Abrí un poco los ojos y los volví a cerrar al instante. Los rayos del sol que se colaban por la ventana me daban directamente en la cara. Estúpido verano.
Me giré hacia el otro lado y volví a cerrar los ojos intentando dormir, pero el olor a tostada recién hecha inundó mis fosas nasales. Mi barriga rugió de hambre, ¿Por qué no podían traerme el desayuno a la cama como en las películas?
Refunfuñando, aparté la sábana de encima de mí y salí de la cama frotándome los ojos y andando como un zombie. Fui hacia el baño y me miré en el espejo. Odiaba mi cara por las mañanas.
Me lavé la cara y me quedé hecho el moño que me hice anoche. Hice mis necesidades y bajé a la cocina. Lo primero que vi fue a Peter sin camiseta ¿Por qué los chicos siempre iban sin camiseta? ¿Acaso querían matarnos? Traté de ignorarlo. Él me analizó en cuanto entré en la cocina y sonrió. Le puse mala cara.
— Buenos días, kitty.— Habló. Fruncí el ceño.
— ¿Kitty?— Peter volvió a mirarme y señaló mi pijama. Sonrió de nuevo.
Miré mi atuendo. Consistía en un pantalón corto blanco con algunos detalles en azul claro y una camiseta de tirantes del mismo color de azul donde aparecía Hello Kitty. ¿Qué tenía de malo un pijama de Hello Kitty? Era mi preferido.
— Idiota.— Me ignoró. Acabó de hacerse su tostada y se sentó para comer. Yo me senté enfrente suyo.— Podrías haberme hecho una tostada a mí también.
— Háztela tú. Para algo tienes manos, kitty.
— No me llames kitty.
— Acostúmbrate.— Sonrió. El muy imbécil sonrió. Le miré con odio y me levanté para hacerme la tostada yo misma.
Cogí el pan que ya estaba encima de la encimera y lo corté con un cuchillo. Metí el pan en la sartén y esperé a que se tostara un poco. Me di la vuelta mientras esperaba y miré a Peter.
— ¿Podrías dejar de mirarme el culo?
— Imposible. Estás demasiado sexy con ese pijama, kitty.
— Muérete.— Soltó una carcajada. Me dieron ganas de clavarle el cuchillo en el ojo. Ojalá Cat bajase pronto, estúpida dormilona.
Me di la vuelta para que no se me quemara la tostada. La saqué de la sartén y la puse en un plato. Pasé un ajo por encima para darle sabor y después le eché aceite. Sí, yo me hacía las tostadas a mi manera. No me gustaba usar el tostador.
— ¿Sabes que también te ves muy sexy cocinando?— Cogí mi plato y me senté enfrente de Peter. Él aún seguía comiéndose una de sus tostadas.
— Cállate de una vez ¿No decías que ni si quiera saldrías conmigo porque soy la mejor amiga de tu hermana?— Le di un muerdo a mi tostada.
— Eso no impide que seas sexy. Y más aún con ese moño.— Casi me atraganto. Él se rió, de nuevo.
— ¡Piérdete!— Acabó de comerse sus tostadas y se levantó de la silla para meter el plato en el lavavajillas. Al pasar por mi lado, me dio un beso en la mejilla y salió de la cocina.
¿Qué mierda acababa de pasar?
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Toda la tarde fue aburrida. Me entretuve mirando los libros que había en la estantería de encima del escritorio, y empecé a leer uno. Se llamaba "por trece razones", y por lo que había leído, el libro no estaba nada mal.
Cat vino a mi habitación y me hizo compañía unas horas. Hablamos de Hunter, del idiota de Peter, de las chicas, de la fiesta de mañana, del chico que le gustaba a Cat, de libros. Un poco de todo.
Sobre las 8 bajamos al salón a ver una película. Teníamos la casa para nosotras solas, ya que Peter al parecer se había ido. Estuvimos toda la tarde riendo como mejores amigas que éramos.
Una vez la película acabó, hicimos skype con las chicas hasta que la puerta de entrada se abrió. Peter entró por la puerta con una chica detrás de él. Cat y yo los miramos. Ellos subieron las escaleras.
Peter nos dirigió una pequeña mirada pero pasó de largo. Ambos desaparecieron en el piso de arriba a los pocos segundos. Miré a Cat, quien estaba con el ceño fruncido. Parecía pensativa.
— ¿Qué pasa?— Pregunté.
— No sé qué hace ella aquí...
— ¿Quién es?— Ahora tenía curiosidad por saber quién era esa castaña.
— Es su ex. Pero no entiendo qué hace aquí, ella le engañó con su amigo, y no quería saber nada más de ella.— Habló. Se encogió de hombros.— Mañana hablaré con él. Ahora vamos a cenar, ya es tarde.
— ¿Y Peter?
— Le dejaré la comida en la nevera, que se la coma cuando quiera.— Asentí con la cabeza.
Hablamos de la ex de Peter que al parecer se llamaba Amanda, y Cat me decía que ella era realmente una perra. Cenamos entre risas, y una vez terminamos, nos fuimos cada una a su habitación.
Una vez en mi habitación, volví a coger el libro que había empezado antes y me puse a leer. A los pocos minutos empecé a escuchar ruidos que provenían de la habitación de al lado, que era la de Peter. La de Cat estaba enfrente de las nuestras.
Puse mi oreja en la pared para escuchar mejor y al instante me arrepentí. Di golpes fuertes a la pared para que pararan, pero cada vez se les oía más.
No podía creer que estuvieran follando, ¿En serio, justo ahora? Qué asco. Si al menos los gemidos de esa perra no fuesen tan escandalosos y no entorpeciesen mi lectura, no diría nada. Pero como no era el caso, me levanté de la cama enfurecida y me dirigí a la habitación de Peter. Abrí la puerta sin si quiera tocar, pero no me importó.
— Peter, ¿Podrías decirle a tu... chica, que bajase el tono de sus gemidos? Algunas personas estamos intentando leer. Gracias.— Salí de su habitación y cerré la puerta. Ni si quiera les había mirado, no quería vomitar. Los gemidos habían parado. Sonreí.
Iba a abrir la puerta para entrar a mi habitación pero la de Peter se abrió antes de poder hacerlo, así que me quedé quieta y me giré para mirarle. Peter apareció solo en calzoncillos y arreglándose el pelo con una mano. Oh, santa madre.
— ¿Qué te crees que haces?— Dijo. Se paró delante de mí esperando una respuesta, mientras yo estaba recostada sobre mi puerta.
— ¿Yo? Nada. Solo intento leer y los gemidos de esa... de esa... tía, no me dejan concentrarme. Ahora, si me disculpas.— Intenté entrar en mi habitación pero Peter me lo impidió. Me agarró del brazo y me hizo girarme de nuevo para mirarle a la cara.
— Estás celosa.— Sonrió pícaramente.
— Y tú estás demente ¿Celosa, yo? Solo me da asco escuchar a esa perra gemir a unos metros de mí, y más cuando estoy intentando leer.
— Si no estuvieses celosa no la llamarías perra.— Levantó ambas cejas mirándome acusatoriamente.
— Eres imbécil, deja de montarte películas en tu cabeza. Y ahora apártate, Peter.— Puse mis manos en su pecho ignorando que estaba al desnudo y le intenté empujar lejos de mí, pero obviamente no se movió.
Se acercó a mi cuello y yo me estremecí. Me agarró por la cintura y dejó un dulce beso sobre mi cuello. Aspiró mi aroma; noté que sonreía. No quería apartarme, se sentía bien.
Pero entonces recordé que hace unos minutos estaba acostándose con la zorra. Cómo puede ser tan descarado de venir ahora a besar mi cuello.
— Vete a la mierda, Peter. Déjame en paz.— Ahora sí que lo empujé y esta vez se apartó. Abrí la puerta de mi habitación y la cerré con fuerza. Me recosté sobre la puerta y puse mis manos en mi cabeza, ¿Por qué no me había querido apartar? ¿Qué narices me pasaba? No hacía más de dos días que le conocía, ¿Acaso me había vuelto loca?
Escuché los pasos de Peter alejándose, pero no volví a escuchar gemidos. Parecía que Amanda se había ido.
Me arrastré hasta quedarme sentada en el suelo, apoyada sobre la puerta. Me abracé a mis rodillas y puse mi cabeza sobre ellas mientras pensaba. Peter, ¿Por qué me haces esto?