿Por qué sus manos no pudieron romperle el cuello?, ¿Qué es lo que esa humana tiene de especial? La chica lo embrujó desde su inesperado encuentro, la fragilidad con la que se mueve, lo delicada que es su piel, esa mirada confusa con tristeza sobrante en las pupilas, es tan débil... Tan indefensa. Con la espalda apoyada tras la puerta, el esqueleto disputaba una nueva emoción, el nacimiento de una necesidad, la necesidad de mantener a esa endeble criatura bajo su protección, tenerla presente donde pudiera vigilar que nadie se atreva a dañarla, tal vez por qué en su pasado, el se miró en similar estado.

Él conocía a Toriel desde hace mucho tiempo, y a ella juró que si un humano huía de sus aposentos, su deber era exterminarlo él mismo, pero ahora dudaba cumplir su misión.

La llegada de Papyrus le despojó de sus pensamientos, la puerta principal se cerró y llevó a Sans a apartarse de su lugar, el sótano es dónde mantienen cautiva a la humana, su hermano se enojaría si le mirase simpatizando con la presa. Desconocía los planes que estaban en marcha, pero leía al contrario, el destino de la humana estaba sellado, una muerte sumamente dolorosa.

Papyrus caminaba con firmeza hasta el living, impotente y de semblante inquebrantable, buscaba a ese individuo con el que tenía la desdicha de compartir techo.

-Sans, te tengo una orden.-

Revelándose desde el umbral de la sala, el esqueleto miró en silencio a su hermano, éste le devolvía la mirada con frialdad. Papyrus era el segundo general al mando de la guardia real, un sujeto respetado y temido, inclusive por Sans. El orbe carmesí se iluminó en su cavidad, llegando a teñir de rojo la cicatriz de su calavera.

-Tengo que notificar a Undyne de la humana, se hará una ejecución pública para extraer la séptima alma.-

-Entonces será una ejecución pública... Ya veo.-Alegó el esqueleto.

-Y... Debes vigilar que esa asquerosa humana no intente escapar, usa a mis perros sí crees que es mucho trabajo para ti. Pero te lo advierto, cuando vuelva, más te vale que esa cosa continúe encerrada o tú y yo vamos a tener serios problemas.- Casi vociferó, emitió un gruñido antes de marcharse, su palabra es ley, Sans no era capaz de revelarse.- Volveré en unas horas.

Nuevamente la puerta principal se cerró, el aullido de una ventisca, condujo al interior de la casa una ráfaga de copos de nieve, afuera el clima empeoraba al correr de los minutos, esa noche se despertó un infierno helado. La relación que Sans llevaba con Papyrus era exactamente igual, él le encomendaba misiones y el esqueleto debía cumplirlas al pie de la letra, ante el mínimo error, era capaz de desatar una furia imparable por parte del general.

El inmenso silencio en la paz del hogar no consentía a Sans, no quería traicionar a su hermano, pero esa humana...

Suspiró con resignación, tomó un estuche negro que estaba en un estante decorativo en la sala, emprendió caminata nuevamente al sótano. La visitaría una vez más, con el frío ambiental, no le extrañaba encontrarse con una paleta viviente.

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La chica convulsionaba del frío, inminente la fiebre que le agredía hasta hacerle castañear los dientes, reacción de su cuerpo ante la presencia de bacterias alojadas en su herida abierta, una infección era evidente, secreciones y formación de pus bordeaban las marcas de la mordedura, el intento fallido de los glóbulos blancos por atender el problema. La adonis dorada se mantenía apegada a su amiga, rogaba por su bienestar, la pérdida de sangre que sufrió su compañera la empalideció, su tez es ahora blanca enfermiza, decayó poco después de que ese esqueleto la lastimase.

Fallen in the abyss (UnderfellxReader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora