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Lauren's POV

Camila dormía a mi lado con la camiseta enredada sobre su cuerpo, y sus brazos rodeaban mi cintura. Su cabeza yacía sobre mi pecho que subía y bajaba. Eran apenas las seis de la mañana y por los cristales de la terraza veía cómo el cielo comenzaba a clarear, y ese azul intenso y oscuro, negro, se disipaba dejando paso a un azul más claro.

Me levanté de la cama y puse los pies en la madera del suelo, estaba fría. Me incorporé y abrí la cristalera que daba a aquél pequeño balcón, a aquella reducida terraza de barrotes de aluminio grises, redondos.

Encendí un cigarro llevándomelo a los labios, perdiéndome en la vista panorámica del mar. Bajé la mirada y el agua estaba justo casi debajo de mí, tranquila y azul. Un barco pasaba por debajo del puente, qué tranquilidad.

Jamás me había sentido así, tranquila, feliz. Supongo que como se sentían todos excepto yo.

Tomé una calada dejando salir el humo entre mis labios, nublando la estampa del amanecer, que comenzaba a pintar destellos rosas en el cielo. El cigarro estaba entre mis dedos, al final de estos, llevándomelo de nuevo a los labios para succionar. El aire era fresco, pero no frío. Al menos no para mí, porque el frío ya había acabado.

Sentí las manos de Camila rodearme la cintura, a la vez que yo le daba otra calada al cigarro con los antebrazos apoyados en la barandilla.

—Buenos días. —Dije con la voz ronca, y Camila no me miró, miraba el amanecer que mezclaba rosa, naranja y azul.

—¿No lo fotografías? —Sonreí con el humo saliendo de entre mis labios, negando levemente.

—A veces no puedes capturar momentos y malgastar el tiempo tras una cámara, sólo hay que vivirlos. Que se quede sólo para nosotros y nadie más se entere. —Giré la cabeza para mirarla con una sonrisa, y Camila me miraba a mí con los labios entreabiertos ante lo que había dicho.

Pero era verdad. Muchas veces valía la pena guardar recuerdos para nosotros mismos, tener el privilegio de sólo ser nosotros los que lo hayamos vivido; como el primer amanecer en el nuevo apartamento. O quizás sólo era una metáfora de lo que sería una nueva vida. Muchas veces sólo había que mirar, porque el cielo cambiaba en minutos, un desfile pasaba en segundos y no merecía la pena estar tras una cámara.

—A veces pareces un libro. —Su brazo pasó alrededor de mi cintura, apoyándose contra mi pecho mientras las dos veíamos el amanecer. —No me puedo creer que durante todos estos años me haya estado perdiendo esto.

—Bueno, ahora puedes disfrutarlo. —Dejé un beso en su cabeza, quedándome con la nariz enterrada en su pelo abrazándola contra mi pecho.

—No mucho, tengo que irme. —Fruncí el ceño cuando se dio la vuelta y cogió mis manos, aunque antes de que fuese a besarme ladeé la cabeza. —Tengo clases, ¿recuerdas?

—Aaaah, es verdad, que estás aún en el instituto. —Le pellizqué la mejilla y ella se revolvió intentando morderme la mano como si fuese un pequeño cachorro que jugaba conmigo.

—Déjame. Tengo que irme ya. —Hizo un puchero separándose, y me di la vuelta para entrar con ella de nuevo en la habitación. —¿Nos vemos esta tarde?

—Nos vemos esta tarde.

*

Dormí hasta le media mañana, cuando el sol ya golpeaba contra mi cara y estaba en mitad de la cama. Había dormido mejor que nunca, y sin los gritos de mi madre despertándome para que hiciese algo, para que estudiase, o para que buscase trabajo.

coldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora