Unos chicos de mi instituto habían hecho una fiesta en la playa. Miré a mi alrededor pero no vi ninguna cara conocida o al menos alguna con la que tener la suficiente confianza como para acercarme y charlar un rato.
Mis mejores amigas habían ido a no sé donde y yo me encontraba allí sola, sentada en unos troncos de madera que había alrededor de la hoguera que habían hecho horas atrás.
Miré fijamente a los movimientos que producían las llamas mientras no dejaba de pensar por qué había venido. Susanne y Marie habían insistido pero a mí no me iba esto de las fiestas. Ni si quiera mis shorts vaqueros y mi camiseta negra de ‘Evanescence’ que me había comprado un año atrás iban acorde con las faldas y tops de las demás chicas.
Mi piel es blanca pero mi pelo es de color negro azabache. Mis ojos son redondos, grandes y marrones con tonalidades verdes que pueden apreciarse en la claridad y… digamos que soy de estatura media, con un cuerpo que no es nada del otro mundo aunque, según la mayoría, soy delgada.
En un país donde el 90% de la población es rubia, es raro no sentirse incómoda y un poco discriminada si eres diferente físicamente. Si a todo eso le sumamos que mis gustos musicales y demás no se parecen a los del resto, las cosas no mejoran mucho.
Ningún chico se había acercado a mí en toda la noche. Tal vez se debiera a mi aspecto agresivo a mi cara de mala leche pero tampoco me importaba mucho, ahora sólo quería que mis amigas llegaran de una santa vez. ¿Dónde se supone que pueden estar? Posiblemente se habrían encontrado con sus novios Dylan y Will, respectivamente, y estarían en plena sesión de besos o quizás se habían largado sin mí.
En ese momento el color de las llamas se intensificó y brotaron ferozmente.
-¿Qué haces aquí tan sola?-preguntó Susanne haciendo que me asustara. Ella lo notó y ahogó una risa mientras se sentaba a mi lado.
-Me habéis dejado sola-me quejé. Estaba de malhumor y no tenía ganas de fingir que eso no me había importado lo más mínimo.
-Lo sé, lo siento-dijo Susanne arrepentida. Antes de poder decir algo más Marie nos interrumpió.
-¡Traemos reservas!-gritó alegremente alzando varias latas de cerveza. A su lado iba Will, sin camiseta.
-¿Qué hacéis sentadas?-preguntó éste sorprendido.
-Estábamos hablando-dije yo.
-Oh, vamos, Bella. No seas una aguafiestas, levántate y baila-se quejó Dylan apareciendo por sorpresa. Se agachó hacia Susanne y le dio un beso que me pareció interminable.
-No sé qué hago aquí, la verdad… Me voy a ir-dije casi en un susurro que Susanne logró oír.
-No digas eso, has venido con nosotras y te largas con nosotras-dijo poniéndose en pie. Marie se acercó también.
-No, chicas-dije alzando las manos-Quedaos aquí, de verdad. Estoy bien.
Ambas volvieron a insistir en que me acompañarían a casa pero yo me negué. No iba a joderles la nochecita y menos si sus novios estaban presentes, así que cogí mi bolso y me dirigí a mi coche, un Volkswagen que había aparcado detrás de unos arbustos.
Tras meterme en él, intenté arrancarlo pero las ruedas no avanzaban. Lo volví a intentar una y otra vez y nada. Me bajé y me encontré con unas ruedas pinchadas.
No sabía cómo ni quienes pero lo cierto era que me habían hecho cabrear más de lo normal.
Cuando creí que todo había pasado me levanté del suelo e intenté buscar una solución. Saqué mi móvil para que llamar a mi padre y que me viniera a buscar pero antes de terminar de presionar la tecla de “llamar”, una voz masculina me sorprendió.
-¿Qué haces tan sola por aquí?-preguntaron a mis espaldas.
Me giré y me encontré con dos chicos de, probablemente, dos años más que yo con los que me había cruzado en la fiesta. Ellos ni si quiera se fijaron en el estado de mi coche.
-Nada, ya me iba-contesté. ¿Por qué les daba explicaciones?
-Oh, de eso nada-dijo el más rubio de ellos mientras se acercaba-La fiesta aún no ha terminado.
-Suéltame, gilipollas-le pegué al apretarme con todas sus fuerzas hacia mí.
Noté como las escasas farolas que había por allí comenzaron a parpadear rápidamente.
-Vamos, nena. Relájate-susurró el chico que había hablado primero, acariciándome el pelo.
Podía notar sus alientos a cerveza y marihuana y me asqueé aún más. Mi corazón estaba a punto de explotarme, casi me faltaba la respiración y no podía moverme apenas. Uno de ellos comenzó a decir algo que no logré entender y justo en ese momento los cristales de mi coche se rompieron y saltaron volando por los aires y lo primero que hice fue tirarme al suelo debido al susto.
No era normal que los coches hicieran eso aunque, pensándolo bien, tampoco era normal las cosas raras cómo estas que me venían pasando desde hacía cinco años…
-¡¿Qué coño?!-dijeron los dos a la vez.
-Dejadla en paz-gruñó otra voz masculina.
¿Por qué de repente hoy conseguía capturar la atención de tantos chicos?
-¿Y si no, qué?-preguntó el mayor de ellos.
-Si no, te arrancaré las tripas y todos tus asquerosos órganos-amenazó.
Ambos me soltaron y se pusieron en posición de pelea, yo me aparté de ellos sin saber qué hacer.
-Sube a mi coche-ordenó el chico que ¿me estaba salvando?-Yo me ocupo de éstos.
A pesar de que estaba paralizada por el miedo, asentí y corrí hacia el vehículo.
Por el parabrisas delantero vi como éste ni si quiera llegaba a los puños cuando los otros salieron corriendo de allí con el miedo en sus rostros.
-¿Estás bien?-preguntó aquel desconocido.
-Sí… gracias-logré decir.
-Te llevo a casa-dijo éste encendiendo el motor-Soy Keaton, por cierto.
-Yo me llamo-
-Bella, lo sé-dijo muy orgulloso y al ver mi expresión se explicó:-digamos que… he oído hablar mucho de ti.
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LOST IN PARADISE {keaton stromberg, one-shot} |no terminada.
Fanfic¿Qué harías si un día descubres que no eres cómo pensabas, que todo lo que habías leído es real, que tu destino está escrito?