t r e i n t a i o c h o

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Adam: Lanita.
Adam: Lanitaa.
Adam: L A N I T A.
Lana: Ya bájale.
Adam: Ábreme.
Lana: ¿Qué?
Adam: Ábreme la puerta. Estoy afuera.
Asomé a la ventana y ahí estaba Adam, no me la creía.
Salí rápidamente a saludarlo, o bueno, recibirlo.
- ¿Qué te ocurre Adam?
- Estoy loco.
- Vaya que sí, suerte que estaba en casa.
- Si no lo hubieras estado iría a buscarte donde estuvieras.
Traté de reír, Adam me preocupaba, ¿por qué se comportaba así? Sólo fingía sorpresa, pero quería llorar. Llorar porque era tan raro ese Adam.
- Ven, unas calles vi algo que te gustará.
- Estoy en pijama y no creo que...
- Vamos, si te ven mal dime y yo me encargo de ellos, ¿eh?
- Está bien.
Adam me tomó de la mano y me llevó a donde decía, tantas dudas de saber qué ocurriría.
Por un momento Adam volteó y me sonrío, le devolví mi mejor sonrisa.
¿Es raro haber imaginado a Eduardo con esa sonrisa? ¿Y que por eso yo haya podido devolvérsela con una sonrisa verdadera? ¿A qué no?

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