Capítulo I

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Deslizó la mano enguantada por el vidrio polvoriento de la ventana, miró adentro y no vio más que suciedad dentro de la casa. Desde su punto de vista, aquel sitio había sido abandonado hace mucho tiempo y era probable que hubiese sido habitada por una familia numerosa, a juzgar por el tamaño de la construcción, y últimamente había estado siendo usada como base secreta para un grupo de rebeldes que se hacían llamar Los póstumos

Ya casi habían pasado dos horas desde que "limpiaron" la pequeña ciudad fantasma de Galil, y un escuadrón de soldados fue asignado para llevar a los subversivos en los camiones, mientras que los demás que quedaron debían encargarse de revisar todo el radio por si acaso encontraban algo sospechoso que pudiera ser peligroso en un futuro. 

—¡Teniente! —una exclamación vino de la distancia, y el hombre que miraba dentro de aquella casa se vio obligado a voltear, lo único que vio fue un sujeto con un traje militar especial, que extendía los brazos hacia los lados como si hubiera hecho un gran descubrimiento—. Lo hemos estado buscando por todos lados, no debería alejarse tanto del grupo, no hemos decidido si la zona es segura o no. 

—Por favor, Martin —se quejó el teniente por debajo de la máscara antigás—. No es como si pudieran matarme tan fácilmente, y eso lo sabes a la perfección —luego caminó hacia el otro hombre y tapó el filtro de su máscara con la palma de la mano—. Tú eres el que puede morir si vienes solo. 

—Teniente, no debería ser tan terco, sé que soy un simple sargento, pero a veces también tengo razón, no es como si usted fuera inmortal —bromeó Martin mientras apartaba la mano ajena de su filtro—. En fin, el caso es que debemos regresar a los cuarteles, al parecer ya no hay nada que hacer aquí y es posible que se presenten grados muy altos de radiación por la noche, así que debemos retirarnos antes de que muramos en medio de esta pila de mierda solitaria. 

—Sé que hay niveles de radiación muy altos, pero...¿cómo demonios sobrevivían los rebeldes entonces? —cuestionó Leopold, el teniente, que comenzó a caminar hacia el sitio donde estaba el camión que los esperaba a ellos—. Aunque debo admitir, tenían máscaras como las nuestras, ¿las habrán robado, o alguien los está financiando desde alguna posición privilegiada? —sin dudas aquello podría ser cierto, pero era más probable que fuera la primera opción. 

—Creo que por esa misma razón vivían en esa casa, tiene túneles subterráneos y por debajo un sitio muy acogedor, un refugio supongo. De todos modos no estoy seguro y no me importa, sólo debemos capturarlos, avisar a los superiores, mandarlos a trabajar a los campos y c'est fini —Martin hizo un gesto con las manos, como si cortara el aire, y luego se oyeron algunas risas por parte suya. 

—Dios mío, es que a ti lo único que te importa es el sueldo, ¿eh, Martin?  —el teniente le dio una palmada en la espalda a su compañero, y después de varios minutos de caminar en silencio, llegaron al sitio donde se encontraba el camión. 

Estaba allí el teniente Petersen, un hombre de unos 37 años, de brazos cruzados y mirando hacia los recién llegados. Habían capturado a otro rebelde, y él iría con ellos hacia el cuartel. 

—Parece que es la mente maestra detrás del grupo —señaló el teniente, y Leopold pudo jurar que había sonreído de manera egocéntrica por debajo de la máscara—. Lo he capturado yo, y como es el "jefe", lo llevaré personalmente frente al coronel, de ahí supongo que él decidirá a qué campo asignarlo, ya saben, para sujetos como estos hay sitios especiales. 

  —No lo diga así, con ese tono, teniente Petersen, siento como si las tripas se me contrajeran —se quejó Martin, mientras ascendía al camión por detrás—. Por cierto, ¿y los demás que estaban con nosotros? 

LeopoldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora