136~ Las Novicias

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Cuando Mónica le comento a su familia su deseo por entrar a un convento, no fue una idea bien recibida, creían que esas eran prácticas de otras épocas, o en escape para las mujeres que no podían conseguir marido, nadie se ocupaba de la vocación de servicio que sentía la muchacha y en inmenso amos a Dios. Así que después de largo tiempo de sufrir insultos, apenas cumplió los dieciocho años, se fue a perseguir sus sueños.

Recorrió varias ciudades, preguntado a la gente por conventos, y se acercaba a ellos buscando el que fuera perfecto. Los primeros que visitó, distaban mucho de la imagen que se había creado en su cabeza; clavados en medio de la ciudad, con ciertos toques de lujo y llenos de estrictas mujeres que rezaban todo el día, pero no ayudaban al prójimo.

Por unos momentos quiso regresar y abandonar aquella tonta idea, pero, el destino la fue llevando por lugares insospechados, realizando pequeños trabajos que le ayudaran a conseguir sustento y terminó en las afueras de un suburbio, frente a una derruida construcción, rodeada de campos de siembra donde se divisaban apenas unos bultos cafés moviéndose entre la hierba.

Mientras estaba parada ahí, repicaron unas campanas, y los puntos cafés que veía desde la distancia, se incorporaron formando una fila y entonando bellos cánticos. ¡Eran monjas, monjas verdaderas!, como las de antaño, de las que trabajan la tierra para alimentarse y compartir con los huérfanos que cuidan con devoción, de esas que se alegran de servir, de esas que aman al prójimo.
Así que sus pasos le parecieron lentos para darle alcance a esa comitiva de la que quería formar parte, llevaba tanta ilusión consigo, parecía hipnotizada por el caminar tan ligero de las mujeres frente a ella, las cuales parecían flotar en lugar de andar.

Por fin pudo darles alcance, y quiso tocar a la última de las monjas en el hombro, pero una anciana decrepita, le tomó la mano, advirtiendo que todo aquello que veía no eran más que espectros, almas sin descanso que permanecían ahí, sufriendo, repitiendo aquel fatídico día de su muerte, en el cual un grupo de maleantes que huían de la justicia ingresaron al convento, asesinaron a los niños para no compartir las provisiones con ellos, y luego también se deshicieron de las monjas para tomar sus hábitos como disfraces.

La chica horrorizada por aquellas terribles confesiones se negó a creerlo, pero al dar la vuelta hacia el sembradío, los vio cubierto de huesos y restos humanos…de niño, tal como la vieja había dicho. La imagen era tan horrenda que la chica no pudo resistirlo, salió corriendo sin dirección fija…
Mientras corría, se detuvo de golpe al ver a una de las monjas que había visto antes, frente a ella. Pero no era como ella se las habia imaginado; la piel de su cara estaba carcomida y caída a jirones, mientras que en su frente estaba aquel hoyo atravesando su cabeza, que le confirmaba que ese no era un ser vivo. La monja se acerco a su cara, demasiado cerca. Podía sentir el putrefacto olor que poseía aquella mujer. Esta levanto una mano y la cogió del rostro. Como una suave caricia en su mejilla izquierda. Sus ojos podridos y desenfocados la miraron fijamente y la invitaron a unirse a ellas. Si, ellas. Luego de que la monja pusiera su mano sobre ella, las demas aparecieron detras de ella, junto a los niños. Todos en las mismas condiciones que la mujer frente a ella. Lo unico que cambiaba era el lugar y la cantidad de hoyos en cada cuerpo.
De repente, Mónica solo pudo sentir muchas manos sobre ella y, con un grito agudo y escalofriante, todo se volvió negro para ella.

Algunas personas dicen que se puede ver vagando por las calles con hábito de novicia y predicando sobre el mal de la gente, gritando terroríficas historias de tortura. Otros dicen que volvió después para unirse a aquellas monjas con vocación, aun en la muerte pues la procesión que veían los vecinos con tanto pavor, tienen un nuevo integrante.

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