Aquel día íbamos a ver el muchacho de espectaculares poderes. Un chaval de la misma edad que yo. Había sido descubierto hacía ya dos semanas y era toda una nueva novedad. Al parecer disponía de un par de alas en su espalda. Yo, como aún era un niño de 5 años, estaba muy ilusionado.
Llegamos a la caseta para pagar. El lugar estaba lleno de personas con alas falsas en su espalda, gorras y todo tipo de accesorios relacionados con el chico. El ambiente era pesado y el hedor no me dejaba respirar. En un cartel se podía leer: Axel, el Ángel Caído, y en los lados dos altavoces anunciaban:
-Pasen y vean, el espectacular, maravilloso e increíble Axel, el Ángel Caído, todo por un módico precio. Solo mirar 2,50€, mirar y tocar 3,00€. Pasen y vean...
Y así una y otra vez. Yo seguía sin prestar atención, la emoción me cegaba. Mis padres y yo esperamos durante mucho tiempo en una larga cola.
-Padre, madre ya nos toca! Daos prisa!
Corrí hacia la puerta donde daba a la sala principal. Entré sin pensarlo dos veces.
Un niño se encontraba sentado detrás de una cuerda recubierta de terciopelo rojo. La habitación era oscura y muchas luces le enfocaban. Se podría decir que iba desnudo si no fuera por una túnica que cubría su delgado cuerpo. Estaba de espaldas para enseñar sus dos mutaciones. Solo se le podía ver también su pelo blanco. Me acerqué silenciosamente totalmente asombrado, pero tropecé e hice mucho ruido. Axel se giró asustado. Sus ojos azules en aquel rostro tan pálido, se clavaron en mí.
Se levantó y caminó temeroso hacia el borde de la cuerda. Me miró y abrió la boca para articular una palabra pero un hombre mayor llegó y le gritó:
-¡Axel! ¡No puedes hablar con los visitantes!
El ángel bajó la cabeza y se giró de nuevo. Aquella escena, aunque yo fuera pequeño, me transmitió mucha tristeza y ¿qué se me ocurrió hacer? básicamente le ofrecí una chupada de la piruleta que tenía en la boca.
Él se giró hacia mí, un pequeño brillo en los ojos se le apareció pero desvió la mirada hacia el hombre que le había reñido con anterioridad. Éste negaba con la cabeza. Finalmente el peliblanco cumplió órdenes y volvió a su sitio para sentarse y volver a exponer sus alas al público.
Salí de la habitación. De acuerdo que las alas eran asombrosas, pero aquel chico transmitía una aura que yo no entendía el por qué me entristeció tanto. Ya me quería ir a casa.
Empecé a caminar sin rumbo dejando atrás a mis padres que estaban comprando una bebida. Al darme cuenta me encontraba perdido.
Unas lágrimas de nerviosismo me empezaron a salir, pero alguien me cogió por la espalada y me llevó hasta un lugar apartado. Me giré con los ojos llorosos y asustado hacia mi secuestrador. Axel se sorprendió de mi reacción. Quise preguntar que pasaba pero me tapó la boca. El hombre viejo de la habitación caminaba a metros de nosotros desesperado. Al desaparecer oí una voz desde mi espalda:
-Lo siento no quería asustarte.
-No pasa nada. -le ofrecí mi mejor sonrisa.
El chico seguía serio. Me fijé que tenía la cara con un moratón en toda la mejilla.
-¿Qué te ha pasado? -pregunté curioso y directo. Se nota que en esa época no conocía la vergüenza.
-Yo no quería seguir ahí dentro... Además, la verdad sí que quería un poco de tu piruleta.
Me quité lo poco que quedaba del dulce de mi boca. Lo inspeccioné. ¿Tanto la quería para escaparse? Finalmente se la volví a ofrecer. Una media sonrisa apareció.
-Que pequeño...
-Eeeeh! -hinché mis mejillas y lo miré enfadado.
Él solo rió, a continuación se inclinó hacia mí y se metió la piruleta en la boca.
-Te la puedes quedar. -dije aún un poco enfadado.
-¡Luke! ¡¿DÓNDE ESTÁS?! -la voz de mis padres llegó a mí. Me acordé de que seguía perdido.
Sin pensarlo dos veces comencé a correr hacia ellos, pero me paré, me giré y dije sonriente:
-¡Adiós Axel!
-Adiós, Luke...
Corrí hasta mis padres. Les conté todo lo que me había pasado.
-Pero hijo, ¿quién es Axel?