Me levanté por los saltos que Cat daba sobre mi cama. Quise matarla; nadie puede entrometerse entre mis horas de sueño y yo.
Abrí los ojos y bostecé. Cat paró de dar saltos en cuanto vio que ya estaba despierta.
— ¡La bella durmiente al fin se despierta! ¡Milagro!— Gritó Cat mirando al cielo y alzando sus manos. Estaban realmente locos en esta familia.
— ¿Qué quieres, Cat?— Hablé a la vez que bostezaba y me sentaba sobre la cama. Cat se sentó sobre mis piernas.
— ¡Hoy es la fiesta! ¿Acaso no tienes ganas?— Mierda, la fiesta. Se me había olvidado por completo.
— ¿Tengo que ir?— Hice una mueca.
— ¡Pero claro que sí!— Dijo agarrándome por los hombros.— Vamos a ir a esa fiesta, vas a olvidarte de Hunter por una noche y vas a enamorar a todos los chicos de ese local porque estarás preciosa. Ahora levanta tu culo gordo de la cama, está hecho el desayuno.— Saltó de encima de mí y se fue por la puerta. La miré mientras se iba y sonreí, mi mejor amiga estaba loca.
Me levanté de la cama y me peiné un poco el pelo con las manos. Bajé a la cocina y vi un plato lleno de muchas tortitas con nutella por encima sobre la mesa. Mis ojos se abrieron al máximo y corrí a por un plato para mí. Cat se rió de mi impaciencia, sabía que me encantaban las tortitas con nutella. Peter aún estaba durmiendo, cosa que agradecí.
Empecé a comerme las tortitas y mi boca se hizo agua. Estaban deliciosas.
— ¿Tu hermano va también a la fiesta?— Le pregunté a Cat, quien estaba sentada enfrente de mí también comiendo las tortitas. Que diga que no, que diga que no, que diga que no.
— Sí— Mierda.— Pero no creo que le veamos mucho, el local es muy grande.— Asentí con la cabeza y seguí con mi tercera tortita. Cat me miró.— ¿Por qué preguntas?
— Nada, curiosidad. Tenía la esperanza de no verle en toda la noche.— Le sonreí un poco.
— ¿No os lleváis bien?— Frunció el ceño.
— No, no es eso.— Negué con la cabeza. Terminé con mi tercera tortita y me limpié las manos. Ya estaba llena.— Pero es algo idiota.— Ella rió.
— Sí, eso no te lo discuto.— Me levanté de la mesa y metí mi plato al lavavajillas, como siempre.
— Oye, ¿A qué hora dijiste que nos íbamos?
— A las 7 tenemos que estar preparadas, e iremos a casa de Natalia para ayudar a las chicas a prepararse, que ya estarán allí.
— ¿Y cómo iremos a casa de Natalia nosotras solas? Está bastante lejos.— Cat se encogió de hombros.
— Peter nos llevará.— Suspiré y asentí.— A las 6 iré a tu habitación para prepararnos juntas, ¿Vale?
— Está bien.— Fui hacia Cat y la abracé. Ella me abrazó de vuelta.— Te quiero.
— Yo también.— Nos separamos y le di un beso en la mejilla. Acto seguido, subí a mi habitación.
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— ¡EMILY!
Cat me zarandeaba de un lado a otro para despertarme hasta que me caí de la cama.
— Cat, voy a matarte.— Me ignoró.
— ¡Levántate ya del suelo, idiota! ¡Son las 6 y veinte!
— ¿En serio tengo que ir?— Me levanté del suelo a regañadientes. Incluso el suelo se me hacía cómodo cuando tenía sueño.
— Sí tienes que ir. Voy a por mi vestido.— Salió de la habitación. Yo abrí mi armario y saqué mi vestido rojo vino que compré el otro día y los tacones negros. Lo puse encima de la cama y en ese momento Cat entró por la puerta.
Su vestido era de color negro y era todo ajustado. El suyo era de tirantes y el mío de palabra de honor, y el suyo era un poco más largo que el mío. Empezó a ponérselo y cuando lo hizo la miré. Le quedaba perfecto.
— Estás preciosa.— Ella me sonrió y se puso sus tacones mientras yo me ponía mi vestido. Me miró.
— Tú también estás preciosa, nena. Ahora vamos al baño a maquillarnos.— Dijo.
— Pero a mí no me gusta maquillarme.
— Te maquillaré lo mínimo.— Sabía que discutir con ella era un caso perdido. Asentí.
Ella empezó echándome base y después me pintó los labios del mismo color de rojo que mi vestido. Una vez acabó, me echó rímel y me pintó la ralla del ojo.
Me miré al espejo y la verdad es que había quedado bastante bien. No llevaba demasiado maquillaje, pero para mí estaba bien así.
Una vez ella acabó de pintarse, empezó a plancharme el pelo y después me hizo unos tirabuzones en las puntas de algunos mechones.
Mientras ella se hacía una coleta alta, miré el reloj que había encima de mi mesita de noche y ya eran las 7 menos veinte. Asomé la cabeza por la puerta del baño.
— Cat, son menos veinte.
— Ve llamando a mi hermano.— ¿Por qué siempre me tocaba a mí avisarle?
Fui a su habitación y toqué dos veces la puerta. Escuché un "pasa" y entré. La habitación estaba, dentro de lo que cabe, ordenada. No me esperaba ver su habitación así, la verdad.
Él me miró y abrió un poco la boca con asombro. Me miró de arriba a abajo y sonrió.
— Tenemos que irnos ya.— Le dije. Se levantó de la cama y cogió las llaves de su coche que estaban sobre el escritorio. Salí de la habitación y él me siguió. Fuimos al salón y nos sentamos en el sofá a esperar a Cat.
— Estás... hermosa.— Habló. Me giré para mirarlo y él me estaba mirando de vuelta. Me pareció verle un poco... ¿Sonrojado? ¡Dios mío, estaba sonrojado! Creo que era el primer hombre que había visto sonrojado ¡Por dios, quería comérmelo a besos! Ya, Em, cállate.
— Gracias.— Contesté y me sonrojé yo también, solo que yo más intensamente. Ni si quiera parecíamos nosotros, ¿Qué mierda nos pasaba?
Cat bajó las escaleras y ambos nos levantamos. Le sonreí; estaba guapísima. Salimos de la casa y nos montamos en el coche. Cat se sentó en el asiento del copiloto y yo me senté detrás.
El trayecto en coche fue silencioso, ninguno habló demasiado. Unos 15 minutos más tarde llegamos a la casa de Natalia.
Cat y yo bajamos del coche. Peter nos miró una última vez y desapareció por la carretera.
Tocamos al timbre y nos abrió Paula, emocionada.
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Ya eran las 11 de la noche. En todo este tiempo las chicas se estuvieron vistiendo, peinando y maquillando. Al ser tres, tardaron más. Pero aún así nos sobró tiempo, así que nos pusimos a hablar de la fiesta.
Salimos de la casa y fuimos directas hacia el local donde esta sería. Estaba a unas calles de la casa de Natalia, así que no habría problema en andar un poco. Solo tendríamos un pequeño dolor de pies por los tacones, pero nada más.
Llegamos al famoso local y miramos la gente que había fuera. Si había toda esa gente fuera, no quería ni imaginarme el interior.
Que comience la fiesta.