Días tristes.

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Los pequeños días entonces, pasaban y cada uno iba acompañado de mis suspiros, mis lágrimas y mis maldiciones internas.
Pero no podía hacer nada, yo jamás iba a ser como ella.
Yo era así: antisocial.

La gente en la actualidad cree que soy de las personas más sociales, porque les hablo a todos, porque comparto consejos y es muy raro que me caiga mal alguien.
Sin embargo, todos se creen la misma sonrisa hipócrita, y están la mayoría ahí para pedirme algo. Jamás por una sincera amistad.

— ¿Estás bien?

Preguntó Christian en la banca de a lado.
Le sonreí, pensando en una escusa.

— Me duele un poco la cabeza...

Él negó y sonrió.

— Haré como que te creo.

Se giró a terminar su ejercicio, y yo hice lo mismo.

Nuestra maestra era una persona ignorante. Y me atrevo a decirlo porque es así, ella no salía de Matemáticas y Español.
Las demás materias parecían no ser muy importantes y hasta ahora veo lo malo que fue eso.

Me he dado cuenta también que todo pasaba en los descansos: era la única hora en la que todos los grupos se juntaban.

Como siempre o casi siempre estábamos ahí, solamente que de por medio estaba Christian platicando algo, a lo que yo ni siquiera estaba poniendo atención.
Y la razón era que Rocío paseaba por el patio de la mano de Alan, y yo seguía ahí con ganas de asesinarla dentro de mi mente.
Una maestra se acercó a separarlos ya que iban de la mano, y fuera de yo querer burlarme estaba ahí con cara de pocos amigos.

Ella regresó normal; sin emoción alguna en su cara.
Bajé la mirada para que no lo notara. Christian lo notó y solo me volteó a ver, nada discreto. Sofía solo le había sonreído y ella solo se sentó a empezar a hablar de otra cosa, volteé mi cabeza a ver a otras personas, a observarlas. Y cuando menos me había dado cuenta ella estaba sentada enfrente de mí, y estábamos a solas.

— Necesito hablar contigo.

— ¿De qué?

Fruncí mi ceño, para hacerle creer que no sabía a que se refería. Pero claramente ella no me creyó.

— Te molesta, dímelo. Pero no sigas con esa actitud.

— No, no me molesta.

— Bien, como quieras. Yo quería arreglar las cosas.

Y se levantó yendo a donde estaba comprando Sofía quedándome sola en el mismo lugar de siempre, en esa esquina de suelo.
No sabía que pensar y sinceramente estaba un poco cansada de darle vueltas al asunto. Era estúpido.
Pero ahora, en la actualidad.
Que lo veo.
Fue esa pequeña etapa que me hizo cambiar, que me desapareció a como era en la niñez, y que hasta la fecha me reclaman mis papás.
Pero no entiendo porqué ellos lo que no entienden es que jamás iba a seguir siendo como era, la gente estamos en un constante cambio tanto emocional y psicológico. Inclusive me duele cuando mi papá me ve con esa mirada llena de melancolía, y yo no puedo decirle todo eso que está en un nudo bien atado en mi garganta.

— Ven, quiero decirte algo.

— ¿Qué pasa Sofía?

— Basta, dime a mí lo que piensas.

— ¿De qué?

— O no, no intentes evadirlo como con ella.

- Suspiré con pesadez - Ya no quiero hablar de eso Sofía.

— ¿Por qué no? Ve como están, y es solo por un estúpido.

— Sí, pero es lo que ella hizo.

Y no, era la manera de los dos. Lo que habían echo los dos. Sofía negó y me jaló de la mano antes de irse.

— Enserio, basta.

No dije nada más y me fui caminando directo al carro de mi papá. Sin saludar, sin nada más.
Así se fueron los días corridos, llenos de incertidumbre, tristeza, decepción, depresión y un sin fin de cosas negativas. Nadie lo notaba, mi madre llegaba tan tarde, que seguramente ni le interesaba, mi padre igual y ni hablar que mi abuela me vería con ojos como si le dijera que había encontrado la cura para el SIDA.
Necesitaba tanto una segunda opinión, que mi mente estaba a punto de doblegarse para poder charlar entre ella misma y así encontrar la respuesta a mi problema.

Amor Pre-Adolescente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora