Capítulo I

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Capítulo primero.

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El instituto estaba a diez minutos de mi casa, pero siempre se me hacían eternos. Sólo quería llegar a casa y tumbarme en mi cama, con mi pijama de sandías y con Carly, mi gata, mientras veía alguna serie americana, o navegaba por internet. Arrastrando los pies por la fría acera de Cheshire, casi gemí de placer ante la idea, pero a tiempo, me contení. "Ya queda poco, Marine.., ya queda poco" intenté alegrarme. "Tonta, eres tonta" me insulté mentalmente por no haber aceptado la oferta de Mike de llevarla hasta el parque de su urbanización, qué está a tres minutos de su casa.

Casi salto de la alegría al llegar a mi jardín, qué brillaba con un verde reluciente. Mi madre, siempre cuidaba a su jardín, por eso, unas bellas rosas de color blanco crecían delante de las ventanas de la grande casa de madera. También, unas flores decoraban las paredes de la misma, dándole un estilo a lo Romeo y Julieta, en honor a el libro favorito de madre.

Saqué las llaves de el bolsillo izquierdo de la mochila, para abrir la puerta. Cuando entré, tiré la mochila al suelo, cerré la puerta y me quite el abrigo, la bufanda y las zapatillas. Sonreí ante la vista de mi felina blanca acercandose a mí, maúllando.

-Hola, pequeñina.-susurré acariciandole la cabeza. Movió la cabeza contra mi mano bucando más caricias. -Me estoy muriendo de hambre, luego. -le dije y me levanté. Sabía que mamá no estaba en casa, por lo que me dirigí directamente hasta la cocina para hacerme algo de comer.

Abrí la nevera y puse una mueca en mi cara, no había nada interesante, por lo que cerré la nevera. Al cerrarla, me encontré con una nota, con la caracterstica caligrafia de mi madre.

''Hija, tienes dinero para pedir una pizza o comprarte lo que te de la gana. No traigas a gente excepto a Pattie, Maison, Allie o John. Estudia, y haz los deberes después de terminar de comer. Ah, y no llegaré hasta tarde en la noche, tengo guardia en el hospital.

Te quiero, Mamá.''

Rodé los ojos y dejé la nota en la encimera. Cogí unos simples cereales con leche y dejé que se ablandaran en la mesa del salón mientras yo iba a cambiar mis ajustados vaqueros por unos cómodos pantalones de pijama (sí, los de sandía).

Encendí la televisión, haciendo zapping con los canales hasta encontrar una de mis series favoritas, Big Bang Theory. En este capitulo, el único, Sheldon Cooper, estaba enfadado con su compañero de piso por no llevarlo a Suiza.

Desde los quince años solía pasar las tardes solas, después del incidente, pero igualmente prefería pasar la vida así, tranquilamente, qué vivir en fiestas. Simplemente, me recordaba demasiado a esa escena, en la discoteca. Aunque, casi todas las noches lloraba antes de dormirme, sintiendome sucia y desgraciada.

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