-No se preocupen, nosotras cuidaremos de sus niños. –La pelirroja le aseguró a la pareja- Disfruten su salida, se lo merecen.
Sonriendo, la mujer besó la mejilla de su hija y la frente de su hijo mientras que su marido les agradecía a las dos jóvenes por su servicio de último minuto. Luego, despeinó a sus hijos de manera afectuosa y se retiró por la puerta junto a su esposa. Erza y Lucy intercambiaron miradas antes de desviarla hacia los niños. La rubia suspiró levemente y tomó al chico entre sus brazos. Este la miró con sus grandes ojos color café y su sonrisa de pocos dientes.
-¡Veo que se te han caído varios dientes! -Dijo de manera animada- ¿Ya vino el hada de los dientes?
-Mi 'mana dice que el hada no existe –El chico se cruzó de brazos, una expresión triste en su cara- Pero ella es real.
-¡Que no!-Su hermana replicó enojada.
-No grites...
La niña bufó y le sacó la lengua a su hermano antes de sentarse en el piso, haciendo puchero. Erza suspiró, frotándose la sien. Levantó a la niña con facilidad para ponerla de pie, sorprendiendo a la joven.
-¿Cómo te llamas?-Comentó mientras se arrodillaba.
-Me llamo Nagisa... ¡Y soy una niña grande! Ya sé que el hada no existe.
-Nagisa, entonces. Dime... ¿Cuál es tu prueba?
-Pues... -Nagisa frunció el ceño mientras desviaba la mirada de la pelirroja- Mis amigos del colegio me dijeron que era muy grande para creer en ella...
Erza sonrió amablemente y puso su mano sobre el hombro de la chica. Esta despegó sus ojos del piso para enfrentar a su niñera.
-No importa lo que digan los demás, tú puedes creer en lo que quieras. Puede que ellos sean los que están avergonzados por creer en el hada de los dientes y mientan.
-¿E-En serio?-Nagisa parecía no poder creer las palabras que acaba de escuchar.
-Claro que sí.
Con esto, una sonrisa se plasmó en los labios de la pequeña, haciendo que su hermano menor se sintiera aliviado. Lucy reía mientras colocaba al chico sobre el sofá e iba a su cuarto en busca de un libro para leerle. Pasó sus dedos por el lomo de varios libros, antes de detenerse sobre uno en especial y sacarlo de la repisa. Rápidamente, se puso de pie y volvió hasta la sala de estar. Se sentó junto al chico y abrió el libro.
-¿Señorita Lucy?-El pequeño hablo en una voz baja y calmada.
-¿Si, Tobio?-La rubia levantó la mirada- ¿Qué pasó?
-¿El hada es real...?-El chico susurró al oído de Lucy luego de asegurarse de que nadie más estuviese escuchando.
Una pequeña risa escapó los labios de Lucy.
-Eso depende de ti, Tobio. Si tú crees, entonces ella es real.
Tobio se tapó la boca para contener su risita, sus ojos llenos de emoción. La rubia sonrió cálidamente ante la felicidad del chico. Comenzó a relatar la historia nuevamente, pasando las páginas del libro y mostrándole los dibujos al pequeño cuando un grito la hizo saltar por el susto. Se puso de pie y corrió por los pasillos de la casa, buscando a la dueña del grito. Paró en seco frente al baño. La puerta se abrió de golpe y Erza salió tras Nagisa, quien corría desnuda con solo una toalla cubriendo su cuerpo.
-¡Vuelve acá, pequeño demonio!-Erza gritaba furiosamente.
-¡Pero no me gustan los baños!
-¡No te dejaré ver la lucha libre después de la cena!
Suspirando, Nagisa dejó de correr y entró a la bañera. Por nada en el mundo se perdería la lucha libre. Lucy rodó sus ojos y se dirigió a preparar la cena, o mejor dicho- a buscar que habían dejado los padres de los chicos en la heladera para calentar.
Un rato más tarde, los chicos habían cenado y se encontraban los cuatro sentados en el sofá, mirando la TV. Les permitían mirar media hora antes de irse a la cama, pero los hermanos se quedaron dormidos sin que sus niñeras lo notaran.
-Ahora hay que cargarlos-Bufó Lucy.
-No es nada, ya lo haremos. Por cierto...-Se inclinó para besar la mejilla de su novia- Eres muy buena con Tobio. Con los niños en general.
-Sorprendentemente, tú no eres tan mala. Nagisa te adora-La rubia respondió con tono burlón.
Ambas comenzaron a reír, haciendo chistes entre ellas, demostrando su afecto a través de pequeños besos y hablando sobre temas sin sentido. Antes de que pudieran notarlo, ambas se sentían cansadas. Lucy bostezó, inclinado su cabeza para apoyarla en el hombro de la pelirroja y cerrando sus ojos. Poco a poco, el sueño la venció y calló dormida, seguida por Erza unos minutos más tarde.
Para cuando la pareja llegó, se encontraron con una escena un tanto inesperada. Sus hijos estaban tirados arriba de las niñeras. Nagisa tenía su cabeza apoyada en la pierna de Lucy y el cuerpo en una posición bastante incómoda, mientras que las piernas de Tobio estaban apoyadas contra el respaldo del sofá y su cabeza colgaba para abajo. Erza tenía un brazo rodeando el cuerpo del chico y Lucy dormía pacíficamente recostada contra su novia. Las luces coloridas que emanaba la pantalla de la TV los iluminaban a los cuatro.
-¿Deberíamos estar enojados? -Preguntó el marido, claramente confundido- No sé ni que pensar de esta situación.
-No te preocupes –Su esposa respondió mientras sacaba una foto de la escena- Hablaremos con ellas más tarde. Por ahora, disfrutemos del gracioso momento.