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Lauren's POV

—Como ya te dijimos, el otro día encontramos algo anormal en el escáner. —El médico alzó lo que yo creía que era una radiografía, pero era el resultado del escáner. —Esta es tu cabeza antes del golpe, no hay nada. —Alzó el siguiente escáner, y el médico miró a Alejandro. —Esta es la resonancia que le hicimos el otro día. ¿Veis esta mancha blanca? —Tragué saliva tan pesadamente que temí atragantarme. —Es un tumor que presiona el nervio óptico. Tenemos que hacer una biopsia pero, creemos que es benigno. —Eso último hizo que mi corazón parase, me estabilizase por completo. Me acerqué para ver la resonancia con el ceño fruncido. —Podríamos operarte si... —Mis piernas temblaron, mis manos temblaron, noté la bilis en la parte posterior de la garganta.

—¿Qué ocurrirá cuando lo extirpen? —Me crucé de brazos, atando cabos en mi cabeza. Si era de verdad lo que creía, mis piernas estaban comenzando a fallar.

—Su nervio óptico podría... Volver a ser normal.

—¿Quiere decir que podría volver a ver? —Preguntó Camila con el ceño fruncido mirando al suelo. Mis uñas casi se estaban clavando en mis brazos, esperando a que el médico respondiese.

—Podrías. No es seguro. No quiero que te hagas ilusiones, porque muy pocas veces hemos hecho esto. Tu caso es un caso excepcional. —Parecía nervioso, ni siquiera me había fijado en que Camila estaba llorando.

—¿Pero? —Dije yo, intentando sacarle la pega que tenía aquello.

—Esta operación es muy arriesgada. No garantizamos que vaya a volver a ver y...

* * *

Los padres de Camila nos dejaron a solas. Camila estaba sentada al borde de la cama con sus manos entre las mías, que acariciaba lentamente. Estaba con una mezcla de emociones que no sabía por dónde empezar a describirlas. La primera es que no sabía si estar feliz o no, porque 'creían' que era benigno. La segunda, es que tampoco sabía si iba a salir viva de la operación. Y la tercera... Si salía viva, no era seguro que volvería a ver.

Camila lloraba en silencio, con una lágrima bordeando la costra de sangre de su ojo que cada día mejoraba un poco, pero todo empeoraba cada vez más.

—No puedes operarte. —Murmuré en voz baja, y Camila apretó mis manos y los dientes a la vez.

—Cállate. —Me respondió, tensando la mandíbula. Se levantó de la cama, y la sujeté, aunque ella declinó mi mano, apoyándose en la pared.

—Es la única oportunidad que tengo. La única. —Dijo con la voz temblorosa.

Mis labios titilaban, temblaban, con las lágrimas aferrándose a la piel reseca de estos, cortados y blanquecinos. No estaba siendo yo misma, no estaba en mi cuerpo. Si pudiese hacer un intercambio con Dios, preferiría que Camila siguiese viva y yo sufriendo en mi casa, pero no, a ella no podía perderla.

Camila se golpeó la mano contra los pies de la cama, y eso la sacó de sus casillas. Comenzó a golpear el colchón, el metal del borde daba contra sus manos.

—¡NO QUIERO SEGUIR! —Gritaba golpeando la puerta a puñetazos, clavándose las bisagras en las manos. —¡NO PUEDO SEGUIR! —Su voz estaba desgarrada, desesperada, entre llantos y aporreos a la puerta con rabia y furia.

La abracé por la espalda sujetando sus manos que sangraban por los nudillos, estaban rojas por los golpes. Escondí mi cara en su pelo, sollozando, intentando que se controlase por su bien y por el mío. Camila simplemente lloraba, lloraba sin importarle nada.

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