dolor en la 057.

I

Las noches de abril siempre suelen ser las más difíciles,
los recuerdos en tragos y tabaco,
los polvos entre sábanas ajenas pero nada de lencería por el suelo, solo dolor, exclusivamente dolor. El hachís en gramos pero nunca en piezas, las litronas ahogando mi garganta en aquel sitio donde solíamos descansar los miércoles después de follar.
Tú siempre decías no querer a nadie y yo estaba enamorada de ti, siempre me decías que me querías mientras te follabas a otra los jueves, que estúpida he sido al echarte de menos.

El último beso, la manera en que tu mirada me decía que lo sentía mientras yo te pensaba en ver luego, era miércoles. Miércoles de perderme en tu cuerpo, de ahogar mis palabras en tu saliva, de decirte te quiero mientras te vestías. La capacidad que tenias de demostrarme que todo marchaba bien mientras estuviéramos juntos cuando ni estábamos juntos. La soledad que me inundaba cada jueves en la noche. Todas esas veces que bebí hasta olvidarme de mi nombre pero no de ti. Te acariciaba el pelo y me desnudabas el alma con solo notar tu aliento matutino en mi cuello, qué pena, tiene que ser una pena enamorarse del propio demonio cuando tú eres un ángel rojo. Es tan doloroso recordar cuando me bajabas las bragas y me decías que solo era yo cuando habían demasiados yo esperándote con la lencería puesta. El poder de hacer de todo un arte dramático y no un amor por el que vale la pena escribir en las madrugadas, te escribí igual. Me decías que no lo hiciera pero lo hice. Siempre era la típica niña que no le hace caso a sus padres, la chica lista que se enamoró del hachís porque un chico tonto la rompió. Lo siento por haberte querido, por querer recibir todos los miércoles de ti, en mi reloj todavía es jueves noche. Tengo una caja de tabaco en uno de mis bolsillos, una botella en la mano derecha, mi corazón hecho añicos en la mano izquierda, te dejaré que adivines a donde voy esta noche, voy a buscarte.