En febrero de 1986, un joven de 17 años apareció muerto sobre su cama con el teléfono pegado al oído. Las investigaciones iniciales giraron en torno a un asesinato, pero esa teoría fue descartada, ya que no se encontraron marcas ni heridas en el cuerpo de la víctima. Finalmente, los médicos forenses concluyeron que Jason Findley atendió una llamada en medio de una fuerte tormenta eléctrica y que, al contestar, recibió una descarga que le provocó una ataque al corazón. Según el "New York Times", cerca de una centena de personas fallecieron por esa misma causa.