19.

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No sabían exactamente como habían llegado a esa situación, sus mentes estaban completamente nubladas por la excitación del momento.

Samuel besaba a Guillermo con ferocidad, devorando su boca, impaciente por tenerlo bajo suyo gimiendo y gritando de placer por su causa.

Luego de estar unos minutos en aquel pequeño bar, la tensión sexual no pudo más con sus cuerpos y ahora estaban en la habitación de Samuel besándose con calentura, ya sin sus camisetas cubriendo sus torsos.

Mierda, no sabes cuanto deseaba esto... —El castaño se separó de la boca de su compañero, quien yacía acostado en su cama mirándolo con ojos oscurecidos por la lujuria y las pupilas dilatas en su máximo esplendor. Samuel le regaló una sonrisa de lado y comenzó a dejar besos húmedos en su cuello, junto a unas cuantas mordidas que Guillermo disfrutaba demasiado.

Los jadeos y respiraciones agitadas comenzaron a hacerse presentes en la habitación. Deseaban hacerlo, querían y lo harían. Esta vez no había nada ni nadie que los pudiera detener.

Guillermo quitó sus zapatillas con sus pies, y acarició la espalda morena del castaño con la punta de sus dedos logrando que corrientes de placer recorrieran el cuerpo del castaño.

Los besos bajaron por el torso del pelinegro, llegando hasta el borde del pantalón de mezclilla. Samuel miró a Guillermo pidiendo su aprobación para continuar y al ver como su novio asentía seguro, desabrochó la prenda, bajándola junto a los calzoncillos. El miembro duro del pelinegro chocó contra su abdomen, el castaño lo tomó, acariciándolo sacándole gemidos a Guillermo que no podía callar.

SinvergüenzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora