Aquella mañana, en el día en que ella cumplia sus quince años, la atmósfera estaba impregnada de un sol desmesurado, cuya luz oblicua embellecía de manera engañosa el jardín donde brincaban numerosos conejos. La niña, envuelta en un largo vestido blanco, contrastaba de manera perturbadora con su cabello rubio plateado, acentuando aún más su anormal palidez. Su rostro, lejos de ser desagradable, despertaba una curiosidad inquietante en aquellos que se atrevían a observarla. Su delicada constitución y sus brazos esbeltos no dejaban entrever la fuerza con la que empuñaba una pala, cavando un agujero en medio del jardín. Su rostro manchado de barro reflejaba agotamiento y angustia, mientras su respiración agitada confirmaba su extenuación.
Esta escena inusual fue interrumpida por la llegada de un hombre imponente, de tez morena y complexión robusta, que corrió hacia ella y la sujetó por la espalda, impidiéndole continuar con su tarea.
"¡Pero está vivo, sé que aún está vivo!" repetía con insistencia, cada vez que la pala chocaba contra la tierra.
"Basta ya, es suficiente. Te lastimarás las manos", expresó con voz firme y autoritaria, pero sus palabras no lograron hacerla desistir. A pesar de la fuerza con la que él la sujetaba, la niña se liberó con destreza y retomó la pala, decidida a seguir removiendo la tierra. La desesperación se apoderó del hombre, quien finalmente la detuvo con un desprecio que se manifestó en una bofetada, derribándola al suelo.
Tomando con violencia el brazo de la niña, el hombre la levantó del suelo donde había caído y la arrastró hacia la casa.
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Él si quiso lo que tú no
Short StoryTodo el mundo conoce que en la casa de campo de los Spencer suceden cosas abominables. En las haciendas vecinas, es más, en todo el pueblo se sabe que la señora Spencer Lewis está maldita y su esposo, un desgraciado, pasó de victima a victimario. El...