Epilogo 4

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hola este ya es el ultimo asi que los dejo 

Entrevista con un artista

A Michie

Charles Ellis se detuvo frente a la casa para contemplar la apacible vista de aquel lugar que reunía la tranquila belleza campirana con un cierto gusto cosmopolita. Las aguas del lago artificial situado en el parque cercano brillaban bajo la luz ardiente del sol veraniego, pero a pesar de lo caluroso de la tarde el hombre sentía que la frescura de aquel rincón tan cercano aún al bullicio de Manhattan nulificaba el efecto del sol estival.

Ellis caminó por el jardín de la casa admirando las rosas y camelias que adornaban el lugar. Llegó hasta el porche blanco y estuvo a punto de accidentarse con un patín de cuatro ruedas que algún pie infantil había dejado olvidado. Ellis se rió de sí mismo recordando tal vez su propias correrías de la infancia. Se volvió luego y finalmente tocó el timbre de la casa.

Pies ligeros y pequeños en carrera, risas, grititos y algarabía sonaron en respuesta a su llamado. Luego, la puerta blanca se abrió y detrás de ella Ellis advirtió la presencia de un diminuto ángel rubio de cabellos rizados peinados en dos gajos. Un rostro de enormes ojos verde oscuro como las esmeraldas le miraba sonriente con la expresión confiada y alegre de sus muy pocos años.

—¡Hola! —dijo la niña con una vocecita cantarina— ¿Y tú quién eres?

— ¿Yo? Soy Charles, pero mis amigos y tú pueden llamarme Chuck —contestó el hombre inclinándose y apoyando sus manos en las rodillas para estar más al nivel de su interlocutora.

—¿Y qué quieres? —preguntó la chiquilla sin perder su encantadora sonrisa.

—Vengo a ver a tu papá ¿Está él en casa? —preguntó Ellis devolviendo la sonrisa a la pequeña.

—Ummmm... . ¿Me darás dulces si te digo? —preguntó la niña con una chispa de picardía en el rostro.

—¡Blanche! —llamó una voz femenina desde la habitación adyacente al vestíbulo. Pronto una mujer cuyo asombroso parecido con la niña delataba su parentesco apareció a la vista de Charles— Blanche, anda a tu cuarto, después hablamos —ordenó la mujer haciendo esfuerzos por ponerse firme aunque Ellis pudo comprender que por dentro ella también se moría de risa ante las ocurrencias de la niña.

La pequeña pecosa bajo la cabeza y desapareció pronto del vestíbulo tan rápido como había llegado.

—Disculpe usted las chiquilladas de mi hhija, Sr. Ellis —se excusó la mujer sonriendo al visitante y ofreciéndole su mano en señal de saludo.

—No hay nada que disculpar Lady Granddchhhester —respondió el hombre quitándose el sombrero y estrechando la mano de la dama.

—Candy, por favor, llámeme Candy. Es mejjor sin formulismos.

—Entonces usted deberá llamarme Charlless —contestó el hombre con una sonrisa.

—Bueno, creo que ese trueque está bieen... Supongo que viene por la cita que tenía con mi esposo ¿No es así, Charles?

—Está usted en lo cierto.

—Entonces sígame, él lo está esperanddo — dijo la joven mujer y acto seguido guió al hombre a través del vestíbulo, la estancia principal y hasta el estudio.

Ellis siguió a la dama observando los detalles de las habitaciones iluminadas por la luz que pasaba a través de las vidrieras y se estrellaba sobre las paredes claras y los jarrones de porcelana rebosantes de flores frescas. Más voces infantiles provenientes del jardín trasero se filtraban en el aire junto con el trino de pájaros lejanos y el olor a maderas y rosas.

Candy Candy [Reencuentro en el Vortice]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora