Capítulo 3- Los baños termales

147 17 1
                                    

Dejó caer su pesada mochila de sus hombros al suelo, admirando su modesta habitación. Localizó una gran cama que se ubicaba en el centro con dos mesitas de noche y su respectiva lámpara de noche encima. A su derecha había una amplia ventana que comunicaba con un balcón. Se acercó y corrió las cortinas blanquecinas y pudo observar las maravillosas vistas que sus ojos podían apreciar.

Al otro lado de la habitación había una puerta que conectaba con un baño privado. Lucy sonrió, ese realmente era un lugar encantador. Con un brillo mágico y acogedor. Ese lugar le pareció perfecto. Un lugar donde podía llamarlo hogar.

Se sentó en la cama, con solo pasar unos pocos segundos allí se dio cuenta lo cómoda que era, y se imaginó las agradables noches que pasaría dormida allí. Eso le hizo recordar a algunas noches que, tras aventuras increíbles, tuvo que pasar las noches cobijada encima de un montón de paja y lo único que le resguardaba del frío era su propia chaqueta. Pero que no haya equivocaciones ni malentendidos, para ella esas noches también tenían un toque especial. Podía experimentar sensaciones que nunca había vivido y, aunque cueste de creer, le gustó aquellas experiencias. Pero pensando en eso, también creía que se merecía pasar más de una noche encima de una cómoda cama.

Cogió su mochila y rebuscó entre los bolsillos hasta alcanzar lo que estaba buscando, su neceser y sus chanclas. Se levantó y se encaminó al baño, para así poder alcanzar un par de toallas. Pensó que estaría bien darse un tranquilizante baño. Salió de su habitación y se dirigió camino a la recepción, ya que según Mirajane se podía acceder a los baños termales por allí.

Avanzando por el pasillo, con las toallas y el neceser bajo el brazo, pensó en si conocería a alguien agradable. En sus otros destinos, apenas había una persona agradable con la cual entablar conversación. Eso le hacía pensar en lo solitario que había sido aquel viaje. A veces, pensaba que estaría bien quedarse en un lugar, alejado de su casa.

Llegó a la recepción y pudo observar que aquella mujer peliblanca seguía en su puesto atendiendo a más personas, que como ella misma, buscaba un lugar donde pasar la noche. Cuando pasó por su lado Lucy le sonrió a modo de saludo y Mirajane se la devolvió. Dejó atrás aquellas personas y se adentró por una puerta donde conducía a otras dos, las cuales eran los vestuarios, uno para hombres y otro para mujeres. Entró en la que se indicaba vestuario de mujeres y observó la gente que había dentro.

Se acercó a un banco y se sentó, quitándose los zapatos y colocándose las chanclas. A continuación se comenzó a desvestir, sustituyendo su ropa, que hasta hace un momento la cubría, por una toalla que apenas le tapaba sus voluptuosos pechos y las insinuantes curvas de su cadera.

Se dirigió a los baños y un vapor de agua le dio la bienvenida. Dejó que aquel vapor la envolviera y se sintió genial. Observó a su alrededor y se maravilló. Eso sí que sería darse un buen baño.

Se acercó a uno de los baños que había y se sumergió quedando sus marrones ojos fuera, dejando que el agua caliente le relajara todos sus músculos. Dejó su cuerpo relajarse mientras observaba a las personas a su alrededor. Una de ellas le pareció, a primera vista, una persona agradable. Era una chica pelirroja, con una mirada achocolatada y un cuerpo de escándalo. Su cara enrojeció al tener ese pensamiento de una mujer.

A su derecha había una peliazul de pelo corto recogido en una pequeña coleta. Se le veía alegre y lo más seguro que fuera una buena persona. Al lado contrario, algo alejada para medio ocultarse debido a su timidez y vergüenza, se encontraba otra peliazul con una mirada oscura.

Se acomodó mejor en su sitio sacando fuera del agua su cabeza. Miró hacia al techo, no sabía si entablar una conversación o no, si serían buenas personas o serían unas horribles chicas desagradecidas y maleducadas. Puede ser que esas dudas a la hora de hablar y entablar una conversación con alguien fueran las causantes de su solitario viaje.

Decidida, consideró que era el momento de dejar eso atrás, y poder, aunque sea, intentar hacer alguna amistad.

-¡Qué bien se está aquí! ¿No creen?

-Ah, si esto sienta genial. Por cierto, me llamo Erza-dijo la pelirroja acomodándose mejor en su lugar.

-Oh encantadas, yo soy Levy-le pequeña peliazul se presentó tras mirar a todas las presentes.

-Yo soy Lucy, encantada. Por cierto, ¿ella sabéis quién es?

-Es Jubia, lo que pasa es que es algo tímida y le da vergüenza bañarse desnuda delante de más personas- le explicó Erza.

-Hola, encantada, Jubia-le saludó con una sonrisa la rubia recibiendo un asentimiento por parte de ella.

-Por cierto, ¿iréis a la fiesta del bar esta noche?-preguntó la pequeña Levy.

-Bueno, lo he estado pensado desde que me lo dijo Mirajane, pero no estoy segura del todo-le respondió Lucy.

-Anímate, allí se reúne muchas personas muy agradables, es un lugar ideal para pasar unos buenos momentos-le explicó Erza.

-No sé, nunca he pasado mucho tiempo de fiesta ni con muchas personas.

-¿Cómo es que no has pasado mucho tiempo con más personas? Eso es raro-le dijo Levy.

-Bueno... son cosas difíciles de explicar y que no quiero rememorar para nada.

-Lo siento, no quería ser maleducada ni desagradable. Si es algo duro para ti retiro todo lo que acabo de decir.

-No pasa nada, Levy, ahora estoy muy bien. Más bien soy feliz después de mucho tiempo.

-Eso suena genial, pero insisto que deberías venir. Ya que no has pasado mucho tiempo de fiesta, deberías de pasar un buen tiempo con nosotras-le animó la pelirroja.

Lucy sonrió y aceptó su oferta, no le haría ningún mal estar con más personas a parte de ella misma. Le agradaba la idea de, por fin, tener algún amigo con la que pasar más de un momento agradable.

Esa misma noche, se arregló lo mejor que pudo, vistiendo así un vestido suelto que le llegaba por las rodillas. Era de color azul celeste y hacía que sus dorados cabellos resaltaran, viéndose más brillantes. Los tirantes anchos se cernían en sus hombros haciendo que su figura resaltara. En sus pies le cubrían unas sandalias planas de color marrón. No se maquilló en abundancia, no le gustaba ir demasiado cargada, así que se puso lo más natural posible.

Ya eran las diez de la noche cuando acabó de arreglarse y se propuso ir hacia la fiesta. Lo que no se imaginaba que sería una noche que nunca olvidaría.

Mensaje en una botella [ConcursoFairy MZ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora