Capítulo 5

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Sigo embodada mirando cada detalle de esta fascinante ciudad. Veo gente riendo, niños alborotados jugando con la pelota por la Piazza della Signoria, miles de tiendas de subenires de Florencia e Italia, cada rinconcito de la ciudad tiene algo especial, y cómo decía mi padre, está lleno de esculturas y de museos bellísimos.

Llevamos más de una hora rondando por sus calles, y el olor de un restaurante me llama la atención. Tengo curiosidad por probar una verdadera pizza italiana, así que no dudo en ningún segundo, en proponerlos a mis padres comer en ese sitio que tiene tan buena pinta.

-¡Me encantaría probar la pasta italiana! -Grito alzando los brazos al aire. -Y ya deberíamos parar a comer algo. -miro el reloj.- Es tarde.

-Si es verdad. Pues a comer se ha dicho. -dice mi padre dirigiéndose al restaurante.

Cuando estamos dentro, el olor es increíble. No se parece en nada el olor a lo que me tenía acostumbrada. Es diferente, con más matices, más auténtica.
Nos sentamos en la primera mesa cerca del balcón que da a la ciudad, y el camerero nos trae la carta para que elijamos el menú.

-Mmm ¡que buena pinta tiene todo! Se me va ha hacer difícil escoger sólo un plato. -digo ansiosa.

-Prueba con la pizza margharita, tiene los ingredientes que a ti más te gustan. -comenta papá.- Pero ten en cuenta que aquí en Italia, las pizzas son gigantescas.

Tiene razón, en la imagen de la carta aparece una pizza con apariencia grande, pero menos mal que esta mañana no he comido apenas nada. Y aunque no tuviera hambre, ¡que más da! ¡Estoy en Italia! El sueño que deseaba desde pequeña. ¡Me toca disfrutarlo!

Hago una señal al camarero para que venga a nuestra mesa para pedirle lo que hemos escogido, y cuándo viene, no tengo ningún problema en decírselo en italiano. Lo estaba deseando.

-Ciao! Vorrei chiedermi una pizza margherita e loro, due piatti di pasta alla carbonara. *

-Perfetto! Ora io farlo. * -Y me guiña el ojo con una cálida sonrisa.

Que un camarero italiano me haya guiñado el ojo, me deja atónita. No me lo esperaba, y no pensaba que la descripción que me dio mi padre en el avión sobre los chicos italianos fuera tan literal.

-¡Vaya Sofía! ¡Que bien lo hablas! -dice sorprendido mi padre.

-Gracias papá. -digo.-Estaba deseando usar por fin mis dos años de estudio en el campamento.

La comida no tarda en llegar, y el camarero nos la trae con sumo cuidado, colocando el plato correspondiente a cada uno. Nos pregunta por las bebidas y vuelvo a responder. Esta vez sin éxito por parte del camarero, pero vuelvo la mirada a la comida. ¡Gigante no, lo siguiente! Tiene una pinta deliciosa.

-¡Buen provecho! -digo, y comienzo a cortar la pizza ansiosa.

-¡Igualmente cariño! -dice mi madre mirando mi plato .- ¡Que buena pinta tiene tu pizza! ¿Me la dejas probar?

En seguida le corto un trozo y se la paso con los tenedores. Ella lo muerde con ganas y me dedica una sonrisa de aprobación. Ahora me toca a mi probarla. Corto otro trozo y me lo llevo a la boca.

-¡Pero que pizza más deliciosa! -gimo.- ¡Es tan diferente a la que siempre había probado!

-Claro Sofía, esta es italiana, italiana. -me sonríe mi padre.- Me alegro de que te guste. -prueba su pasta y intenta hablar con la boca llena.- Esto también está que te cagas.

No puedo evitar reírme a carcajadas cuando mi padre pronuncia las palabras y mi madre sorprendida pone los ojos en blanco.

Cuando acabamos la comida, casi me cuesta hablar de lo llena que estoy y vuelvo para mirar al camarero y pedir la cuenta. Mi primera comida aquí en Italia me ha encantado y estoy deseando probar más comida típica italiana esta noche para cenar. Miro mi reloj y ya dan las 5 de la tarde cuando me percato que estamos solos en el restaurante. Normal, nadie suele comer ha estas horas. Cuando se acerca el camarero le sonrío y me la devuelve cuando le digo:

-Tutto è andato bene! Grazie per l'attenzione.* -digo sonrojada.

-E 'stato un piacere.* -me sonríe y deja la cuenta en la mesa.

No me había dado cuenta lo atractivo que es. Va con un camisa azul cielo, con dos botones desabrochados en el pecho. Tiene un pelo bastante largo y moreno. Su camisa hace que se le marquen los abdominales y no puedo evitar sonrojarme de nuevo al pensarlo.

Nos levantamos de la mesa, y nos dirigimos a la puerta. Vuelvo a mirar atrás por si casualidad veo de nuevo al camarero, pero no hay suerte. No lo veo por ninguna parte. Es un chico muy misterioso.

-¿Te apetece para acabar de adornar la tarde un gelato típico de Italia? -me pregunta papá señalando a un puesto de helados posado en la esquina de la plaza.

-¡La duda ofende! ¡Pues claro! -digo animada.

Pido un helado de tarrina con mis dos sabores favoritos. Turrón y frutos del bosque. La mujer me los escoge sonriente y me lo pasa caudalosamente mientras con la otra mano alcanzo una cucharilla de plástico que hay en el mostrador. Le doy las gracias y nos alejamos mientras pruebo el helado.

-¡Ay dios, que bueno! -digo y miro al cielo.- Desde luego, Italia me esta sorprendiendo con creces. Es aún mejor de lo que imaginaba.

-¡Y sólo es el primer día! Aún te falta mucho por descubrir.- mi padre me sonríe y apoya sus brazos en mi hombro mientras nos dirigimos al nuevo apartamento.

No sé como será. Mis padres tampoco me han dicho gran cosa de como es, sólo que esta cerca de los jardines de Bóboli. Y por lo que he visto en fotos, en precioso. Mis nervios vuelven a aparecer como esta mañana pero esta vez, es diferente. Tengo ganas de verlo y empezar un nuevo día en esta gran ciudad y decir al fin, que he amanecido al alba de Italia.


*¡Hola! A mi me gustaría pedir una pizza margharita y a ellos un plato de pasta carbonara.

*¡Perfecto! Ahora os lo traigo.

*¡Todo estaba buenísimo! Gracias por tu atención.

*Ha sido un placer.









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