Capítulo 3

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Me aburría mucho en mi segundo día de instituto, pero había prometido ser buena. Lo único que me divirtió un poco fue burlarme de la absoluta ignorancia de los profesores.
-Como iba diciendo, el culpable de la Segunda Guerra Mundial fue, en su totalidad, Adolf Hitler.-explicaba en ese momento el profesor de Historia.
Levanté la mano. Él me vio y me dio la palabra un poco a regañadientes. Seguro que los otros borregos de profesores le habían hablado sobre mí.
-Eso no es del todo correcto.-repuse.-La culpa de la Guerra recae en parte en el Tratado de Versalles escrito al final de la Primera Guerra Mundial, que se componía de condiciones abusivas para Alemania. Eso contribuyó a que los votantes alemanes siguiesen las ideas de Hitler, que al principio no eran tan extremistas, sino que se volvieron así con el tiempo. Hitler tuvo tanto éxito porque lo que decía tenía sentido.
Me callé, absolutamente segura de haber dejado a todos mis compañeros sin habla. Justo cuando esperaba una respuesta, mi tío abrió la puerta de la clase.
-Elizabeth, te necesito, ya.-se limitó a decir, y a mí me bastó. Me levanté de mi silla y, sin mirar al profesor, salí del aula.
-Gracias a Dios que has venido; me aburría.-le dije a mi tío, mirándole con intensidad.
-El instituto es una perdida de tiempo cuando tienes una mente como la nuestra.-respondió él concentrado en su teléfono.-No logro encontrar a John.
-Te preocupa que le haya pasado algo.-deduje.
-Sí.-admitió.-Hay alguien por ahí que me quiere fastidiar; ya he desplegado mi red de vagabundos para encontrarle.
Nos metimos en un taxi y yo saqué el móvil para pedirle a James que avisase a nuestra red de huérfanos con el mismo propósito. Me llegó una afirmación y supe que la mitad del grupo ya estaba notificado.
-¿Qué sabes de esta persona?-le pregunté a mi tío.
-Nada; hace un par de meses envió un mensaje diciendo que Moriarty había vuelto, pero he llegado a la conclusión de que se refiere a que su mente es equiparable a la de él.
-Un poco pretencioso, ¿no?-cuestioné, frunciendo el ceño.-¿Cómo sabes que es la misma persona?
-Como supuesto sucesor de Moriarty, lo primero que querrá hacer es vencerme. Además, solo una mente como esa podría esconder a John en un lugar que no pudiese deducir.
Mi móvil vibró y me encontré con un mensaje de Lydia, una de las huérfanas de mi red. Era una foto del doctor Watson siendo arrastrado en una casa particular que reconocí enseguida. Era la de mi padre. Pero mi padre jamás llevaría a un prisionero a su propia casa. Se la enseñé a mi tío, que concordó con mi opinión y dijo que seguramente querían enemistarle aún más con su hermano.
Llegamos a mi casa. El lugar estaba rodeado por agentes del servicio secreto, y entonces comprendí lo que esa persona quería. No era enemistar a mi padre y mi tío; era hacer saltar todos los protocolos de seguridad de mi padre para desenmascararle.
-Mierda.-susurré. Eché un vistazo a los agentes y me acerqué al que daba las órdenes.
-Retire a sus agentes.-ordené. Tenía la sensación de que Mycroft me había incluido en sus protocolos de seguridad. El hombre me miró, sacó su móvil y consultó algo.
-Muy bien, señorita Holmes.-dijo, finalmente, y ladró un par de órdenes a través de su radio. Todos los agentes se retiraron. El jefe se volvió hacia mí.-Llámeme si me necesita.
Mi padre estaba en una cumbre mundial, así que calculé que teníamos 10 minutos antes de que apareciese por aquí.
Mi tío abrió la puerta y entramos en la casa.
-¡John!-exclamó. Yo me dediqué a pensar durante un segundo.
-Está en el despacho.-deduje al final.-Es donde están los documentos; el lugar más seguro.
Mi tío se dirigió al despacho haciendo una parada antes para coger uno de los paraguas multiusos de mi padre.
Yo recogí otro y llegamos al despacho. Justo entonces recibí una llamada de mi padre y agradecí tener el móvil en silencio.
-¿Por qué has retirado a los de seguridad?-preguntó.
-Alguien ha traído aquí a John Watson para que los protocolos saltasen y así desenmascararte de alguna forma.-expliqué a toda velocidad.-Es mejor que nos ocupemos el tío Sherlock y yo.
Y colgué.
Abrí la puerta del despacho, pero el tío Sherlock insistió en pasar primero por si el individuo era peligroso. Entré después que él y nos encontramos al doctor Watson atado a una silla, amordazado. No había nadie con él. Mi tío le desató rápidamente y justo en ese momento mi padre hizo su aparición.
Echó un vistazo al despacho y lo comprendió todo al instante, más rápido que mi tío y yo.
-Lo han hecho para que venga.-soltó, y salió de nuevo, de vuelta a la cumbre. Por supuesto. Habían metido a su hija, su hermano y el mejor amigo de este en su casa y posiblemente en peligro con el único objetivo de sacarle de esa cumbre.
La pregunta ahora era por qué.

Elizabeth HolmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora